El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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Ha habido momentos en la historia de la ciencia en los que<br />
toda una ciencia ortodoxa ha sido desechada a causa de un sólo<br />
hecho desproporcionado. Sería arrogante afirmar que tales hechos<br />
no vuelvan a ocurrir. Pero nosotros, de una forma natural<br />
y acertada, pedimos unos estándares de autenticidad más elevados,<br />
antes de aceptar un hecho que pondría patas arriba una<br />
estructura científica desarrollada, que antes de aceptar un hecho<br />
que, aunque sorprendente, se acomoda fácilmente a las ideas<br />
científicas existentes. Para confirmar la existencia de un plesiosaurio<br />
en el lago Ness, aceptaría la evidencia de mis propios ojos.<br />
Si viese a un hombre levitando, antes de rechazar toda la física,<br />
sospecharía que soy víctima de una alucinación o de un conjuro.<br />
Existe un espectro continuo, desde las teorías que probablemente<br />
no son verdad, pero que podrían serlo, hasta las teorías<br />
que sólo podrían ser verdad a costa de echar abajo grandes estructuras<br />
de ciencia ortodoxa desarrollada.<br />
Ahora bien, ¿dónde encaja el lamarckismo dentro de este espectro<br />
continuo? Está normalmente presente en el extremo del<br />
«no es cierto pero podría serlo». Quiero demostrar la tesis de<br />
que, aunque no está en la misma clasificación que la levitación<br />
debida al poder de la plegaria, el lamarckismo, o más específicamente<br />
la herencia de las características adquiridas, está más cerca<br />
del extremo de la «levitación» en el espectro continuo que del<br />
extremo del «monstruo del lago Ness». La herencia de las características<br />
adquiridas no es una de esas cosas que podrían ser<br />
verdad pero que probablemente no lo son. Discutiré que sólo<br />
podría ser verdad si se eliminase uno de los principios de embriología<br />
más apreciados y con mayor éxito. <strong>El</strong> lamarckismo, por<br />
tanto, necesita estar sujeto a un nivel mayor de escepticismo que<br />
el habitual en «el monstruo del lago Ness». ¿Cuál es, entonces,<br />
el principio embriológico que habría que eliminar antes de poder<br />
aceptar el lamarckismo? Voy a tener que explicarlo un poco. La<br />
explicación parecerá una divagación, pero se aclarará su importancia.<br />
Y recuérdese que todo esto es antes de empezar con el<br />
argumento de que el lamarckismo, aunque fuese cierto, sería todavía<br />
incapaz de explicar la evolución de la adaptación de la complejidad.<br />
<strong>El</strong> campo de discusión es, entonces, la embriología. Tradi¬<br />
cionalmente, ha existido una profunda división entre dos actitudes<br />
diferentes en cuanto a la manera en la que una sola célula<br />
se transforma en una criatura adulta. Su denominación oficial<br />
es la de preformacionistas y epigénesis, pero en sus versiones<br />
modernas las llamaré la teoría de las copias y la teoría de la<br />
receta. Los primeros preformacionistas creían que el cuerpo adulto<br />
estaba preformado dentro de la célula, a partir de la cual se<br />
desarrollaba. Uno de ellos se imaginó que podía ver en su microscopio<br />
a un hombre en miniatura -un «homunculus»- hecho<br />
un ovillo dentro de un espermatozoide (ino en el huevo!). <strong>El</strong><br />
desarrollo embrionario, para él, era sencillamente un proceso de<br />
crecimiento. Todas las partes del cuerpo adulto estaban ya allí,<br />
preformadas. Cada homunculus masculino tendría sus propios<br />
espermatozoos ultraminiatura, en los que estarían sus propios hijos<br />
hechos unos ovillos, conteniendo cada uno de ellos a sus<br />
nietos hechos también unos ovillos... Aparte este problema de<br />
la regresión infinita, el preformacionismo inocente ignora que<br />
era mucho menos obvio en el siglo xvii que ahora, el hecho de<br />
que los hijos heredan atributos de la madre y del padre. Para<br />
ser justos, hubo otros preformacionistas llamados ovistas, bastante<br />
más numerosos que los «espermistas», que creían que el<br />
ser adulto estaba preformado en el huevo en lugar del espermatozoide.<br />
Pero el ovismo sufre los mismos problemas que el es¬<br />
permismo.<br />
<strong>El</strong> preformacionismo moderno no sufre estos dos problemas<br />
pero aun así es erróneo. <strong>El</strong> preformacionismo moderno -la teoría<br />
de las copias- mantiene que el DNA del huevo fertilizado<br />
es equivalente a una copia del cuerpo adulto. Una copia es una<br />
miniatura a escala del objeto real. <strong>El</strong> objeto real -la casa, el<br />
coche, o lo que sea- es un objeto tridimensional, mientras que<br />
una copia es bidimensional. Se puede representar un objeto tridimensional<br />
como un edificio mediante un conjunto de planos<br />
bidimensionales: un plano de cada piso, varias proyecciones de<br />
la elevación, etc. Esta reducción en dimensiones es cuestión de<br />
conveniencia. Los arquitectos podrían facilitar a los constructores<br />
modelos tridimensionales de los edificios hechos a escala con<br />
cerillas y madera de balsa, aunque el conjunto de modelos bidi¬<br />
mensionales hechos en papel -las copias- son más fáciles de<br />
transportar, de corregir y más de trabajar con ellas.<br />
Es necesaria una reducción adicional a una dimensión, si se<br />
van a almacenar las copias en un ordenador con un código de<br />
pulsaciones y se van a transmitir, por ejemplo, por línea telefónica<br />
a otra parte del país. Esto se hace fácilmente volviendo a<br />
codificar cada copia bidimensional como un «registro» unidimensional.<br />
Las imágenes de televisión son codificadas para su transmisión<br />
por las ondas. De nuevo, la compresión dimensional es un<br />
mecanismo de codificación esencialmente trivial. Lo importante<br />
es que hay todavía una correspondencia, punto por punto, entre<br />
la copia y el edificio. Cada trozo de copia se corresponde con<br />
un trozo equivalente de edificio. En cierto sentido, la copia es un<br />
edificio «preformado» en miniatura, aunque la miniatura puede<br />
ser registrada en menos dimensiones de las que tiene el edificio.