El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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de sonido. Si se cruzan dos trenes que se mueven en sentido contrario, cada uno a 125 km/hora, los pasajeros de uno de los trenes oirán disminuir el silbido del otro tren, gracias al efecto Doppler, de una manera particular, ya que la velocidad relativa es de 250 km por hora. El efecto Doppler se utiliza en los radares usados por la policía para detectar la velocidad de los motoristas. Un instrumento estático emite señales de radar hacia la carretera. Las ondas del radar se reflejan en los coches que se acercan, y son registradas por un aparato receptor. Cuanto más rápido se mueva un coche, mayor será la frecuencia del efecto Doppler. Comparando la frecuencia de salida con la del eco que recibe la policía, o, mejor dicho, su instrumento automático, se puede calcular la velocidad de cada coche. Si la policía puede explotar esta técnica para medir la velocidad de los conductores temerarios, ¿no esperaríamos descubrir que los murciélagos la utilizasen también para medir la velocidad de sus presas, los insectos? La respuesta es afirmativa. Desde hace tiempo, se sabe que unos pequeños murciélagos conocidos como murciélagos-herradura emiten chillidos prolongados con un tono fijo, en lugar de chasquidos entrecortados o silbidos descendentes. Cuando digo prolongados, quiero decir prolongados para los estándares de los murciélagos. Los «chillidos» tienen una duración interior a una décima de segundo y, como veremos, suelen incluir un silbido al final de cada uno. Imaginemos, en primer lugar, un murciélago-herradura emitiendo una serie de ultrasonidos según va volando con rapidez hacia un objeto estático, como un árbol. El frente de ondas se encontrará con el árbol con un ritmo acelerado, a causa del movimiento del murciélago en su dirección. Si hubiera un micrófono escondido en el árbol, «escucharíamos» el sonido modificado por el efecto Doppler hacia tonos más agudos, a causa de este movimiento. No hay ningún micrófono en el árbol, pero el eco reflejado se modificará de igual manera hacia tonos más agudos a causa del efecto Doppler. Ahora bien, el retorno del frente de ondas de los ecos desde el árbol hacia el murciélago que se aproxima hace que el murciélago se mueva todavía con más rapidez hacia él. Se producirá, por tanto, un efecto Doppler adicional hacia tonos más agudos, en el eco que recibe el murciélago. El movimiento del murciélago conduce a un tipo de doble efecto Doppler, cuya magnitud es una indicación precisa de la velocidad del murciélago en relación con el árbol. Comparando el tono de su chillido con el tono del eco que recibe de vuelta, el murciélago (o mejor, su ordenador de vuelo situado en su cerebro) podría calcular, en teoría, la rapidez con la que se está moviendo hacia el árbol. Esto no le se­ ñalaría a qué distancia está del árbol, pero podría darle, sin embargo, una información muy útil. Si el objeto que refleja el eco no fuese un árbol estático sino un insecto en movimiento, las consecuencias del efecto Doppler serían más complejas, pero aun asi el murciélago podría calcular la velocidad del movimiento relativo entre él y su objetivo, obviamente el tipo de información que necesita un sofisticado proyectil dirigido, como es un murciélago cazando. En realidad, algunos murciélagos realizan un truco más complejo que emitir simples chillidos de tono constante y medir el tono de los ecos que vuelven. Ajustan cuidadosamente el tono de los chillidos emitidos, de forma que mantienen constante el tono del eco después de haber sido modificado por el efecto Doppler. Tan pronto como se acercan a un insecto en movimiento, el tono de sus chillidos cambia de manera constante, buscando la forma de mantener los ecos de vuelta con un tono fijo. Este ingenioso truco mantiene los ecos en el tono en que sus oídos muestran la máxima sensibilidad, lo que tiene importancia porque los ecos son muy débiles. Pueden obtener asi la información necesaria para los cálculos de su Doppler, vigilando el tono al que están obligados a gritar para conseguir un eco con un tono fijo. No sé si los mecanismos construidos por el hombre, sea el radar o el sonar, utilizan este truco tan sutil. Pero teniendo en cuenta el principio de que la mayoría de las ideas en este campo parecen haber sido desarrolladas antes por los murciélagos, no me importaría apostar a que la respuesta sea si. Sólo cabría esperar que dos técnicas tan diferentes, la del efecto Doppler y la del «chirp-radar», fuesen útiles para realizar funciones especializadas distintas. Unos grupos de murciélagos se especializan en una de ellas, otros en la otra. Algunos grupos tratan de obtener lo mejor de ambos mundos, uniendo un «silbido» de FM al final (o, algunas veces, al principio) de un «chillido» largo, con una frecuencia constante. Otro truco curioso utilizado por los murciélagos-herradura se refiere a los movimientos de sus pabellones auriculares. A diferencia de otros murciélagos, pueden mover sus pabellones auriculares en rápidos círculos hacia adelante y hacia atrás. Podría concebirse que este movimiento rápido adicional de la superficie de escucha con relación al objetivo produjera una modulación provechosa del efecto Doppler, que, a su vez, suministrase una información adicional. Cuando la oreja se mueve hacia el objetivo, aumenta la velocidad aparente del movimiento hacia el mismo. Cuando se aparta del objetivo, sucede lo contrario. El cerebro del murciélago «conoce» la dirección del movimiento de agitación de cada oreja y, en principio, podría hacer los cálculos necesarios para aprovechar esta información.

