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-Hemos de repetir el juego antes de que sea demasiado tarde y nos hayamos debilitado<br />
tanto que ni siquiera podamos comer -susurró.<br />
Clayton se encontraba en tal estado de postración que ni siquiera dominaba su<br />
voluntad. Jane Porter llevaba tres días sin pronunciar palabra. El joven lord se daba<br />
cuenta de que la muchacha se estaba muriendo. No obstante lo espantosa que era esa<br />
idea, Clayton comprendía que el sacrificio de Thuran o de él posiblemente significara<br />
renovadas energías para Jane, por lo que accedió automáticamente a la<br />
propuesta del ruso.<br />
La lotería se jugó siguiendo las mismas normas de<br />
la otra vez, pero el resultado no podía ser más que<br />
uno: Clayton sacó la moneda de 1875.<br />
-¿Cuándo será? -le preguntó a Thuran.<br />
El ruso se había sacado ya una navaja del bolsi<br />
llo de los pantalones y trataba débilmente de abrirla. -Ahora -silabeó, y sus voraces<br />
ojos se recrearon<br />
glotones en el inglés.<br />
-¿No puede esperar a que caiga la noche? -preguntó Clayton-. Laseñorita Porter no<br />
debe presenciarlo. Íbamos a casarnos, ya sabe.<br />
Una expresión de desencanto decoró el rostro de monsieur Thuran.<br />
-Muy bien -se avino, titubeante-. No falta mucho para la noche. Si he esperado tantos<br />
días... lo mismo puedo esperar unas hora más.<br />
-Gracias, amigo mío -musitó Clayton-. Ahora me pondré junto a Jane y me quedaré<br />
con ella hasta que llegue el momento. Quiero pasar un par de horas a su lado antes de<br />
morir.<br />
Jane Porter estaba inconsciente cuando Clayton llegó junto a ella... El inglés sabía que<br />
la muchacha agonizaba y se alegró de que no se viese obligada a contemplar la horrible<br />
tragedia que iba a representarse allí al cabo de unas horas. Tomó una mano de Jane y se<br />
la llevó a los tumefactos y cuarteados labios. Acarició durante largo tiempo aquella<br />
extremidad demacrada, más parecida ahora a una garra, que en otro tiempo había sido la<br />
bonita, fina y delicada mano de una preciosa joven de Baltimore.<br />
Cerró la noche antes de que Clayton tuviera conciencia de ello, pero se lo recordó una<br />
voz que atravesó la oscuridad. Era la del ruso, que le convocaba para que se sometiera a<br />
su destino.<br />
-Ya voy, monsieur Thuran -se apresuró a responder Clayton.<br />
Por tres veces intentó incorporarse sobre las manos y las rodillas, para poder ir a gatas<br />
hacia la muerte, pero en las escasas horas que permaneció tendido allí la debilidad se<br />
había apoderado de él hasta tal extremo que le era imposible acudir al lado de Thuran.<br />
-Tendrá que venir usted, monsieur -le indicó con un hilo de voz-. No me quedan<br />
fuerzas suficientes para ponerme a gatas.<br />
-Sapristi! -murmuró Thuran-. Intenta escamotearme mi «premio».<br />
Clayton oyó el ruido que ocasionaba al hombre al arrastrarse por la cubierta del bote.<br />
Al fmal, un gemido desesperado.<br />
-No puedo arrastrarme -oyó lamentarse al ruso-. Es demasiado tarde, me has timado,<br />
sucio perro inglés.<br />
-No le he timado, monsieur -replicó Clayton-. He hecho todo lo que he podido para<br />
levantarme, pero volveré a intentarlo, y entonces tendrá usted su «premio».<br />
Clayton recurrió de nuevo a las casi nulas energías que le restaban y le pareció oír que<br />
Thuran hacía lo mismo. Al cabo de casi una hora, el inglés logró ponerse a gatas, pero al<br />
primer movimiento que intentó para avanzar, cayó de bruces.<br />
Un momento después oyó una exclamación triunfal por parte de monsieur Thuran.