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decidieron arrestar a todos los presentes en la habitación y dejar que fuese otro, la<br />
autoridad correspondiente, quien separase a los inocentes de los culpables.<br />
En seguida comprobaron, no obstante, que una cosa era decirle a aquel joven<br />
elegantemente vestido que estaba detenido y otra muy distinta detenerle de verdad.<br />
-No he cometido ningún delito -manifestó Tarzán sosegadamente-. No he hecho más<br />
que actuar en defensa propia. Ignoro por qué la mujer ha dicho lo que ha dicho. No<br />
puede tener nada en contra de mi persona, porque no la había visto en la vida hasta el<br />
momento en que entré en esta habitación en respuesta a sus gritos pidiendo auxilio.<br />
-Vamos, vamos -dijo uno de los agentes-, los jueces se encargarán de escuchar todo<br />
eso.<br />
El policía se adelantó para poner la mano en el hombro de Tarzán.<br />
Un segundo después se encontraba encogido sobre sí mismo, hecho unos zorros en un<br />
rincón de la estancia. Los compañeros suyos que se abalanzaron sobre el hombre-mono<br />
saborearon la misma medicina que poco antes habían probado los apaches. Tarzán les<br />
dio el repaso con tal contundencia y rapidez que ni siquiera tuvieron oportunidad de<br />
empuñar sus revólveres antes de verse fuera de combate.<br />
Durante la breve escaramuza, Tarzán observó que al otro lado de una abierta ventana,<br />
muy cerca de ella, había un tronco de árbol o un poste de telégrafo... no tuvo tiempo de<br />
precisarlo. Cuando se desplomó el último policía, uno de sus colegas logró sacar el<br />
revólver de la funda y, desde el suelo, disparó contra Tarzán. Falló el tiro y, antes de<br />
que el agente pudiera apretar el gatillo por segunda vez, Tarzán había derribado de un<br />
manotazo la lámpara de petróleo y sumido la habitación en la oscuridad.<br />
Inmediatamente, los policías vieron que una figura ágil y flexible se encaramaba al<br />
alféizar de la ventana, desde donde dio un salto felino, como una pantera, y se aferró al<br />
poste situado junto al bordillo de la acera. Una vez los agentes se repusieron del ataque<br />
y de la sorpresa y llegaron a la calle, el huido prisionero no aparecía por ninguna parte.<br />
Cuando se los llevaron a comisaría, los agentes no trataron precisamente con exquisita<br />
diplomacia a los participantes en la refriega que no habían podido poner pies en<br />
polvorosa. La patrulla de policía se encontraba en un estado de dolorido resentimiento,<br />
con la moral por los suelos ante la humillación sufrida. Les repateaba los hígados la idea<br />
de tener que<br />
informar a sus superiores de que, en aquella operación, un hombre solo y sin armas les<br />
había propinado una buena tunda y, tras dejarlos tirados, se les escapó, largándose<br />
tranquilamente, como si ellos no estuvieran allí.<br />
El agente que permanecía de vigilancia en la calle juraba que, desde que los policías<br />
entraron hasta que salieron, nadie había salido por la ventana, nadie había saltado al<br />
poste, nadie había descendido por él y, por ende, nadie se había alejado del edificio. Sus<br />
compañeros se imaginaron que mentía, pero tampoco les era posible demostrarlo.<br />
Lo cierto es que cuando Tarzán se encontró aferrado al poste, fuera de la ventana, su<br />
instinto selvático le aconsejó otear el terreno antes de.deslizarse desde lo alto, no fuera<br />
caso que le aguardase abajo algún enemigo. Al hacerlo así obró muy cuerdamente, ya<br />
que justo al pie del poste montaba guardia un policía. Tarzán no vio a nadie por las<br />
alturas, de modo que, en vez de descender, optó por trepar.<br />
El extremo del palo de telégrafos quedaba a la altura del tejado del inmueble y<br />
franquear instantáneamente el espacio que separaba uno de otro fue coser y cantar para<br />
unos músculos que se habían pasado tantos años saltando de rama en rama, de árbol en<br />
árbol por la floresta de la selva virgen. Luego fue pasando de un edificio a otro,<br />
subiendo y bajando por los tejados, hasta que frente al alero de uno descubrió otro<br />
poste, al que saltó y por el que se deslizó al firme de una calle.