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La fragorosa entrada de Tarzán impulsó a Paulvitch a ponerse en pie. Contempló a<br />
Tarzán airada y amenazadoramente. La muchacha se incorporó titubeante hasta sentarse<br />
en el sofá. Se llevó una mano a la garganta, mientras recuperaba el aliento entre cortos<br />
jadeos. A pesar de su cabello despeinado y de la pali<br />
dez de su rostro, Tarzán reconoció en ella a la joven a la que aquel mismo día<br />
sorprendió observándole en la cubierta.<br />
-¿Qué significa esto? -se dirigió Tarzán a Rokoff, al que intuitivamente consideraba<br />
instigador de aquella vileza. El ruso permaneció en silencio, fruncido el ceño. El<br />
hombre-mono continuó-: Haga el favor de pulsar el timbre. Que venga un oficial del<br />
barco... Este asunto ha ido ya demasiado lejos.<br />
-¡No, no! -exclamó la muchacha, al tiempo que se ponía en pie súbitamente-. Por<br />
favor, no lo haga. Estoy segura de que no existía verdadera intención de lastimarme.<br />
Saqué de sus casillas a esta persona, se enfadó y perdió el dominio de sus nervios. Eso<br />
es todo. No quisiera que este incidente trascendiese, por favor, caballero.<br />
En la voz de la joven se apreciaba tal nota de súplica que Tarzán no insistió, aunque<br />
su buen juicio le anunciaba que en aquel asunto había algo oculto de lo que se debía<br />
informar a las autoridades correspondientes para que investigaran.<br />
-Así pues, ¿no desea que haga nada? -preguntó.<br />
-Nada en absoluto, por favor -respondió la dama.<br />
-¿Consiente, sin más, en que esta pareja de rufianes siga atormentándola?<br />
La muchacha no supo qué responder; parecía aturdida y desolada. Tarzán percibió una<br />
maligna sonrisa de triunfo en los labios de Rokoff. Evidentemente, la joven tenía miedo<br />
a aquellos dos sinvergüenzas: no se atrevía a manifestar sus auténticos deseos delante de<br />
ellos.<br />
-En tal caso -determinó Tarzán-, actuaré bajo mi propia responsabilidad. -Se encaró<br />
con Rokoff y dijo-: A usted, y en esta advertencia incluyo a su<br />
sicario, puedo asegurarle que no le quitaré ojo en todo lo que queda de travesía, y si<br />
por un casual me entero de que cualquiera de ustedes molesta a esta joven, aunque sea<br />
de la manera más remota, responderán de ello ante mí y les garantizo que las medidas<br />
que tome no representarán una experiencia agradable para ninguno de los dos.<br />
Agarró por el cogote a Rokoff y a Paulvitch y los arrojó a través del hueco de la<br />
puerta. Añadió al impulso inicial sendos puntapiés en salva sea la parte de ambos<br />
sujetos.<br />
-¡Largo de aquí! -conminó.<br />
Salieron despedidos al pasillo y Tarzán regresó al interior del camarote, donde la<br />
muchacha le miraba con ojos desorbitados por el asombro.<br />
-Y usted, señora, me hará un gran favor si me comunica cualquier nueva tentativa de<br />
avasallamiento a que se atreva a someterla uno u otro de esos dos miserables.<br />
-¡Ah, monsieur! -expresó la joven-. Espero que no le sobrevenga ninguna desgracia<br />
como consecuencia de lo que ha hecho. Se ha ganado usted un enemigo perverso y lleno<br />
de recursos criminales, que no se detendrá ante nada para satisfacer su odio. En<br />
adelante, tendrá que andarse con mucho cuidado, monsieur...<br />
-Perdón, señora, me llamo Tarzán.<br />
-Monsieur Tarzán. No crea que porque no he querido informar a los oficiales del<br />
barco de lo que ha pasado aquí no le agradezco con toda la sinceridad del mundo lo<br />
valiente y caballerosamente que ha salido en mi defensa. Buenas noches, monsieur<br />
Tarzán. No olvidaré nunca la deuda que he contraído con usted.<br />
La mujer puso en sus labios una sonrisa de lo más atractiva, mostrando una dentadura<br />
perfecta, y dedicó una leve reverencia a Tarzán, quien le deseó buenas noches y salió a<br />
cubierta.