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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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ías, no importa lo diferentes que parezcan entre sí, son sorprendentemente<br />

uniformes cuando descendemos a la estructura<br />

molecular básica. Esto se ve de una forma más dramática en el<br />

propio código genético. <strong>El</strong> diccionario genético tiene 64 palabras<br />

de DNA de tres letras cada una. Cada una de estas palabras tiene<br />

una traducción precisa en el lenguaje de las proteínas (bien sea<br />

un aminoácido o un signo de puntuación determinado). <strong>El</strong> lenguaje<br />

parece ser arbitrario en el mismo sentido en que lo es un<br />

lenguaje humano (no hay nada intrínseco en el sonido de la palabra<br />

«casa», por ejemplo, que sugiera al que lo escucha un atributo<br />

cualquiera de una vivienda). Una vez establecido esto, es<br />

un hecho de gran importancia que las cosas vivas, sin importar<br />

lo diferentes que sean respecto a su apariencia externa, «hablen»<br />

el mismo lenguaje a nivel de sus genes. <strong>El</strong> código genético es<br />

universal. Para mí, es una prueba casi concluyente de que todos<br />

los organismos descienden de un antepasado común. La probabilidad<br />

de que se origine dos veces un mismo diccionario con<br />

significados «arbitrarios» es muy pequeña. Como vimos en el<br />

capítulo 6, puede que alguna vez hayan existido otros organismos<br />

que utilizasen un lenguaje genético diferente, pero ya no<br />

están entre nosotros. Todos los organismos supervivientes descienden<br />

de un antepasado único, del cual han heredado un diccionario<br />

genético casi idéntico, aunque arbitrario, respecto a cada<br />

una de las 64 palabras de DNA.<br />

Sólo hay que pensar en el impacto de este hecho sobre la<br />

taxonomía. Antes de la era de la biología molecular, los zoólogos<br />

sólo tenían confianza en el parentesco de aquellos animales<br />

que compartían un gran número de características anatómicas.<br />

La biología molecular abrió de repente un nuevo cofre del tesoro<br />

de las semejanzas que añadir a la escasa lista ofrecida por la<br />

anatomía y la embriología. Las 64 identidades (semejanzas es<br />

una palabra que no tiene demasiada fuerza) del diccionario genético<br />

compartido son el comienzo. La taxonomía se ha transformado.<br />

Lo que una vez fueron vagas opiniones de parentesco<br />

se ha transformado en cuasi-certeza estadística.<br />

La completa universalidad, palabra por palabra, del diccionario<br />

genético es, para el laxonomista, algo demasiado bueno. Una<br />

vez que nos ha revelado que todas las cosas vivas están emparentadas.<br />

no puede decirnos que pares tienen un parentesco más<br />

estrecho que otros. Pero otras informaciones moleculares sí pueden<br />

porque aquí encontramos un grado de semejanza variable<br />

en lugar de una identidad total. <strong>El</strong> producto de la maquinaria<br />

genética traductora, recordemos, lo constituyen las moléculas de<br />

proleína. Cada una es una frase, una cadena de palabras de aminoácidos<br />

del diccionario. Podemos leer estas frases en su forma<br />

traducida de proteínas o en su forma original de DNA. Aunque<br />

todas las cosas vivas comparten el mismo diccionario, no elaboran<br />

todas las mismas frases con su parle del diccionario compartido.<br />

<strong>El</strong>lo nos ofrece la oportunidad de encontrar varios grados<br />

de parentesco. Las secuencias de proteínas, aunque diferentes<br />

en los detalles, tienen, en su conjunto, patrones similares.<br />

Para cualquier pareja de organismos, podemos encontrar siempre<br />

secuencias que son suficientemente similares para ser obviamente<br />

versiones ligeramente «alteradas» de la misma secuencia<br />

ancestral. Ya lo hemos visto en el ejemplo de las pequeñas<br />

diferencias que existen entre las secuencias que codifican las historias<br />

de las vacas y los guisantes.<br />

Los taxonomistas pueden comparar las secuencias moleculares,<br />

igual que podrían comprar los huesos del cráneo o de las<br />

patas. Puede asumirse que las secuencias estrechamente relacionadas<br />

proceden de parientes cercanos; y las secuencias con más<br />

diferencias, de parientes más lejanos. Estas secuencias están construidas<br />

con el diccionario universal que no tiene más de 64 palabras.<br />

La belleza de la biología molecular moderna consiste en<br />

que podemos medir con exactitud la diferencia entre dos animales,<br />

como el número exacto de palabras que difieren en sus<br />

versiones de una secuencia concreta. En términos del hiperes¬<br />

pacio genético del capítulo 3, podemos medir cuántos pasos separan<br />

un animal de otro, por lo menos respecto de una molécula<br />

proteica determinada.<br />

Una ventaja adicional de la utilización de secuencias moleculares<br />

en taxonomía es que, de acuerdo con una influyente escuela<br />

de genetistas, los «neutralistas» (los encontraremos de<br />

nuevo en el próximo capítulo), la mayoria de los cambios evolutivos<br />

que transcurren a nivel molecular son neutrales. Lo cual<br />

significa que no se deben a la selección natural, sino que son<br />

fortuitos y, por tanto, que, excepto en algún caso de mala suerte,<br />

el fantasma de la convergencia no está aquí para confundir<br />

al taxonomista. Un hecho relacionado, como ya hemos visto, es<br />

que cualquier clase de molécula parece evolucionar con un ritmo<br />

aproximadamente constante en grupos de animales bastante diferentes.<br />

Esto significa que el número de diferencias entre moléculas<br />

comparables de dos animales, por ejemplo, el citocromo<br />

humano y el del jabalí, es una buena medida del tiempo que ha<br />

pasado desde que vivió su antepasado común. Tenemos un «reloj<br />

molecular» bastante preciso. <strong>El</strong> reloj molecular nos permite calcular<br />

no sólo qué parejas de animales tienen antepasados comunes<br />

más recientes, sino también cuándo vivieron, aproximadamente.<br />

<strong>El</strong> lector puede que se sienta ahora confundido, por una apa¬

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