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Tras infinitos esfuerzos consiguió quitarse de encima el cuerpo de Thuran y con<br />

renovadas energías se arrastró hacia la muchacha. Levantó la cabeza de Jane,<br />

separándola de las tablas del bote. Se dijo entonces que cabía la posibilidad de que<br />

quedara un asomo de vida en aquel pobre cuerpo al filo de la muerte por inanición. No<br />

quería ni podía abandonar toda esperanza, así que tomó un trozo de tela empapado en<br />

agua y exprimió unas cuantas gotas del precioso líquido entre los labios hinchados de<br />

aquella criatura de horrible aspecto que unos cuantos días antes resplandecía de vida y<br />

felicidad, en toda la gloria de su magnífica belleza.<br />

Durante un buen rato no se apreció indicio alguno de reanimación, pero al final los<br />

esfuerzos de Clayton obtuvieron la recompensa de un leve aleteo de los párpados.<br />

Palmeó las delgadas manos de la joven e introdujo unas cuantas gotas más en la reseca<br />

garganta. Jane abrió los ojos y estuvo mirándole largo tiempo antes de poder recordar la<br />

situación y el entorno.<br />

-¿Agua? -musitó-. ¿Nos hemos salvado?<br />

-Está lloviendo -explicó Clayton-. Al menos pode<br />

mos beber. A nosotros dos ya nos ha hecho revivir. -¿Y monsieur Thuran? -preguntó<br />

Jane-. No te ha<br />

matado. ¿Está muerto?<br />

-No lo sé -respondió Clayton-. Si vive y esta lluvia lo reanima...<br />

Se interrumpió, recordando demasiado tarde que no debía añadir más horrores a los<br />

que Jane había soportado ya.<br />

La muchacha, sin embargo, adivinó lo que Clayton iba a decir.<br />

-¿Dónde está?<br />

Clayton indicó con un movimiento de cabeza la postrada figura del ruso. Durante unos<br />

momentos, ni Clayton ni Jane pronunciaron palabra.<br />

-Voy a ver si le reanimo -dijo Clayton finalmente.<br />

-No -susurró Jane, y alargó la mano hacia él, indicándole que se detuviera-. No lo<br />

hagas... Te matará en cuanto el agua le haya proporcionado las fuerzas suficientes. Si<br />

está agonizando, que se muera. No me dejes sola en el bote con esa bestia.<br />

Clayton titubeó. Su honor de hombre de bien le exigía hacer lo posible para reanimar<br />

a Thuran, y también existía la posibilidad de que el ruso se encontrase en un estado que<br />

hiciese inútil cualquier intento<br />

de salvarlo. No era ninguna deshonra confiar en ello. Mientras mantenía esa lucha<br />

interna, levantó los ojos del cuerpo de Thuran y, al pasar la vista por encima de la borda<br />

del bote, se puso en pie tambaleante y exhaló un jadeo de alegría.<br />

-¡Tierra, Jane! -fue casi un grito a través de los resquebrajados labios. ¡Tierra, gracias<br />

a Dios!<br />

La muchacha miró también y allí, a menos de cien metros de distancia, vio una playa<br />

de arenas amarillas y, un poco más allá, la vegetación y la fronda exuberante de una<br />

jungla tropical.<br />

-Ahora sí que puedes intentar reanimarle -dijo Jane Porter.<br />

A ella también le remordía la conciencia como consecuencia de su decisión de<br />

impedir que Clayton prestase ayuda a su compañero de viaje.<br />

Hubo de transcurrir cerca de media hora para que el ruso diera suficientes muestras de<br />

que recobraba el conocimiento lo bastante como para abrir los ojos, y se necesitó un<br />

buen rato más para que llegara a comprender el golpe de suerte con que el destino les<br />

había favorecido. Por entonces, la arena del fondo arañaba suavemente la quilla de la<br />

barca.<br />

Entre el agua refrescante que había bebido y el acicate de la renovada esperanza,<br />

Clayton encontró energías suficientes para echarse al agua y subir dando traspiés playa

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