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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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nuestros cerebros están construidos para tratar sucesos en escalas<br />

de tiempo radicalmente diferentes a las que caracterizan los<br />

cambios evolutivos. Estamos equipados para apreciar procesos<br />

que tardan segundos, minutos, años o, como mucho, décadas<br />

en completarse. <strong>El</strong> darwinismo es una teoría de procesos acumulativos<br />

tan lentos que precisan entre miles y millones de décadas<br />

para completarse. Todos nuestros juicios intuitivos de lo<br />

que puede ser probable resultan erróneos en muchos órdenes<br />

de magnitud. Nuestro bien sintonizado aparato de escepticismo<br />

y teoría de la probabilidad subjetiva falla por un gran margen,<br />

porque está sintonizado —irónicamente, por la propia evoluciónpara<br />

trabajar dentro de una vida de unas pocas décadas. Se requiere<br />

un gran esfuerzo de imaginación para escapar de esta prisión<br />

de la escala de tiempo familiar, un esfuerzo en el que yo<br />

trataré de ayudar.<br />

Un tercer aspecto en e! que nuestros cerebros parecen estar<br />

predispuestos a resistirse al darwinismo proviene de nuestro gran<br />

éxito como diseñadores creativos. Nuestro mundo está dominado<br />

por proezas de ingeniería y obras de arte. Estamos acostumbrados<br />

a la idea de que la elegancia compleja indica un diseño<br />

artesanal premeditado. Esta es, probablemente, la razón más poderosa<br />

de la creencia, mantenida por la mayoría de la gente, en<br />

algún tipo de deidad sobrenatural. Fue necesario un gran sallo<br />

de la imaginación de Darwin y Wallacc para ver que. en contraposición<br />

a toda intuición, hay otro camino que, una vez comprendido,<br />

constituye una manera mucho más plausible de que<br />

surja un «diseño» complejo partiendo de otro primitivo más simple.<br />

Un salto tan grande de la imaginación, que aún hoy en día<br />

mucha gente parece reacia a realizar. La finalidad principal de<br />

este libro es, pues, ayudar al lector a dar ese salto.<br />

Los autores esperan, naturalmente, que sus libros tengan un<br />

impacto duradero mejor que efímero. Pero cualquier abogado.<br />

además de exponer su interminable parte del caso, debe responder<br />

también a sus colegas con puntos de vista opuestos o aparentemente<br />

opuestos. Existe el riesgo de que algunos de estos<br />

argumentos, a pesar de la vehemencia que puedan originar hoy<br />

día, parezcan terriblemente anticuados en las décadas venideras.<br />

Con frecuencia, se ha observado la paradoja de que la primera<br />

edición de <strong>El</strong> origen de las especies presentaba el argumento de<br />

una forma más clara que la sexta. Esto se debe a que Darwin<br />

se sintió obligado, en ediciones posteriores, a responder a las<br />

críticas de la primera edición, críticas que hoy parecen tan anticuadas<br />

que las respuestas se encuentran en el camino, c incluso<br />

en lugares fuera del mismo. Sin embargo, no hay que caer en<br />

la tentación de ignorar las críticas de los colegas que están de<br />

moda y que uno sospecha que son prodigios pasajeros, por razones<br />

de cortesía no sólo hacia estos críticos sino también hacia<br />

sus, por otra parte, confusos lectores. Aunque tengo mis propias<br />

ideas sobre qué capítulos del libro demostraran ser, por esta<br />

razón, eventualmente efímeros, el lector -y el tiempo— lo juzgarán.<br />

Me preocupa ver que algunas amigas (afortunadamente no<br />

muchas) tratan el uso del pronombre impersonal masculino como<br />

si se mostrara intención de excluirlas. Si hubiese que hacer alguna<br />

exclusión (por suerte, no hay que hacerla), pienso que excluiría<br />

antes a los hombres, aunque cuando hice una vez una<br />

tentativa de referirme a mis lectores en abstracto como «ella»,<br />

una feminista me denunció por fomentar la condescendencia:<br />

debería decir «el o ella», y «suyo o suya». Esto es fácil de hacer<br />

si a uno no le preocupa el lenguaje, y si esto sucede no merece<br />

tener lectores de ningún sexo. En este libro, he vuelto a las reglas<br />

convencionales de los pronombres. Puedo referirme al «lector»<br />

como «él», sin pensar que mis lectores sean específicamente<br />

masculinos más de lo que un orador francés piensa que una<br />

mesa es femenina. De hecho, creo que pienso con más frecuencia<br />

que mis lectores son mujeres, pero éste es un problema personal<br />

y no me gustaría que tales consideraciones interfirieran<br />

con la forma de utilizar mi lengua materna.<br />

Personales también son algunas de mis razones de agradecimiento.<br />

Aquellos a los que no puedo hacer justicia lo comprenderán.<br />

Mis editores no vieron razones para ocultarme la identidad<br />

de sus arbitros (no de sus «críticos»; los verdaderos críticos ,<br />

tienen el mismo aire que muchos americanos por debajo de los<br />

cuarenta, y critican los libros sólo después de publicados, cuando<br />

ya es muy tarde para que el autor haga algo al respecto), por<br />

lo que me he beneficiado en gran parte de las sugerencias de<br />

John Krebs (otra vez), John Durant, Graham Cairns-Smith, Jeffrey<br />

Levinton, Michacl Ruse, Anthony Hallam y David Pye. Richard<br />

Gregory criticó amablemente el capítulo 12, y la versión<br />

final se benefició con su completa desaparición. Mark Ridley y<br />

Alan Grafen, que ya no son mis estudiantes, incluso oficialmente,<br />

son, junto con Bill Hamilton, las lumbreras que encabezan el<br />

grupo de colegas con los que discuto sobre evolución y de cuyas<br />

ideas me beneficio casi a diario. Pamela Wells, Peter Atkins y<br />

John Dawkins han criticado positivamente varios capítulos. Sarah<br />

Bunney introdujo numerosas mejoras, y John Gribbin corrigió<br />

un error importante. Alan Grafen y Will Atkinson me aconsejaron<br />

sobre problemas de cálculo, y los componentes del Apple<br />

Macintosh Syndicate del Departamento de Zoología me permitieron<br />

amablemente dibujar bioformas en su impresora láser.

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