09.05.2013 Views

descargar libro

descargar libro

descargar libro

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Darse cuenta de que ni siquiera dentro de la empalizada estaban seguros durante la<br />

noche constituyó un impacto terrible para ellos. Que un enemigo pudiese entrar hasta el<br />

corazón de su campamento y matar a su centinela sólo con las manos parecía algo que<br />

rebasaba los límites de la razón, por lo que los supersticiosos manyuemas empezaron a<br />

echar la culpa de su mala suerte a causas sobrenaturales; ni siquiera los árabes fueron<br />

capaces de brindar una explicación más convincente.<br />

Con por lo menos cincuenta hombres huyendo a la desbandada por el interior de la<br />

tenebrosa selva y sin la más remota idea acerca del momento en que aquellos<br />

misteriosos enemigos podían reanudar la matanza a sangre fría que iniciaron, aquel<br />

grupo de asesinos sanguinarios aguardó la llegada del nuevo día sin pegar ojo y sumido<br />

en la desesperación. Sólo cuando los árabes les prometieron que abandonarían la aldea<br />

con el alba consintieron los manyuemas que quedaban en permanecer en el poblado<br />

unos momentos más. Ni siquiera el miedo que les inspiraban sus crueles amos fue<br />

suficiente para sobreponerse a aquel nuevo terror.<br />

Y así fue como, cuando Tarzán y sus guerreros se dispusieron a la mañana siguiente a<br />

lanzar su ataque, se encontraron con que los invasores se preparaban para abandonar la<br />

aldea. Los manyuemas ya habían cargado el marfil producto de su robo. Al verlos,<br />

Tarzán esbozó una sonrisa, sabedor de que no lo transportarían muy lejos. Entonces vio<br />

algo que le llenó de zozobra: cierto número de manyuemas prendían antorchas en la<br />

declinante fogata del campamento. Se aprestaban a incendiar el poblado.<br />

Tarzán estaba encaramado en la alta enramada de un árbol, a un centenar de metros de<br />

la empalizada. Hizo bocina con las manos para vocear en lengua árabe:<br />

-¡Como prendáis fuego a las chozas, os mataremos a todos! ¡Como prendáis fuego a<br />

las chozas, os mataremos a todos!<br />

Lo repitó una docena de veces. Los manyuemas titubearon; luego, uno de ellos arrojó<br />

su antorcha a la hoguera. Los demás estaban a punto de imitar su ejemplo cuando un<br />

árabe armado de una estaca se colocó entre ellos de un salto y, a palo limpio, los hizo<br />

dirigirse hacia las chozas. Tarzán fue testigo de cómo les ordenaba incendiar las<br />

pequeñas viviendas de techo de paja. Se puso en pie sobre la oscilante rama, se echó a la<br />

cara uno de los rifles de los árabes, afinó la puntería y apretó el gatillo. Se produjo la<br />

detonación y, simultáneamente, el árabe que azuzaba a los manyuemas cayó redondo,<br />

sin vida. Los manyuemas soltaron las antorchas y huyeron desalándose de la aldea. Lo<br />

último que de ellos vio Tarzán fue que huían a todo correr hacia la selva, mientras sus<br />

antiguos amos, rodilla en tierra, disparaban los rifles contra ellos.<br />

Sin embargo, con toda la cólera que les producía la rebelión de sus esclavos, los<br />

árabes llegaron al menos al convencimiento de que, por mucha satisfacción que les<br />

produjera contemplar envuelta en llamas aquella aldea que tan mala acogida les había<br />

dispensado en dos ocasiones, lo mejor que podían hacer era renunciar a tal placer y<br />

marcharse. En su fuero interno, no obstante, juraron volver con fuerzas armadas<br />

suficientes para arrasar aquella zona en un radio de varios kilómetros, convirtiéndolos<br />

en<br />

tierra quemada y desprovista del menor vestigio de vida humana.<br />

Habían buscado en vano al propietario de aquella voz que metió el miedo en el cuerpo<br />

y puso en fuga a los hombres que tenían la misión de prender fuego a las chozas, pero ni<br />

los que tenían la vista más aguda pudieron localizarlo. A raíz del disparo que acabó con<br />

el árabe vieron una nubecilla de humo flotar en la enramada, pero aunque se hizo una<br />

descarga cerrada sobre el follaje, nada indicó que alguno de los proyectiles hubiera<br />

resultado efectivo.<br />

Tarzán era demasiado inteligente para dejarse coger en semejante trampa y antes de<br />

que los ecos de la detonación se hubieran desvanecido en el aire ya se había trasladado a

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!