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-Eres un hombre estupendo de veras -encomió-. Eres un hombre como el que veo en<br />
sueños desde que era niña. Eres un hombre como imagino que debieron ser los hombres<br />
de mi pueblo: la gran raza que construyó esta poderosa ciudad en el corazón de un<br />
mundo salvaje y que supo arrancar de las entrañas de la tierra las fabulosas riquezas por<br />
las que sacrificaron su remota civilización.<br />
»No logro entender qué es lo que te ha impulsado a salvarme, como tampoco me es<br />
posible comprender por qué, teniéndome en tu poder, no te vengas de mí por haberte<br />
sentenciado a muerte... por casi haberte matado con mis propias manos.<br />
-Supongo -repuso el hombre-mono- que actuabas cumpliendo las doctrinas de tu<br />
religión. No puedo reprochártelo, al margen de lo que pueda opinar acerca de tus<br />
creencias. Pero, ¿quién eres? ¿Entre qué clase de pueblo he caído?<br />
-Soy La, suma sacerdotisa del Templo del Sol, en la ciudad de Opar. Somos los<br />
descendientes de un pueblo que vino a este mundo salvaje, en busca de oro, hace más de<br />
diez mil años. Sus ciudades se extendían desde un mar inmenso, bajo el sol naciente,<br />
hasta otro mar inmenso, en el que el sol desciende por la noche para refrescar su<br />
flamígera frente. Eran muy ricos y poderosos, pero sólo vivían unos pocos meses al año<br />
en los magníficos palacios edificados en esta tierra; el resto del tiempo lo pasaban en su<br />
país natal, lejos, muy lejos, por el norte.<br />
»Entre su mundo nuevo y su mundo antiguo eran muchos los barcos que iban y<br />
venían. Durante la estación de las lluvias quedaban aquí pocos habitantes, sólo los<br />
encargados de supervisar el trabajo de las minas, tarea que realizaban esclavos negros,<br />
los comerciantes que suministraban cuanto hacía falta y los soldados que custodiaban<br />
las ciudades y las minas.<br />
»En uno de esos periodos ocurrió la gran catástrofe. Cuando llegó el momento en que<br />
debían regresar miles y miles de personas, nadie volvió. El pueblo aguardó durante<br />
semanas. Al final, enviaron una gran galera para averiguar por qué no había<br />
llegado nadie de la madre patria, pero aunque navegaron recorriendo el océano<br />
durante varios meses no encontraron el menor rastro de las tierras que a lo largo de<br />
innumerables siglos albergaron su antigua y pujante civilización... ¡Se habían hundido<br />
en el mar!<br />
»El inicio de la decadencia de mi pueblo data de esa época. Abatidos, desalentados e<br />
infelices, no tardaron en ser presa fácil para las hordas negras del norte y del sur. Una<br />
tras otra, las ciudades se fueron abandonando o cayeron en poder de los enemigos. Los<br />
últimos supervivientes se vieron obligados a refugiarse tras las murallas de esta<br />
formidable fortaleza de las montañas. Poco a poco, nuestro pueblo fue perdiendo poder<br />
e influencia, se degradó paulatinamente su civilización, el nivel de inteligencia<br />
descendió y el número de integrantes de nuestra raza se redujo drásticamente... Ahora<br />
no somos más que una pequeña tribu de simios salvajes.<br />
»A decir verdad, los monos conviven con nosotros. Desde hace muchos siglos. Los<br />
llamamos "primeros hombres" y nos expresamos en su lenguaje casi tan asiduamente<br />
como en el nuestro. Sólo nos esforzamos en utilizar y conservar nuestra lengua materna<br />
en las ceremonias que celebramos en el templo. Con el tiempo, acabaremos por<br />
olvidarla y entonces sólo hablaremos el lenguaje de los monos. Con el tiempo<br />
dejaremos de desterrar a aquellos de los nuestros que se aparean con los simios y, al<br />
final, acabaremos descendiendo a ese estado animal del que puede que surgieran en<br />
tiempos inmemoriales nuestros progenitores.<br />
-Pero, ¿por qué eres tú más humana que los otros? -preguntó Tarzán.<br />
-Por alguna circunstancia que desconocemos, las mujeres no hemos retrocedido hacia<br />
el salvajismo tan rápidamente como los hombres. Acaso ello se deba a que en la época<br />
en que sobrevino la gran catástrofe aquí sólo permanecían los varones de tipo inferior,