El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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Posiblemente, el problema más difícil con el que tienen que<br />
enfrentarse los murciélagos sea el peligro de una «interferencia»<br />
inadvertida, producida por los chillidos de otros murciélagos. Los<br />
científicos han encontrado sorprendentemente difícil desviar a<br />
un murciélago de su camino emitiendo ultrasonidos artificiales<br />
de elevado volumen en su dirección. Analizándolo retrospectivamente,<br />
esto se podía haber adivinado. Los murciélagos deben<br />
de tener solucionado el problema de cómo evitar las interferencias<br />
desde hace mucho tiempo. Muchas especies viven en enormes<br />
colonias, en grutas que deben ser un babel ensordecedor<br />
de ultrasonidos y ecos, y, aun así, pueden volar rápidamente por<br />
la cueva, evitando chocar con las paredes y con los otros murciélagos<br />
en una oscuridad total. ¿Cómo está un murciélago al<br />
corriente de sus propios ecos, y no los confunde con los ecos<br />
de los otros? La primera solución que se le podría ocurrir a un<br />
ingeniero es algún tipo de código de frecuencia: cada murciélago<br />
podría tener su propia frecuencia privada, simplemente como<br />
si fuesen estaciones de radio independientes. Esto puede que<br />
suceda en cierta medida, pero, de todas formas, no es toda la<br />
historia.<br />
La manera sobre cómo los murciélagos evitan las interferencias<br />
causadas por otros murciélagos no se comprende del todo,<br />
pero una pista interesante procede de los experimentos que tratan<br />
de eludirlos. Resulta que se puede engañar a los murciélagos<br />
si se emiten sus propios chillidos retrasados artificialmente.<br />
En otras palabras, emitiendo falsos ecos de sus propios chillidos.<br />
Es incluso posible, controlando cuidadosamente el equipo<br />
electrónico, retrasar el falso eco para intentar hacer aterrizar a<br />
los murciélagos en un rellano «fantasma». Supongo que para el<br />
murciélago sería el equivalente de mirar el mundo a través de<br />
una lente.<br />
Parece ser que los murciélagos utilizan lo que podríamos llamar<br />
un «filtro de informaciones extrañas». Cada eco sucesivo<br />
procedente de los chillidos de un mismo murciélago produce<br />
una imagen del mundo que tiene sentido en términos de la imagen<br />
anterior, construida con los ecos precedentes. Si el cerebro<br />
de un murciélago escucha un eco procedente de un chillido de<br />
otro murciélago, e intenta incorporarlo a la imagen del mundo<br />
que ha construido con anterioridad, no tendrá sentido. Aparecerá<br />
como si los objetos en el mundo hubiesen saltado de repente<br />
en varias direcciones al azar. Los objetos en el mundo no<br />
se comportan de forma tan imprevista, de manera que el cerebro<br />
puede filtrar con seguridad este aparente eco como ruido<br />
de fondo. Si se suministra a un murciélago «ecos» de sus propios<br />
chillidos retrasados o acelerados artificialmente, los falsos<br />
ecos tendrán sentido en términos de la imagen del mundo que<br />
el murciélago ha construido previamente. Los falsos ecos son<br />
aceptados por el filtro de informaciones extrañas porque son posibles<br />
dentro del contexto de los ecos previos. Esto produce la<br />
sensación de que los objetos apenas han variado su posición,<br />
que es lo que puede esperarse que hagan en el mundo real. <strong>El</strong><br />
cerebro del murciélago confia en el supuesto de que el mundo<br />
descrito por cualquier impulso procedente de un eco es el mismo<br />
mundo descrito en impulsos previos, o un mundo sólo ligeramente<br />
diferente: por ejemplo, el insecto que está persiguiendo<br />
se puede haber movido un poco.<br />
Hay un artículo muy conocido, del filósofo Thomas Nagel,<br />
titulado «What is it like to be a batt» (¿Qué significa ser<br />
como un murciélago?). No trata tanto sobre los murciélagos como<br />
sobre el problema filosófico de imaginarnos qué significa ser<br />
«como» algo que no somos. La razón, sin embargo, por la que<br />
un murciélago es un ejemplo particularmente notable para un<br />
filósofo, estriba en que las experiencias de un murciélago que<br />
localiza las cosas mediante ecos se supone que son peculiarmente<br />
extrañas y diferentes de las nuestras. Si se quiere compartir<br />
la experiencia de un murciélago, es ciertamente erróneo entrar<br />
en una cueva, gritar o golpear dos cucharas, medir conscientemente<br />
el tiempo de espera antes de oír el eco, y calcular a partir<br />
de ahí la distancia a la que debe de estar la pared.<br />
Esto es parecerse a un murciélago tanto como la siguiente<br />
descripción a lo que sería ver colores: utilicemos un instrumento<br />
para medir la longitud de onda de la luz que está entrando<br />
en el ojo. Si es larga, se está viendo el rojo; si es corta, se está<br />
viendo el azul o el violeta. Lo que sucede es un hecho físico: la<br />
luz que llamamos roja tiene una longitud de onda mayor que<br />
la luz que llamamos azul. Las distintas longitudes de onda entran<br />
en contacto en nuestra retina con fotocélulas sensibles al rojo o<br />
al azul. Pero no hay trazas del concepto de longitud de onda en<br />
nuestra sensación subjetiva de ver los colores. Nada sobre «qué<br />
significa» ver azul o rojo nos dice que luz tiene la longitud de<br />
onda más larga. Si es importante (que normalmente no lo es),<br />
sólo tenemos que recordarlo, o (lo que yo hago siempre) consultarlo<br />
en un libro. De manera similar, un murciélago percibe<br />
la posición de un insecto utilizando lo que llamamos ecos. Pero<br />
lo que es seguro es que el murciélago no piensa más en términos<br />
de retrasos de ecos que lo que nosotros pensamos en términos<br />
de longitudes de ondas cuando percibimos el azul o el<br />
rojo.<br />
Por supuesto, si se nos forzara a tratar lo imposible, imaginar<br />
lo que sería parecerse a un murciélago, yo opinaría que la