Posiblemente, el problema más difícil con el que tienen que enfrentarse los murciélagos sea el peligro de una «interferencia» inadvertida, producida por los chillidos de otros murciélagos. Los científicos han encontrado sorprendentemente difícil desviar a un murciélago de su camino emitiendo ultrasonidos artificiales de elevado volumen en su dirección. Analizándolo retrospectivamente, esto se podía haber adivinado. Los murciélagos deben de tener solucionado el problema de cómo evitar las interferencias desde hace mucho tiempo. Muchas especies viven en enormes colonias, en grutas que deben ser un babel ensordecedor de ultrasonidos y ecos, y, aun así, pueden volar rápidamente por la cueva, evitando chocar con las paredes y con los otros murciélagos en una oscuridad total. ¿Cómo está un murciélago al corriente de sus propios ecos, y no los confunde con los ecos de los otros? La primera solución que se le podría ocurrir a un ingeniero es algún tipo de código de frecuencia: cada murciélago podría tener su propia frecuencia privada, simplemente como si fuesen estaciones de radio independientes. Esto puede que suceda en cierta medida, pero, de todas formas, no es toda la historia. La manera sobre cómo los murciélagos evitan las interferencias causadas por otros murciélagos no se comprende del todo, pero una pista interesante procede de los experimentos que tratan de eludirlos. Resulta que se puede engañar a los murciélagos si se emiten sus propios chillidos retrasados artificialmente. En otras palabras, emitiendo falsos ecos de sus propios chillidos. Es incluso posible, controlando cuidadosamente el equipo electrónico, retrasar el falso eco para intentar hacer aterrizar a los murciélagos en un rellano «fantasma». Supongo que para el murciélago sería el equivalente de mirar el mundo a través de una lente. Parece ser que los murciélagos utilizan lo que podríamos llamar un «filtro de informaciones extrañas». Cada eco sucesivo procedente de los chillidos de un mismo murciélago produce una imagen del mundo que tiene sentido en términos de la imagen anterior, construida con los ecos precedentes. Si el cerebro de un murciélago escucha un eco procedente de un chillido de otro murciélago, e intenta incorporarlo a la imagen del mundo que ha construido con anterioridad, no tendrá sentido. Aparecerá como si los objetos en el mundo hubiesen saltado de repente en varias direcciones al azar. Los objetos en el mundo no se comportan de forma tan imprevista, de manera que el cerebro puede filtrar con seguridad este aparente eco como ruido de fondo. Si se suministra a un murciélago «ecos» de sus propios chillidos retrasados o acelerados artificialmente, los falsos ecos tendrán sentido en términos de la imagen del mundo que el murciélago ha construido previamente. Los falsos ecos son aceptados por el filtro de informaciones extrañas porque son posibles dentro del contexto de los ecos previos. Esto produce la sensación de que los objetos apenas han variado su posición, que es lo que puede esperarse que hagan en el mundo real. El cerebro del murciélago confia en el supuesto de que el mundo descrito por cualquier impulso procedente de un eco es el mismo mundo descrito en impulsos previos, o un mundo sólo ligeramente diferente: por ejemplo, el insecto que está persiguiendo se puede haber movido un poco. Hay un artículo muy conocido, del filósofo Thomas Nagel, titulado «What is it like to be a batt» (¿Qué significa ser como un murciélago?). No trata tanto sobre los murciélagos como sobre el problema filosófico de imaginarnos qué significa ser «como» algo que no somos. La razón, sin embargo, por la que un murciélago es un ejemplo particularmente notable para un filósofo, estriba en que las experiencias de un murciélago que localiza las cosas mediante ecos se supone que son peculiarmente extrañas y diferentes de las nuestras. Si se quiere compartir la experiencia de un murciélago, es ciertamente erróneo entrar en una cueva, gritar o golpear dos cucharas, medir conscientemente el tiempo de espera antes de oír el eco, y calcular a partir de ahí la distancia a la que debe de estar la pared. Esto es parecerse a un murciélago tanto como la siguiente descripción a lo que sería ver colores: utilicemos un instrumento para medir la longitud de onda de la luz que está entrando en el ojo. Si es larga, se está viendo el rojo; si es corta, se está viendo el azul o el violeta. Lo que sucede es un hecho físico: la luz que llamamos roja tiene una longitud de onda mayor que la luz que llamamos azul. Las distintas longitudes de onda entran en contacto en nuestra retina con fotocélulas sensibles al rojo o al azul. Pero no hay trazas del concepto de longitud de onda en nuestra sensación subjetiva de ver los colores. Nada sobre «qué significa» ver azul o rojo nos dice que luz tiene la longitud de onda más larga. Si es importante (que normalmente no lo es), sólo tenemos que recordarlo, o (lo que yo hago siempre) consultarlo en un libro. De manera similar, un murciélago percibe la posición de un insecto utilizando lo que llamamos ecos. Pero lo que es seguro es que el murciélago no piensa más en términos de retrasos de ecos que lo que nosotros pensamos en términos de longitudes de ondas cuando percibimos el azul o el rojo. Por supuesto, si se nos forzara a tratar lo imposible, imaginar lo que sería parecerse a un murciélago, yo opinaría que la

