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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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Ahora bien, en tanto no conozcamos lodos los pros y contras<br />

de cómo se desarrollan los embriones, hay espacio para no<br />

estar de acuerdo sobre la probabilidad de que estas mutaciones<br />

concretas hayan, o no, existido. Podría resultar, por ejemplo, que<br />

no haya nada en la embriología de los mamíferos que prohiba<br />

las alas de ángel, y que la Caricatura del darwinista fuese cierta,<br />

en este caso concreto, al sugerir que podían originarse brotes de<br />

alas de ángel pero que no serían favorecidas por la selección. O<br />

podría resultar que cuando sepamos más sobre embriología veamos<br />

que las alas de ángel no tuvieron nunca un comienzo, y<br />

que, por tanto, la selección nunca tuvo la posibilidad de favorecerlas.<br />

Hay una tercera posibilidad, que deberíamos citar para<br />

que estuvieran completas, que la embriología no permitiese la<br />

posibilidad de desarrollo de alas de ángel y que la selección no<br />

las hubiese favorecido nunca aunque hubiesen existido. Pero en<br />

lo que debemos insistir es en que no podemos ignorar las limitaciones<br />

que impone la embriología sobre la evolución. Todos<br />

los darwinistas serios estarían de acuerdo sobre esto y, aun así,<br />

algunas personas describen a los darwinistas como negándolo.<br />

Resulta que la gente que hace mucho ruido sobre las «limitaciones<br />

del desarrollo» como una fuerza supuestamente antidar¬<br />

winista, están confundiendo el darwinismo con la caricatura del<br />

darwinismo que parodié antes.<br />

Todo esto empezó con una discusión sobre qué queremos<br />

significar cuando decimos que una mutación es aleatoria. Cité<br />

tres aspectos en los que las mutaciones no son aleatorias: si está<br />

inducida por los rayos X, etc.; la frecuencia de mutación es diferente<br />

para distintos genes; y la frecuencia de las mutaciones<br />

en un sentido no tiene que ser igual a la frecuencia en el sentido<br />

contrario. Hemos añadido un cuarto aspecto, en el que las<br />

mutaciones no serían aleatorias, en el sentido de que sólo pueden<br />

alterarse los procesos existentes de desarrollo embrionario.<br />

No pueden conjurar, partiendo del humo, cualquier cambio concebible<br />

que pudiese favorecer la selección. La variación disponible<br />

para que actúe la selección está limitada por los procesos<br />

embriológicos, en la forma que existen realmente.<br />

Hay un quinto aspecto, en el que las mutaciones podrían<br />

haber sido no aleatorias. Podemos imaginarnos una forma de<br />

mutación que estuviese sistemáticamente predispuesta, en el sentido<br />

de mejorar la adaptación del animal a su vida. Pero, aunque<br />

podamos imaginarlo, nadie ha estado nunca cerca de sugerir<br />

por qué clase de mecanismo sucede así. Es sólo en este quinto<br />

aspecto, el «mutacionista», en el que el verdadero darwinisla,<br />

el de la vida real, insiste en que las mutaciones son aleatorias.<br />

Las mutaciones no están siempre influenciadas en el sentido de<br />

una mejora adaptativa, y no se conoce ningún mecanismo (para<br />

poner las cosas suavemente) que pudiese guiar a las mutaciones<br />

en direcciones que no son aleatorias en este quinto sentido. Las<br />

mutaciones son aleatorias con respecto a los cambios adaptati¬<br />

vos, aunque no lo son en otros muchos aspectos. Es la selección,<br />

y sólo la selección, la que dirige la evolución en direcciones<br />

que no son aleatorias respecto a las ventajas. <strong>El</strong> mutacionis¬<br />

mo no sólo está equivocado. Nunca podría haber sido correcto.<br />

No es, en principio, capaz de explicar la evolución de las mejoras.<br />

<strong>El</strong> mutacionismo pertenece al mismo grupo que el lamarc¬<br />

kismo, no como un rival refutado del darwinismo sino como un<br />

rival que no lo es, después de todo.<br />

Lo mismo es cierto del siguiente supuesto rival de la selección<br />

darwinista, defendido por el genetista de Cambridge Gabriel<br />

Dover, bajo el antiguo nombre de «fuerza molecular» (como<br />

todas las cosas están hechas de moléculas, no resulta obvio por<br />

qué el hipotético proceso de Dover debería merecer el nombre<br />

de fuerza molecular más que cualquier otro proceso evolutivo;<br />

me recuerda a un hombre que conoci, que se quejaba de dolor<br />

de estómago, y solucionaba el problema utilizando su fuerza<br />

mental). Motoo Kimura y los demás defensores de la teoría neutralista<br />

de la evolución no hacen, como vimos, falsas reclamaciones<br />

en defensa de su teoría. No se hacen ilusiones de que<br />

las desviaciones aleatorias sean un rival para la selección como<br />

explicación de la evolución adaptativa. Reconocen que sólo la<br />

selección natural puede guiar a la evolución en direcciones adap¬<br />

tativas. Su reclamación consiste en que muchos cambios evolutivos<br />

(de la forma que los genetistas moleculares ven estos cambios)<br />

no son adaptativos. Dover no tiene estas modestas exigencias<br />

para su teoría. Piensa que puede explicar toda la evolución<br />

sin la selección natural, aunque concede, generosamente, que<br />

también puede haber talgo cierto en la selección natural!<br />

A lo largo de este libro, nuestro recurso principal, cuando<br />

consideramos estos temas, ha sido el ejemplo del ojo, aunque<br />

sólo en representación de un gran conjunto de órganos demasiado<br />

complejos y bien diseñados como para haberse producido<br />

por azar. Sólo la selección natural, que he considerado repetidamente,<br />

está cerca de ofrecer una explicación posible para el ojo<br />

humano y otros órganos comparables por su extrema perfección<br />

y complejidad. Por suerte, Dover se ha mostrado explícitamente<br />

capaz de enfrentarse con el desafío, y ha ofrecido su propia explicación<br />

sobre la evolución del ojo. Asumamos, dice, que se<br />

necesitan 1000 etapas evolutivas para que evolucione un ojo a<br />

partir de la nada. <strong>El</strong>lo significa que necesitaremos una secuencia<br />

de 1000 cambios genéticos para transformar un trozo de piel

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