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-Estaban a la orilla de la segunda agua de ahí detrás -señaló el antropoide hacia el sur-.<br />
Cuando pasaron junto a mí iban hacia la mañana, contra corriente, por el borde del agua.<br />
-¿Cuándo fue eso? -inquirió Tarzán. -Hace media luna.<br />
Sin una palabra más, el hombre-mono saltó a la enramada y voló de árbol en árbol<br />
como un espíritu incorpóreo, hacia el este, rumbo a la olvidada ciudad de Opar.<br />
XXIV<br />
Tarzán vuelve a Opar<br />
Al regresar al refugio y descubrir que Jane Porter había desaparecido, un frenético<br />
arrebato de miedo y dolor asaltó a Clayton. Encontró a monsieurThuran en sus cabales;<br />
la fiebre le había abandonado del mismo modo repentino en que se presentó, lo cual no<br />
deja de ser una de las peculiaridades de ese fenómeno patológico. Pese a su mejoría, el<br />
ruso, débil y exhausto, continuaba tendido en su lecho de hierbas del refugio.<br />
Al preguntarle Clayton por la muchacha, pareció sorprenderle la noticia de que Jane<br />
no se encontraba allí.<br />
-No he oído nada fuera de lo normal -dijo-. Claro que la mayor parte del tiempo he<br />
estado inconsciente.<br />
De no haber sido por la evidente debilidad del individuo, Clayton hubiera sospechado<br />
que el ruso tenía algún siniestro conocimiento del paradero de Jane. Pero saltaba a la<br />
vista que Thuran carecía de la vitalidad suficiente para bajar del refugio sin ayuda ajena.<br />
En las condiciones fisicas en que se encontraba no podía haber causado daño alguno a la<br />
muchacha, como tampoco hubiera podido subir solo por la tosca escala que llevaba al<br />
refugio.<br />
El inglés decidió dedicar el resto del día a inspeccionar la zona próxima de la selva, en<br />
busca de alguna pista de Jane o de su posible secuestrador. Pero<br />
aunque el rastro que dejaron los cincuenta espantosos hombres -cuya habilidad para<br />
moverse por la selva era prácticamente nula- fuese tan claro para cualquier morador de<br />
la jungla como una calle de ciudad para Clayton, el inglés lo cruzó y volvió a cruzar<br />
veinte veces sin percibir la más leve indicación de que por allí había pasado poco antes<br />
un nutrido grupo de hombres.<br />
Al tiempo que exploraba el terreno, Clayton seguía llamando a Jane, pero lo único que<br />
consiguió con sus voces fue atraer a Numa, el león. Por suerte para él, Clayton vio a<br />
tiempo la sombría forma del felino que se le acercaba furtivamente y pudo trepar a las<br />
ramas de un árbol antes de que la fiera se hubiese aproximado lo suficiente como para<br />
poder echarle las zarpas encima. El lance puso fin a la búsqueda de Clayton durante el<br />
resto de la tarde, dado que el león estuvo hasta bien caída la noche paseándose bajo la<br />
enramada donde se había encaramado el inglés.<br />
Incluso bastante después de que el animal se alejara, Clayton no se atrevió a descender<br />
a la amedrentadora negrura del suelo, de modo que se pasó la noche en el árbol: una<br />
noche aterradora, pavorosa. A la mañana siguiente abandonó toda esperanza de auxiliar<br />
a Jane Porter y regresó a la playa.<br />
En el transcurso de la semana siguiente, monsieur Thuran recobró rápidamente sus<br />
energías, sin moverse de su lecho en el refugio, mientras Clayton salía en busca de<br />
comida para ambos. Los dos hombres sólo se dirigían la palabra cuando era<br />
estrictamente necesario. Clayton había pasado a ocupar la parte del refugio que estuvo<br />
reservada a Jane Porter, y sólo veía al ruso cuando le llevaba comida o agua, o cuan<br />
do efectuaba para él alguna tarea de las que el más elemental sentido humanitario<br />
requería.<br />
Cuando Thuran volvió a encontrarse en condiciones de bajar en busca de alimento,<br />
fue Clayton el que se vio atacado por la fiebre. Durante días y días el delirio y el<br />
sufrimiento no cesaron de acosarle, pero el ruso no se acercó una sola vez a verle.