El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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origen de la vida casi inevitable. Alternativamente, si no necesitamos<br />
utilizar todo para explicar esos dos estadios de nuestra<br />
teoría, podríamos usar lo que sobra para postular la existencia<br />
de vida en cualquier otro lugar del universo.<br />
Mi idea personal es que, una vez que la selección cumulati¬<br />
va comienza a actuar, sólo necesitamos postular una intervención<br />
relativamente pequeña del azar en la evolución posterior<br />
de la vida y de la inteligencia. La selección cumulativa, una vez<br />
iniciada, me parece lo suficientemente poderosa como para hacer<br />
no sólo probable, sino inevitable, la evolución de la inteligencia.<br />
Esto significa que podemos, si queremos, emplear virtualmente<br />
toda la intervención postulablc del azar en una gran jugada, en<br />
nuestra teoría sobre el origen de la vida en un planeta. Por tanto,<br />
tenemos a nuestra disposición, si queremos usarla, una probabilidad<br />
de uno en cien trillones como límite (o de uno en cualquier<br />
cifra de planetas disponibles que pensemos que hay) para<br />
emplearla en nuestra teoría sobre el origen de la vida. Ésta es la<br />
máxima intervención del azar que podemos postular. Supongamos<br />
que queremos sugerir, por ejemplo, que la vida empezó<br />
cuando el DNA y su maquinaria de duplicación proteica comenzaron<br />
a existir de forma espontánea. Podemos permitirnos el lujo<br />
de esta extravagante teoría siempre que la probabilidad en contra<br />
de que esta coincidencia se produzca en un planeta no exceda<br />
la cifra de uno en cien trillones.<br />
Esta asignación puede parecer grande. Tal vez demasiado para<br />
acomodar la aparición espontánea del DNA o el RNA. Pero aun<br />
así no se aproxima lo suficiente como para permitirnos hacerlo<br />
sin la colaboración de la selección cumulativa. La probabilidad<br />
en contra del montaje de un cuerpo bien diseñado que vuele<br />
como un vencejo, o nade como un delfín, o vea como un halcón,<br />
con una sola intervención del azar —selección en una sola<br />
etapa— es muchisimo mayor que el número de átomos del universo,<br />
dejando aparte el número de planetas. No, lo cierto es<br />
que necesitaremos una gran intervención de la selección cumulativa<br />
en nuestra explicación sobre la vida.<br />
Pero aunque en nuestra teoría sobre el origen de la vida tenemos<br />
derecho a decidir que el azar intervenga en una proporción<br />
máxima que ascienda, quizás, a una probabilidad de uno<br />
en cien trillones, presiento que no vamos a necesitar más que<br />
una pequeña fracción de la misma. <strong>El</strong> origen de la vida en un<br />
planeta puede que sea un suceso muy poco probable, por supuesto,<br />
para nuestros estándares actuales, o para los estándares<br />
de un laboratorio de bioquímica, y aun así ser lo suficiente como<br />
para haber ocurrido, no sólo una, sino muchas veces, en todo<br />
el universo. Podemos contemplar el argumento estadístico sobre<br />
el número de planetas como un argumento en último extremo.<br />
Al final del capítulo presentaré una cuestión paradójica, ya que la<br />
teoría que estamos buscando puede que necesite parecer poco<br />
probable, incluso milagrosa, para nuestro juicio subjetivo (debido<br />
a la manera como ha sido formado nuestro juicio subjetivo).<br />
Sin embargo, es razonable empezar a buscar esa teoría sobre el<br />
origen de la vida con un grado mínimo de improbabilidad. Si la<br />
teoría de que el DNA y su maquinaria de duplicación se originaron<br />
de manera espontánea es tan poco probable que nos obligue<br />
a asumir que la vida es muy rara en el universo, y que incluso<br />
puede ser única en la Tierra, nuestro primer recurso sería<br />
tratar de encontrar una teoría con más probabilidades. Así pues,<br />
¿podemos presentar cualquier especulación sobre los caminos relativamente<br />
probables, en los que la selección cumulativa pudo<br />
haber tenido sus comienzos?<br />
La palabra «especulación» tiene un tono peyorativo, innecesario<br />
aquí. No podemos sino especular cuando los sucesos de<br />
los que estamos hablando tuvieron lugar hace cuatro mil millones<br />
de años y en un mundo que debía de ser radicalmente distinto<br />
del que conocemos hoy. Por ejemplo, es casi seguro que<br />
no había oxigeno libre en la atmósfera. Aunque la química del<br />
mundo puede haber cambiado, las leyes de la química no lo han<br />
hecho (por eso se llaman leyes), y los químicos modernos saben<br />
lo suficiente sobre ellas como para hacer algunas especulaciones<br />
bien fundamentadas que tendrían que pasar rigurosas pruebas<br />
de credibilidad impuestas por las mismas. No se puede especular<br />
de manera salvaje e irresponsable, permitiendo a la imaginación<br />
correr desenfrenada en forma de panaceas insatisfactorias<br />
del espacio ficción, tales como los hiperdrives (hipermovimientos),<br />
time warps (deformaciones del tiempo) e infinite improbability<br />
drives (movimientos de improbabilidad infinita). De todas las<br />
especulaciones posibles sobre el origen de la vida, la mayoría<br />
chocan con las leyes de la química y pueden descartarse, incluso<br />
si utilizamos nuestro socorrido argumento estadístico sobre<br />
el número de planetas en toda su extensión. Una cuidadosa especulación<br />
selectiva es, por tanto, un ejercicio constructivo. Pero<br />
hay que ser químico para realizarla.<br />
Soy biólogo, no químico, y debo creer en los químicos y asumir<br />
sus cálculos como correctos. Distintos químicos tienen distintas<br />
teorías favoritas, por lo que no hay escasez. Podría tratar<br />
de exponerlas todas con imparcialidad. Esto sería lo correcto en<br />
un libro de texto para estudiantes. Pero éste no lo es. La idea<br />
básica del <strong>relojero</strong> <strong>ciego</strong> es que no necesitamos postular la existencia<br />
de un diseñador para comprender la vida, o cualquier otra<br />
cosa en el universo. Estamos preocupados por la clase de solu¬