de sonido. Si se cruzan dos trenes que se mueven en sentido<br />

contrario, cada uno a 125 km/hora, los pasajeros de uno de los<br />

trenes oirán disminuir el silbido del otro tren, gracias al efecto<br />

Doppler, de una manera particular, ya que la velocidad relativa<br />

es de 250 km por hora.<br />

<strong>El</strong> efecto Doppler se utiliza en los radares usados por la policía<br />

para detectar la velocidad de los motoristas. Un instrumento<br />

estático emite señales de radar hacia la carretera. Las ondas<br />

del radar se reflejan en los coches que se acercan, y son registradas<br />

por un aparato receptor. Cuanto más rápido se mueva un<br />

coche, mayor será la frecuencia del efecto Doppler. Comparando<br />

la frecuencia de salida con la del eco que recibe la policía, o,<br />

mejor dicho, su instrumento automático, se puede calcular la<br />

velocidad de cada coche. Si la policía puede explotar esta técnica<br />

para medir la velocidad de los conductores temerarios, ¿no<br />

esperaríamos descubrir que los murciélagos la utilizasen también<br />

para medir la velocidad de sus presas, los insectos?<br />

La respuesta es afirmativa. Desde hace tiempo, se sabe que<br />

unos pequeños murciélagos conocidos como murciélagos-herradura<br />

emiten chillidos prolongados con un tono fijo, en lugar de<br />

chasquidos entrecortados o silbidos descendentes. Cuando digo<br />

prolongados, quiero decir prolongados para los estándares de los<br />

murciélagos. Los «chillidos» tienen una duración interior a una<br />

décima de segundo y, como veremos, suelen incluir un silbido<br />

al final de cada uno. Imaginemos, en primer lugar, un murciélago-herradura<br />

emitiendo una serie de ultrasonidos según va volando<br />

con rapidez hacia un objeto estático, como un árbol. <strong>El</strong><br />

frente de ondas se encontrará con el árbol con un ritmo acelerado,<br />

a causa del movimiento del murciélago en su dirección.<br />

Si hubiera un micrófono escondido en el árbol, «escucharíamos»<br />

el sonido modificado por el efecto Doppler hacia tonos más agudos,<br />

a causa de este movimiento. No hay ningún micrófono en<br />

el árbol, pero el eco reflejado se modificará de igual manera hacia<br />

tonos más agudos a causa del efecto Doppler. Ahora bien, el<br />

retorno del frente de ondas de los ecos desde el árbol hacia el<br />

murciélago que se aproxima hace que el murciélago se mueva<br />

todavía con más rapidez hacia él. Se producirá, por tanto, un<br />

efecto Doppler adicional hacia tonos más agudos, en el eco que<br />

recibe el murciélago. <strong>El</strong> movimiento del murciélago conduce a<br />

un tipo de doble efecto Doppler, cuya magnitud es una indicación<br />

precisa de la velocidad del murciélago en relación con el<br />

árbol. Comparando el tono de su chillido con el tono del eco<br />

que recibe de vuelta, el murciélago (o mejor, su ordenador de<br />

vuelo situado en su cerebro) podría calcular, en teoría, la rapidez<br />

con la que se está moviendo hacia el árbol. Esto no le se­<br />

