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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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Sudáfrica. Aunque había sido casi destruido antes de que se reconociese<br />

su incalculable valor, sus restos en descomposición<br />

atrajeron la atención de un cualificado zoólogo sudafricano. Tal<br />

vez, incapaz de creer lo que veían sus ojos, lo identificó como<br />

un celacanto vivo, y lo llamó Latimeria. Desde entonces, han<br />

sido pescados en la misma área algunos especímenes, y la especie<br />

ha sido estudiada y descrita adecuadamente. Es un «fósil viviente»,<br />

en el sentido de que no ha cambiado prácticamente nada<br />

desde los tiempos de sus antepasados fósiles, hace cientos de<br />

millones de años.<br />

Así que, tenemos los períodos estáticos. ¿Qué hacer con<br />

ellos? ¿Cómo los vamos a explicar? Algunos de nosotros diríamos<br />

que la línea de descendencia que conduce hasta el Latimeria<br />

permaneció inmóvil porque la selección natural no la movió.<br />

En cierto sentido, no tenía «necesidad» de evolucionar, porque<br />

estos animales habían encontrado una forma de vida en las profundidades<br />

del mar, donde las condiciones no cambian mucho.<br />

Tal vez, nunca participaron en una carrera de armamentos. Sus<br />

primos, los que salieron del agua hacia la tierra firme, evolucionaron<br />

porque la selección natural les forzó a hacerlo, bajo diversas<br />

condiciones hostiles, incluyendo las carreras de armamentos.<br />

Otros biólogos, incluyendo aquellos que se hacen llamar interrupcionistas,<br />

podrían decir que la descendencia que conduce<br />

hasta los modernos Latimeria resistió activamente el cambio, a<br />

pesar de lo que pudieran haber sido las presiones de la selección<br />

natural. ¿Quién está en lo cierto? En el caso concreto del<br />

Latimeria, es difícil de saber, pero existe una vía con la que, en<br />

principio, podríamos asociarnos para encontrarlo.<br />

Seamos ecuánimes, dejemos de pensar en el caso concreto<br />

del Latimeria. Es un ejemplo llamativo, pero extremo, y no constituye<br />

el tipo de ejemplos del que quieran fiarse los interrupcio¬<br />

nistas, en particular. Su creencia es que son más frecuentes los<br />

ejemplos de períodos estáticos menos extremos, y más a corto<br />

plazo; son, realmente, la norma, porque las especies tienen mecanismos<br />

genéticos que se resisten activamente al cambio, aunque<br />

existan fuerzas de la selección natural que inciten al cambio.<br />

Hay un experimento muy simple que, al menos en principio,<br />

podemos hacer para probar esta hipótesis. Consiste en tomar poblaciones<br />

salvajes e imponer nuestras propias fuerzas de selección<br />

sobre ellas. De acuerdo con la hipótesis de que las especies se<br />

resisten activamente al cambio, deberíamos encontrar que, si tratamos<br />

de criar animales buscando alguna cualidad, las especies<br />

deberían clavarse en sus talones, como quien dice, y rehusar moverse,<br />

por lo menos durante algún tiempo. Si cogemos ganado<br />

e intentamos hacer una crianza selectiva, por ejemplo, para que<br />

produzca mucha leche, deberíamos fracasar. Los mecanismos genéticos<br />

de la especie movilizarían sus fuerzas antievolución y lucharían<br />

contra la presión del cambio. Si tratamos de que las gallinas<br />

desarrollen evolutivamente un ritmo de puesta de huevos<br />

más rápido, deberíamos fracasar. Si los toreros, en la prosecución<br />

de su desdeñable «deporte», tratan de aumentar el coraje<br />

de sus toros mediante una crianza selectiva, deberían fracasar.<br />

Estos fracasos serían sólo temporales, por supuesto. Las fuerzas<br />

antievolución serían sobrepasadas como un dique que revienta<br />

bajo presión y los descendientes se moverían con rapidez hacia<br />

un nuevo equilibrio. Deberíamos experimentar alguna resistencia<br />

cuando iniciamos un programa nuevo de crianza selectiva.<br />

<strong>El</strong> hecho es que no fracasamos cuando tratamos de modelar<br />

la evolución criando animales y plantas en cautividad de una<br />

manera selectiva, ni tampoco experimentamos un período de dificultad<br />

inicial. Las especies de plantas y animales están en general<br />

dispuestas a ser criadas de una manera selectiva, y los criadores<br />

no detectan ninguna evidencia de la existencia de fuerzas<br />

intrínsecas antievolución. Si hay algo, es que los criadores experimentan<br />

dificultades después de un cierto número de generaciones<br />

de crianza selectiva. Ocurre así porque, después de algunas<br />

generaciones de crianza selectiva, las variaciones genéticas<br />

disponibles se agotan, y tenemos que esperar que se produzcan<br />

nuevas mutaciones. Es concebible que los celacantos cesaran en<br />

su evolución porque dejaran de producirse mutaciones -quizá<br />

porque estaban protegidos de los rayos cósmicos en el fondo<br />

del mar- pero nadie, que yo sepa, ha sugerido esto seriamente,<br />

y, en cualquier caso, no es lo que los interrupcionistas quieren<br />

decir cuando hablan de que las especies tienen construido un<br />

mecanismo de resistencia a los cambios evolutivos.<br />

Quieren significar algo más parecido al punto que estaba planteando<br />

en el capítulo 7, sobre los genes «cooperadores»: la idea<br />

de que hay grupos de genes que están tan bien adaptados entre<br />

sí que se resisten a la invasión de nuevos genes mutantes que<br />

no son miembros del club. Es una idea bastante sofisticada, y<br />

puede hacerse que suene como posible. Por supuesto, fue uno<br />

de los soportes teóricos de la idea de la inercia de Mayr, a la<br />

que ya me he referido. Sin embargo, el hecho de que siempre<br />

que tratamos de criar algo selectivamente no encontremos ninguna<br />

resistencia inicial, me sugiere que, si las descendencias<br />

transcurren durante muchas generaciones en estado natural sin<br />

cambios, no es porque se resistan al cambio, sino porque no<br />

existe presión alguna de la selección natural en favor del cambio.<br />

No cambian porque los individuos que permanecen igual<br />

sobreviven mejor que los individuos que cambian.

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