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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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no es una tendencia evolutiva, sino una tendencia hacia la sucesión<br />

de estadios. como la tendencia hacia las plantas más y más<br />

grandes cuando un trozo de tierra de desecho es colonizado sucesivamente<br />

por semillas pequeñas, hierbas más grandes y, finalmente.<br />

los árboles del climax del bosque maduro. De cualquier<br />

forma, ya sea que definamos esta tendencia como una sucesión<br />

de estadios, o como una tendencia evolutiva, los defensores de<br />

la selección de especies pueden estar en lo cierto al creer que<br />

es esta clase de tendencia la que ellos, como paleontólogos, enfrentan<br />

a menudo, en las sucesivas capas de la historia fósil. Pero,<br />

como he señalado, nadie quiere decir que la selección de especies<br />

sea una explicación importante para la evolución de las adaptaciones<br />

complejas. Aquí está el porqué.<br />

Las adaptaciones complejas no son, en muchos casos, propiedad<br />

de las especies, sino de los individuos. Las especies no<br />

tienen ojos ni corazón; los individuos sí. Si una especie se extingue<br />

por la pobreza de su visión, significa presumiblemente<br />

que cada individuo en esta especie murió debido a su escasa<br />

visión. La cualidad de la visión es una propiedad de los animales<br />

individuales. ¿Qué clase de rasgos característicos puede decirse<br />

que tienen las especies? La respuesta debería ser aquellos<br />

que afectan a su supervivencia y a su reproducción, de una forma<br />

que no podría reducirse a la suma de sus efectos sobre la supervivencia<br />

y reproducción individuales. En el ejemplo hipotético<br />

de los caballos, sugerí que esta minoría de especies en las<br />

que los individuos más grandes resultan favorecidos tiene menos<br />

probabilidades de extinguirse que la mayoría de las especies en<br />

las que se favorece a los individuos más pequeños. Pero no resulta<br />

muy convincente. Es difícil pensar alguna razón por la que<br />

la posibilidad de supervivencia de la especie debiera separarse<br />

de la suma de las posibilidades de supervivencia de los miembros<br />

individuales de la misma.<br />

Un caso más claro de rasgos característicos a nivel de especie<br />

es el siguiente ejemplo hipotético. Supongamos que en una<br />

especie todos los individuos se ganen la vida de la misma manera.<br />

Los koalas, por ejemplo, viven en eucaliptos y sólo comen<br />

hojas de eucalipto. Las especies como ésta pueden denominarse<br />

uniformes. Otras especies pueden tener diversos individuos que<br />

se ganan la vida de distintas formas. Cada individuo podría ser<br />

tan especializado como un koala, pero la especie en su totalidad<br />

mostraría una variedad de hábitos dietéticos. Algunos miembros<br />

de la especie no comerían nada que no fueran hojas de eucaliptos;<br />

otros nada que no fuese trigo; otros nada que no fuesen<br />

batatas; otros nada que no fuesen cáscaras de limón, y así sucesivamente.<br />

Llamaremos a esta segunda clase especies variadas.<br />

Ahora, pienso que es fácil imaginarse unas circunstancias en las<br />

que fuese más probable que se extinguiesen las especies uniformes<br />

que las variadas. Los koalas dependen totalmente del suministro<br />

de eucaliptos, por lo que una plaga similar a la de los<br />

olmos de tipo holandés acabaría con ellos. En las especies variadas,<br />

por otra parte, algunos miembros sobrevivirían a cualquier<br />

plaga determinada de plantas comestibles, y la especie continuaría.<br />

Es también fácil creer que las especies variadas tienen más<br />

probabilidades de producir especies hijas, que las uniformes.<br />

Aquí quizá hubiera un ejemplo de verdadera selección a nivel<br />

de especie. A diferencia de la falta de visión o de la longitud de<br />

las patas, la «uniformidad» o la «variedad» son verdaderos rasgos<br />

característicos a nivel de especie. Su problema es que son<br />

muy escasos.<br />

Una interesante teoría elaborada por el evolucionista americano<br />

Egbert Leigh puede interpretarse como candidata a ejemplo<br />

de verdadera selección a nivel de especie, aunque fue sugerida<br />

antes de que la frase «selección de especies» se pusiese de<br />

moda. Leigh estaba interesado en un problema perenne, la evolución<br />

del comportamiento «altruista» en los individuos. Reconoció<br />

que si los intereses del individuo entrasen en conflicto<br />

con los de la especie, los del individuo -intereses a corto plazoprevalecerían.<br />

Parece que nada puede frenar la marcha egoísta<br />

de los genes. Pero Leigh hizo la siguiente sugerencia interesante.<br />

Debe de haber algunos grupos o especies en los que da la<br />

casualidad de que lo que es mejor para el individuo coincide<br />

bastante con lo que es mejor para la especie. Y debe de haber<br />

otras especies en las que los intereses del individuo se aparten<br />

bastante de los de la especie. En igualdad de condiciones, el segundo<br />

tipo de especie tendría más probabilidades de extinguirse.<br />

Una forma de selección de especies podría favorecer, no el<br />

sacrificio individual, sino las especies en las que no se le pide al<br />

individuo que sacrifique su propio bienestar. Podríamos ver evolucionar<br />

entonces un comportamiento altruista, porque la selección<br />

de especies habría favorecido aquellas en las que el interés<br />

de los propios individuos resulta mejor servido por su aparente<br />

altruismo.<br />

Quizás el ejemplo más dramático de un rasgo característico<br />

a nivel de especies se refiera al modo de reproducción, sexual<br />

versus asexual. Por razones en las que no puedo entrar por falta<br />

de espacio, la existencia de la reproducción sexual plantea un<br />

gran rompecabezas teórico para los darvinistas. Hace muchos<br />

años, R. A. Fisher, hostil a la idea de la existencia de una selección<br />

a niveles superiores al de los organismos individuales, estaba<br />

preparado para hacer una excepción en el caso de la se¬

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