ñalaría a qué distancia está del árbol, pero podría darle, sin embargo,<br />

una información muy útil.<br />

Si el objeto que refleja el eco no fuese un árbol estático sino<br />

un insecto en movimiento, las consecuencias del efecto Doppler<br />

serían más complejas, pero aun asi el murciélago podría calcular<br />

la velocidad del movimiento relativo entre él y su objetivo,<br />

obviamente el tipo de información que necesita un sofisticado<br />

proyectil dirigido, como es un murciélago cazando. En realidad,<br />

algunos murciélagos realizan un truco más complejo que emitir<br />

simples chillidos de tono constante y medir el tono de los ecos<br />

que vuelven. Ajustan cuidadosamente el tono de los chillidos<br />

emitidos, de forma que mantienen constante el tono del eco después<br />

de haber sido modificado por el efecto Doppler. Tan pronto<br />

como se acercan a un insecto en movimiento, el tono de sus<br />

chillidos cambia de manera constante, buscando la forma de<br />

mantener los ecos de vuelta con un tono fijo. Este ingenioso<br />

truco mantiene los ecos en el tono en que sus oídos muestran<br />

la máxima sensibilidad, lo que tiene importancia porque los ecos<br />

son muy débiles. Pueden obtener asi la información necesaria<br />

para los cálculos de su Doppler, vigilando el tono al que están<br />

obligados a gritar para conseguir un eco con un tono fijo. No sé<br />

si los mecanismos construidos por el hombre, sea el radar o el<br />

sonar, utilizan este truco tan sutil. Pero teniendo en cuenta el<br />

principio de que la mayoría de las ideas en este campo parecen<br />

haber sido desarrolladas antes por los murciélagos, no me importaría<br />

apostar a que la respuesta sea si.<br />

Sólo cabría esperar que dos técnicas tan diferentes, la del<br />

efecto Doppler y la del «chirp-radar», fuesen útiles para realizar<br />

funciones especializadas distintas. Unos grupos de murciélagos se<br />

especializan en una de ellas, otros en la otra. Algunos grupos tratan<br />

de obtener lo mejor de ambos mundos, uniendo un «silbido»<br />

de FM al final (o, algunas veces, al principio) de un «chillido»<br />

largo, con una frecuencia constante. Otro truco curioso utilizado<br />

por los murciélagos-herradura se refiere a los movimientos de sus<br />

pabellones auriculares. A diferencia de otros murciélagos, pueden<br />

mover sus pabellones auriculares en rápidos círculos hacia adelante<br />

y hacia atrás. Podría concebirse que este movimiento rápido<br />

adicional de la superficie de escucha con relación al objetivo<br />

produjera una modulación provechosa del efecto Doppler, que,<br />

a su vez, suministrase una información adicional. Cuando la oreja<br />

se mueve hacia el objetivo, aumenta la velocidad aparente del<br />

movimiento hacia el mismo. Cuando se aparta del objetivo, sucede<br />

lo contrario. <strong>El</strong> cerebro del murciélago «conoce» la dirección<br />

del movimiento de agitación de cada oreja y, en principio, podría<br />

hacer los cálculos necesarios para aprovechar esta información.

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