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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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ceder. Las probabilidades contra tal coincidencia son inimaginablemente<br />

grandes pero no incalculablemente grandes. Un colega<br />

físico las ha calculado amablemente para mí. ¡<strong>El</strong> número es<br />

tan grande que la edad del universo hasta el presente sería un<br />

tiempo demasiado corto para escribir todos los ceros! En teoría,<br />

es posible que una vaca salte hasta la Luna con algo así como<br />

la misma improbabilidad. La conclusión para esta parte del argumento<br />

es que podemos calcular nuestro camino hacia regiones<br />

de improbabilidad milagrosa mucho más grandes que lo que<br />

podemos imaginar como plausible.<br />

Consideremos ese tema de qué pensamos que es plausible.<br />

Lo que podemos imaginar como plausible es una estrecha banda<br />

en medio de un espectro mucho más amplio de lo que es realmente<br />

posible. Algunas veces, es más estrecha de lo que hay<br />

realmente allí. Existe una buena analogía con la luz. Nuestros<br />

ojos están construidos para cubrir una estrecha banda de frecuencias<br />

electromagnéticas (a las que llamamos luz), situadas en<br />

algún lugar en medio del espectro, que va desde las ondas de<br />

radio con una longitud amplia en un extremo hasta los rayos X<br />

con una longitud corta en el otro. No podemos ver los rayos<br />

situados fuera de la estrecha banda luminosa, pero podemos<br />

hacer cálculos sobre ellos y construir instrumentos para delectarlos.<br />

De la misma forma, sabemos que las escalas de tamaño<br />

y tiempo se extienden en ambas direcciones mucho más allá<br />

del campo que podemos visualizar. Nuestras mentes no pueden<br />

hacer frente a las largas distancias con las que trata la astronomía<br />

o las pequeñas distancias con las que trata la física atómica,<br />

pero podemos representarlas con símbolos matemáticos. Nuestras<br />

mentes no pueden imaginar un período de tiempo tan corto<br />

como un picosegundo, pero podemos construir ordenadores que<br />

pueden completar cálculos en picosegundos. Nuestras mentes<br />

no pueden imaginar un periodo de tiempo tan largo como un<br />

millón de años, dejando aparte los miles de millones de años que<br />

los geólogos utilizan a diario en sus cálculos.<br />

Así como nuestros ojos sólo pueden ver esla estrecha banda<br />

de frecuencias electromagnéticas gracias a que la selección natural<br />

equipó a nuestros antepasados para verla, así nuestros cerebros<br />

están construidos para cubrir estrechas bandas de tamaños<br />

y tiempos. Presumiblemente, nuestros antepasados no tenían<br />

necesidad de hacer frente a los tamaños y tiempos fuera<br />

del estrecho rango de la práctica diaria, de forma que nuestros<br />

cerebros nunca desarrollaron la capacidad evolutiva de imaginarlos.<br />

Es significativo que el tamaño de nuestro propio cuerpo, de<br />

algo más de un metro de altura, esté más o menos en la parte<br />

medía del intervalo de tamaños que podemos imaginar. Y nues­<br />

tra propia vida, de unas pocas décadas de duración, está en la<br />

parte media del intervalo de tiempo que podemos imaginar.<br />

podemos decir lo mismo de las improbabilidades y los milagros.<br />

Dibujemos un escala graduada de improbabilidades, análoga<br />

a la escala de tamaños entre los átomos y las galaxias, o a<br />

la escala de tiempos desde los picosegundos a los eones. En la<br />

escala haremos varias marcas. En el extremo lejano de la izquierda<br />

de la escala estarían los sucesos que son del lodo ciertos,<br />

como la probabilidad de que el sol salga mañana, objeto de la<br />

apuesta de medio penique de G. H. Hardy. Cerca de este extremo<br />

izquierdo de la escala hay cosas que son apenas improbables,<br />

como sacar un doble seis arrojando al alto un par de dados<br />

una sola vez. La probabilidad de que esto ocurra es de 1 en 36.<br />

Espero que lo hayamos hecho todos con bastante frecuencia.<br />

Moviéndonos hacia el extremo derecho del espectro, otra marca<br />

sería la probabilidad de una mano perfecta en el bridge, donde<br />

cada uno de los cuatro jugadores recibe un juego completo de<br />

cartas. Las probabilidades en contra de que esto ocurra son de<br />

2 235 197 406 895 366 368 301 599 999 a 1. Llamemos a esto un<br />

dealion, la unidad de improbabilidad. Si algo con una probabilidad<br />

de un dealion se predice y ocurre deberíamos diagnosticar<br />

un milagro, a menos que, lo cual es más probable, sospechemos<br />

un fraude. Pero podría ocurrir con una buena mano, y seria<br />

mucho pero mucho más probable que el hecho de que la estatua<br />

de mármol agitase su mano hacia nosotros. Sin embargo,<br />

incluso este último suceso, como hemos visto, tiene su lugar<br />

apropiado en el espectro de sucesos que podrían ocurrir. Es mensurable,<br />

aunque en unidades mucho más grandes que los gigadealions.<br />

Entre el doble seis de la tirada de dados, y la mano<br />

perfecta en el bridge, hay un intervalo de sucesos más o menos<br />

improbables que ocurren a veces, incluyendo que un individuo<br />

cualquiera sea fulminado por un rayo, gane un gran premio en<br />

las quinielas de fútbol, introduzca la bola en un agujero de un<br />

solo tiro al golf, y así sucesivamente. En algún lugar de este intervalo,<br />

están también aquellas coincidencias que nos producen<br />

una misteriosa sensación de escalofrío, como soñar con una persona<br />

determinada por primera vez en décadas, despertarse luego<br />

y encontrar que murió durante la noche. Estas misteriosas coincidencias<br />

son muy impresionantes cuando nos suceden a nosotros<br />

o a uno de nuestros amigos, pero su improbabilidad se mide<br />

sólo en picodealions.<br />

Después de haber construido nuestra escala matemática de<br />

improbabilidades, con sus marcas señaladas, volvamos ahora a<br />

proyectarnos sobre ese subrango de la escala con el que podemos<br />

enfrentamos en nuestros pensamientos y conversaciones or¬

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