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Tarzán tuvo que recurrir a toda su capacidad de estímulo, persuasión y apremio para<br />

impedir que los negros renunciasen en el acto a la aventura, abandonaran la empresa y<br />

echaran a correr de vuelta por el valle hacia los riscos que habían escalado el día antes.<br />

Pero al final, a copia de órdenes y tras la amenaza -más que aseveración- de que entraría<br />

solo, los waziris accedieron a acompañarle.<br />

Caminaron durante quince minutos a lo largo de la muralla antes de dar con un punto<br />

de acceso. Pasaron a través de una grieta de unos cincuenta centímetros de anchura, al<br />

otro lado de la cual encontraron un tramo de escalera cuyos peldaños de cemento,<br />

desgastados por siglos de uso, ascendían unos metros y luego trazaban una súbita curva<br />

y desaparecían ante un estrecho paso.<br />

Por aquella angosta entrada se aventuró Tarzán. Tuvo que ponerse de costado para<br />

que sus anchos hombros pudieran deslizarse al interior.<br />

Los demás guerreros marcharon tras él. Los escalones se interrumpían nada más doblar<br />

la curva y a partir de allí el camino era llano, aunque se retorcía como una serpentina<br />

hasta que, de súbito, tras una esquina en ángulo recto, desembocaba en un patio<br />

estrecho, al fondo del cual se alzaba una muralla tan alta como la externa. Aquel muro<br />

interior tenía diversas torres redondas que se alternaban en lo alto de la muralla con<br />

monolitos puntiagudos. La muralla estaba derruida en algunos trechos, pero<br />

su estado de conservación era mucho mejor que el del baluarte exterior.<br />

Otro estrecho paso les permitió franquear la muralla y, al final de dicho paso, Tarzán y<br />

sus guerreros se encontraron en una espaciosa avenida y, al fondo de la misma, vieron<br />

un conjunto de ruinosos edificios de granito labrado, de aspecto siniestro, amenazador.<br />

En los escombros de los desmoronados muros habían crecido árboles, y por los huecos<br />

de las ventanas salían enredaderas y plantas trepadoras que dibujaban formas retorcidas<br />

sobre las paredes exteriores. Pero los edificios que quedaban frente a Tarzán parecían<br />

menos invadidos por aquella vegetación silvestre y estaban mucho mejor conservados.<br />

Era un conjunto macizo, coronado por una inmensa cúpula. A ambos lados de la<br />

inmensa entrada se erguían hileras de altas columnas, cada una de ellas coronada por<br />

una grotesca y enorme ave esculpida en la roca sólida de los monolitos.<br />

Mientras el hombre-mono y sus compañeros contemplaban, más o menos<br />

maravillados, aquella antigua ciudad levantada en medio delÁfrica salvaje, algunos de<br />

ellos tuvieron plena conciencia de que se producían ciertos movimientos en el interior<br />

de la estructura que estaban mirando. Figuras borrosas, sombras inconcretas parecían<br />

desplazarse de un lado a otro en la semioscuridad del interior de los muros. No se<br />

trataba de algo tangible que pudiera captar el ojo... sólo era una peculiar insinuación de<br />

vida donde no parecía existir vida alguna, porque resultaba algo completamente fuera de<br />

lugar la posibilidad de que existiera alguna especie de criatura viviente en aquella<br />

ciudad de otro mundo, muerta desde hacía tantos siglos.<br />

Tarzán recordó algo que había leído en una biblioteca de París. Era algo relativo a una<br />

perdida raza de hombres blancos que, según lasleyendas indígenas, vivieron en el<br />

corazón de África. Se preguntó si no estaría contemplando las ruinas de la civilización<br />

de aquel extraño pueblo que había sentado sus reales en el centro de un medio extraño y<br />

salvaje. ¿Sería posible que hubiesen sobrevivido hasta aquellos días los descendientes<br />

de tal raza perdida y que habitasen ahora aquel vestigio de la arruinada grandeza que<br />

otrora crearon y disfrutaron sus progenitores? Volvió a percibir cierta actividad furtiva<br />

en el interior del gran templo que tenía delante.<br />

-¡Vamos! -instó a sus waziris-. Echemos un vistazo a lo que hay detrás de esas<br />

paredes ruinosas.<br />

A sus hombres les hacía maldita la gracia seguirle, pero al ver la intrepidez con que<br />

cruzaba la ominosa puerta echaron a andar tras él, a unos pasos de distancia, formando

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