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profundidad, el cabrilleo del agua. Se encontraba en un antiguo pozo artesiano... ¿pero<br />

qué finalidad tenía aquella conexión entre el pozo y la mazmorra en la que él había<br />

estado escondido?<br />

Cuando la luna se situó de lleno encima de la boca del pozo, su claridad inundó el<br />

interior totalmente y Tarzán divisó otra abertura en la pared opuesta. Se preguntó si no<br />

se trataría de la boca de un pasaje que condujese a alguna posible vía de escape. Al<br />

menos, merecía la pena investigarlo, de modo que determinó hacerlo así.<br />

Volvió rápidamente a la pared que había desmontado para explorar lo que había<br />

detrás. Trasladó las piedras al lado en que se encontraba y volvió a colocarlas desde<br />

aquella parte. Las gruesas capas de polvo, que había notado se acumulaban en los<br />

bloques que retiró de la pared, le convencieron de que, aunque los actuales ocupantes de<br />

la antigua mole conocieran la existencia de aquel pasadizo, lo cierto era que hacía varias<br />

generaciones que no se utilizaba.<br />

Vuelta la pared a su estado anterior, Tarzán regresó al pozo, que en aquel punto tenía<br />

unos cuatro metros y medio de anchura. Cruzar de un salto el espacio que le separaba de<br />

la otra boca fue cuestión de escaso fuste para el hombre mono y un momento después<br />

avanzaba por un túnel angosto, con toda la cautela del mundo, no fuera caso de que se<br />

interpusiese en su camino otro pozo como el que acababa de dejar a su espalda.<br />

Habría recorrido unos treinta metros cuando llegó a un tramo de escalera que<br />

descendía hacia una negrura estigia. Cosa de veinte peldaños más abajo, comenzaba de<br />

nuevo el piso nivelado del túnel y, poco después, su avance se vio interrumpido por una<br />

pesada puerta de madera con gruesos barrotes, también de madera, que la trababan en la<br />

parte por la que Tarzán se dirigía a ella. Lo cual sugirió al hombremono que<br />

seguramente se trataba de un pasaje que conducía al mundo exterior. Los cerrojos, que<br />

impedían el paso desde el otro lado, sustentaban esa hipótesis, a no ser que aquélla diera<br />

paso a otra cárcel.<br />

Por la parte superior, la superficie de los barrotes tenía densas capas de polvo: una<br />

indicación adicional de que el pasadizo en cuestión llevaba largo tiempo sin utilizarse.<br />

Al abrir aquel macizo obstáculo, chirriaron los enormes goznes, como una especie de<br />

extraña protesta por aquel incordio desacostumbrado. Tarzán permaneció un momento a<br />

la escucha por si tal ruido insólito en la noche hubiese provocado la alarma entre los<br />

ocupantes del templo. Al no oír nada, franqueó el umbral y siguió adelante.<br />

Tanteando cuidadosamente comprobó que se hallaba en una cámara de grandes<br />

proporciones, en cuyo suelo y paredes se amontonaban numerosas pilas de<br />

lingotes metálicos de configuración extraña, aunque uniforme. Al tacto de su mano,<br />

cuando los palpó, comprobó que su forma era análoga a la de unos posibles<br />

descalzadores de botas con doble cabeza. Los lingotes eran muy pesados y, a no ser por<br />

la inmensa cantidad existente allí, hubiese tenido la certeza de que eran de oro. Pero la<br />

idea de la fabulosa riqueza que representarían tantos miles de kilos de metal si<br />

realmente fuesen de oro, casi le convenció de que debía de ser algún metal menos<br />

valioso.<br />

En el fondo de la cámara descubrió otra puerta atrancada y de nuevo, al observar que<br />

las barras estaban por dentro, alentó la esperanza de estar recorriendo un pasadizo que<br />

llevaba a la libertad. Al otro lado de la puerta, el pasaje se extendía recto como un<br />

venablo de guerra, y el hombre-mono pronto tuvo la convicción de que le conducía<br />

hacia el otro lado de los muros del templo. ¡Si conociese la dirección en que iba! Si era<br />

hacia el oeste, entonces debería encontrarse ya más allá de las murallas exteriores de la<br />

ciudad.<br />

Con ilusionada y creciente esperanza avanzó todo lo deprisa que se atrevía, hasta que<br />

al cabo de media hora llegó a otro tramo de escalera que llevaba hacia arriba. El piso de

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