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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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ata. Estos dos antepasados existieron realmente, en un momento<br />

determinado de la historia. Uno de ellos tiene que ser más<br />

reciente que el otro, de forma que la hemoglobina B o el fibri¬<br />

noneptido B tienen que estar equivocados en su estimación de<br />

las relaciones evolutivas. Como ya he dicho, no necesitamos<br />

preocuparnos de estas pequeñas discrepancias. Esperamos una<br />

cierta cantidad de convergencia y coincidencias. Si estamos verdaderamente<br />

más cerca del perro, significa que nosotros y la rata<br />

hemos convergido uno con otro con respecto a nuestro fibrino¬<br />

péptido B. Si estamos verdaderamente más cerca de la rata, significa<br />

que nosotros y el perro hemos convergido uno con otro<br />

con respecto a nuestra hemoglobina B. Podemos hacernos una<br />

idea de qué situación es más probable mirando otras moléculas.<br />

Pero no continuaré con este tema: ya he hecho hincapié en este<br />

punto.<br />

Dije que la taxonomía era uno de los campos biológicos con<br />

peor genio, y uno de los más rencorosos. Stephen Gould la ha<br />

caracterizado bien con la frase «nombres y malicia». Los taxonomistas<br />

parecen sentir con pasión sus escuelas de pensamiento,<br />

de una forma que esperaríamos en ciencias políticas o en<br />

economía, pero no en una ciencia académica. Está claro que los<br />

miembros de una escuela determinada de taxonomía piensan de<br />

sí mismos que son una comunidad de hermanos acosada, como<br />

los primeros cristianos. Me di cuenta de ello cuando un conocido<br />

taxonomista me dio, pálido y consternado, la «noticia» de<br />

que Fulano de tal (el nombre no importa) se había «cambiado a<br />

los cladistas».<br />

La siguiente revisión breve de las escuelas de pensamiento<br />

taxonómico es probable que moleste a algunos de sus miembros,<br />

pero no más de lo que ellos se enfurecen habitualmente<br />

entre sí, de forma que no haré más daño. En términos de su<br />

filosofía fundamental, los taxonomistas caen principalmente dentro<br />

de dos campos. Por una parte, están aquellos que no se<br />

andan con rodeos sobre el hecho de que su finalidad es descubrir<br />

las relaciones evolutivas. Para ellos (y para mí) un buen árbol<br />

taxonómico es un árbol genealógico de relaciones evolutivas.<br />

Cuando hacen taxonomía, utilizan todos los métodos a su alcance<br />

para dar la mejor opinión posible sobre la cercanía del parentesco<br />

de los animales entre sí. Fs difícil encontrar un nombre<br />

para estos taxonomistas, porque el nombre obvio, «taxonomistas<br />

evolutivos», ha sido usurpado por una subescuela determinada.<br />

A veces, se les llama «filetistas». He escrito este capítulo,<br />

hasta ahora, desde un punto de vista filetista.<br />

Pero hay muchos taxonomistas que actúan de manera diferente,<br />

por razones bastante manifiestas. Aunque es probable que<br />

estén de acuerdo en que uno de los últimos fines de la taxonomía<br />

es el de realizar descubrimientos sobre las relaciones evolutivas,<br />

insisten en mantener la práctica de la taxonomia separada<br />

de la teoría -presumiblemente de la teoría evolutiva—, o sea,<br />

de lo que ha conducido a establecer el patrón de semejanzas.<br />

Estos taxonomistas estudian patrones de semejanzas por sí mismos.<br />

No hacen juicios previos sobre si el patrón de semejanza<br />

está producido por la historia evolutiva y si se debe al estrecho<br />

parentesco. Prefieren construir su taxonomía utilizando sólo el<br />

patrón de semejanzas.<br />

Una ventaja es que, si se tienen dudas sobre la evolución,<br />

pueden utilizarse los patrones de semejanza para probarlo. Si la<br />

evolución es cierta, las semejanzas entre los animales deberían<br />

seguir ciertos patrones predictibles, notablemente el patrón de<br />

ensamblamiento jerárquico. Si la evolución es falsa. Dios sabe<br />

qué patrón podríamos esperar, pero no habría una razón obvia<br />

para esperar un patrón jerárquico ensamblado. Si se asume la<br />

evolución a través del quehacer de la propia taxonomía, insiste<br />

esta escuela, podrían utilizarse los resultados del propio trabajo<br />

taxonómico para apoyar la verdad sobre la evolución: el argumento<br />

sería circular. Este argumento tendría tuerza si alguien<br />

tuviese serias dudas sobre la verdad de la evolución. Una vez<br />

más, es difícil encontrar un nombre adecuado para esta segunda<br />

escuela de pensamiento entre los taxonomistas. Los llamaré<br />

los «observadores de semejanzas».<br />

Los filetistas, los taxonomistas que tratan de descubrir las relaciones<br />

evolutivas, se dividen en dos escuelas de pensamiento.<br />

Los cladistas, que siguen los principios establecidos por Willi<br />

Hennig en su famoso libro Phylogenetic Systematics (Sistematización<br />

filogenética), y los taxonomistas evolutivos «tradiciona¬<br />

les». Los cladistas están obsesionados con las ramificaciones. Para<br />

ellos, el fin de la taxonomía es descubrir el orden en el que se<br />

dividen las descendencias a lo largo de la evolución. No les importa<br />

lo mucho o poco que hayan cambiado estas descendencias<br />

desde el punto en el que se ramificaron. Los taxonomistas<br />

evolutivos «tradicionales» (no lo digo en sentido peyorativo) se<br />

diferencian de los dadistas principalmente en que no consideran<br />

sólo la evolución de tipo ramificado. También toman en<br />

cuenta lodo el cambio que tiene lugar durante la evolución; no<br />

sólo las ramificaciones.<br />

Los dadistas piensan en términos de árboles ramificados,<br />

desde el comienzo de su trabajo. Comienzan dibujando todos<br />

los árboles ramificados posibles para los animales con los que<br />

están tratando (sólo las bifurcaciones, porque ¡la paciencia tiene<br />

límites!). Como vimos cuando explicamos la taxonomía mole¬

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