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Los monos avanzaron en grupo, pero en su ánimo había más curiosidad que amenaza.<br />
Cuchichearon entre ellos durante unos momentos.<br />
-¿Qué buscas ahora entre nosotros? -preguntó<br />
Karnath.<br />
-Sólo quiero paz -respondió el hombre-mono.<br />
Los simios volvieron a conferenciar. Por último, Karnath habló de nuevo.<br />
Ven en paz, pues, Tarzán de los Monos -dijo.<br />
Y Tarzán de los Monos se dejó caer con flexible salto sobre el mullido césped, en<br />
medio de aquella turba feroz y terrible. Había completado su ciclo evolutivo, para<br />
volver de nuevo a su condición de bruto entre los brutos.<br />
No hubo saludos de bienvenida como hubiera ocurrido entre los hombres tras una<br />
separación de dos años. La mayoría de los monos reanudaron sus actividades,<br />
interrumpidas por la llegada de Tarzán, sin prestarle más atención, como si nunca se<br />
hubiera ausentado de la tribu.<br />
Un par de machos jóvenes, que no tenían suficiente edad para recordarle, se llegaron a<br />
él y procedieron a olfatearle. Uno de ellos le enseñó los dientes y le gruñó, amenazador:<br />
deseaba poner de inmediato a Tarzán en el sitio que le correspondía. De haberse echado<br />
Tarzán atrás, seguramente el macho joven se habría dado por satisfecho, pero a partir de<br />
aquel momento la posición de Tarzán entre sus compañeros sería siempre inferior a la<br />
del macho que le había hecho retroceder.<br />
Pero Tarzán de los Monos no retrocedió. Por el contrario, su gigantesca diestra salió<br />
disparada, con toda la fuerza de sus poderosos músculos, y arreó al joven macho tan<br />
tremenda bofetada en pleno rostro que lo mandó rodando por la hierba. El simio se<br />
levantó automáticamente, en una décima de segundo, se abalanzó sobre Tarzán... y esa<br />
vez la lucha sería cuerpo a cuerpo, a dentelladas desgarradoras y zarpazos demoledores:<br />
al menos, tal era la intención del macho joven. Pero apenas llegaron al suelo, entre<br />
gruñidos y mordiscos, los dedos del hombre mono encontraron la garganta de su<br />
antagonista.<br />
El macho joven no tardó en dejar su forcejeo, para permanecer completamente<br />
inmóvil en el suelo. Pero Tarzán aflojó la presa, le soltó y se puso en pie... No deseaba<br />
matar, sólo demostrar al joven y a quienquiera que pudiese estar contemplando la<br />
escena, que Tarzán de los Monos seguía siendo amo y señor.<br />
La lección cumplió su objetivo: los belicosos monos jóvenes se apartaron de su<br />
camino, como debían hacer en presencia de congéneres superiores, y los machos adultos<br />
se abstuvieron de poner en tela de juicio las prerrogativas que le correspondían. Durante<br />
varios días, las hembras jóvenes con hijos de pecho mantuvieron respecto a él una<br />
actitud recelosa, y cuando se les acercaba más de la cuenta se precipitaban hacia él, con<br />
las fauces abiertas y emitiendo rugidos espantosos. En tales casos, Tarzán emprendía la<br />
retirada juiciosamente y se ponía lejos de su alcance, porque también esa es la<br />
costumbre entre los monos: sólo los machos que se vuelven locos atacan a una madre.<br />
Al cabo de unos días, sin embargo, todos se habían acostumbrado a la presencia de<br />
Tarzán.<br />
Iba de caza con ellos, como en los viejos tiempos, y cuando se dieron cuenta de que su<br />
superior inteligencia los llevaba a los puntos donde la comida era mejor y más<br />
abundante y de que su eficiente y astuta cuerda les proporcionaba suculenta carne de<br />
piezas que en raras ocasiones podían saborear, empezaron a considerarle como lo<br />
habían hecho en el pasado, cuando llegó a ser su rey. Y así fue que, antes de que<br />
abandonasen el anfiteatro para volver a su existencia nómada, ya lo habían vuelto a<br />
elegir jefe de la tribu.