El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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Se observará que cada paso dentro de esta secuencia de condiciones<br />
es esencial para el éxito del conjunto. Y aun así cada<br />
uno por sí solo no tiene utilidad. <strong>El</strong> opus perfeetum completo tiene<br />
que conseguirse simultáneamente. Las probabilidades en contra<br />
de la ocurrencia aleatoria de estas series de coincidencias son,<br />
como ya hemos constatado, astronómicas.<br />
Este tipo de argumentos son, en principio, más respetables<br />
que los basados en la pura y desnuda incredulidad. <strong>El</strong> cálculo<br />
de la improbabilidad estadística de una sugerencia es la forma<br />
correcta de ir por ahí evaluando su credibilidad. Es un método<br />
que usaré en este libro en diferentes ocasiones. Pero hay que<br />
hacerlo bien. Hay dos puntos erróneos en el argumento de Raven.<br />
Primero, la familiar y, tengo que decirlo, bastante irritante confusión<br />
de la selección natural con el «azar». La mutación es azar;<br />
pero la selección natural es lo contrario del azar. Segundo, no<br />
es cierto que «cada una por sí sola no tiene utilidad». No es<br />
verdad que el trabajo perfecto en su totalidad haya tenido que<br />
ser realizado de manera simultánea. No es verdad que cada parte<br />
sea esencial para el éxito de la totalidad. Una simple rudimentaria<br />
mitad del sistema de ecolocalízación ojo/oído o del sistema<br />
cuclillo/parasitismo es mejor que nada. Sin ningún ojo uno está<br />
completamente <strong>ciego</strong>. Con medio ojo uno puede detectar, por lo<br />
menos, la dirección general del movimiento de un depredador,<br />
aunque no pueda enfocar una imagen clara. Y esto puede significar<br />
la diferencia entre la vida y la muerte. Volveré sobre estos<br />
temas en los dos próximos capítulos.<br />
3. ACUMULAR PEQUEÑOS CAMBIOS<br />
Tiernos visto que las cosas vivas son demasiado improbables<br />
y están demasiado bellamente «diseñadas» como para haber comenzado<br />
a existir por azar. ¿Cómo, pues, comenzaron a existir?<br />
La respuesta, la de Darwin, es mediante transformaciones graduales,<br />
paso a paso, a partir de unos orígenes elementales, de<br />
unas entidades primordiales lo suficientemente simples como<br />
para haber comenzado a existir espontáneamente. Cada cambio<br />
a lo largo de este proceso gradual evolutivo fue lo suficientemente<br />
simple, comparado con su predecesor, como para haberse<br />
producido por azar. Pero la secuencia completa de pasos acumulados<br />
constituye cualquier cosa menos un proceso aleatorio,<br />
si se considera la complejidad del producto final con relación al<br />
punto de partida. <strong>El</strong> proceso acumulativo está dirigido por una<br />
supervivencia no aleatoria. La intención de este capítulo es demostrar<br />
el poder de la selección cumulativa como un proceso que,<br />
fundamentalmente, no sigue las leyes del azar.<br />
Si uno pasea arriba y abajo por una playa pedregosa, observará<br />
que las piedras no están ordenadas al azar. Las piedras más<br />
pequeñas tienden a encontrarse en zonas segregadas que discurren<br />
a lo largo de la playa, mientras que las más grandes están<br />
en zonas o franjas diferentes. Las piedras han sido clasificadas,<br />
ordenadas, seleccionadas. Una tribu que viviese cerca de la costa<br />
podría maravillarse ante esta prueba de clasificación u ordenamiento<br />
del mundo, y podría desarrollar un mito para explicarlo,<br />
atribuyéndolo, quizás, a un Gran Espíritu celestial con una mente<br />
ordenada y un gran sentido del orden. Podríamos sonreír con<br />
indiferencia ante esta idea supersticiosa, y explicar que, en realidad,<br />
el ordenamiento se debe a las fuerzas ciegas de la física,<br />
en este caso, la acción de las olas. Las olas no tienen ninguna<br />
finalidad, ni intención, ni una mente ordenada, no tienen mente.