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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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do por su énfasis retórico en la semejanza puramente poética o<br />

literaria entre el interrupcionismo, por una parte, y el verdadero<br />

saltacionismo por la otra,<br />

Pienso que se aclararían algunos temas, si resumiera una variedad<br />

de posibles puntos de vista sobre el ritmo de la evolución.<br />

Por un lado, tenemos el verdadero saltacionismo, que ya<br />

he tratado lo suficiente. No existen verdaderos saltacionistas entre<br />

los biólogos modernos. Toda persona que no es un saltacionista<br />

es un gradualista, y esto incluye a <strong>El</strong>dredge y a Gould, independientemente<br />

de cómo prefieran llamarse ellos mismos. Dentro<br />

del gradualismo, podemos distinguir varias creencias sobre el<br />

ritmo de la evolución (gradual). Algunas de estas creencias, como<br />

hemos visto, muestran una semejanza puramente superficial («literaria»<br />

o «poética») con el verdadero saltacionismo antigradua¬<br />

lista, y es por lo que se confunden, a veces, con esta teoría.<br />

Por otro lado, tenemos el tipo de «aceleracionismo constante»<br />

que caricaturicé en la parábola del Éxodo, con la que empecé<br />

este capítulo. Un aceleracionista constante extremo cree que<br />

la evolución sigue su camino de manera constante e inexorable<br />

todo el tiempo, exista o no cualquier ramificación o especiación<br />

en marcha. Cree que la magnitud del cambio evolutivo es estrictamente<br />

proporcional al tiempo transcurrido. Irónicamente,<br />

una forma de aceleracionismo constante se ha visto muy favorecida<br />

entre los modernos genetistas moleculares. Puede establecerse<br />

una buena tesis en la creencia de que los cambios evolutivos<br />

a nivel de las moléculas proteicas siguen realmente su<br />

camino con una velocidad constante, como los hipotéticos hijos<br />

de Israel; y esto, aunque las características externamente visibles<br />

como los brazos y las piernas estén evolucionando de otra<br />

manera, con muchas interrupciones. Ya nos hemos encontrado<br />

este tópico en el capítulo 5, y lo mencionaré de nuevo en el<br />

próximo. Pero en lo que respecta a la evolución adaptativa de<br />

estructuras a gran escala y de patrones de conducta, prácticamente<br />

todos los evolucionistas rechazarían el aceleracionismo<br />

constante, y Darwin ciertamente lo hubiera hecho. Todo aquel<br />

que no es un aceleracionista (progresista) constante, es un aceleracionista<br />

variable.<br />

Dentro de los ace le racionistas variables, podemos distinguir<br />

dos tipos de creencias, denominadas «aceleracionismo variable<br />

discontinuo o discreto» y «aceleracionismo variable continuo».<br />

Un «discretista» extremo no sólo cree que varía la velocidad de<br />

la evolución. Piensa que la evolución da grandes saltos de un<br />

nivel discreto a otro, de una manera abrupta, como la caja de<br />

cambios de un coche. Podría creer, por ejemplo, que la evolución<br />

tiene sólo dos velocidades: muy rápido y parado (no puedo<br />

evitar recordar aquí mi primer informe escolar, escrito por la<br />

maestra sobre mi rendimiento de niño de siete años doblando<br />

la ropa, tomando baños fríos, y otras acciones rutinarias diarias<br />

de la vida escolar: «Dawkins tiene sólo tres velocidades: lento,<br />

muy lento y parado»). La evolución «parada» es el «éxtasis» que<br />

los interrupcionistas piensan que caracteriza a las grandes poblaciones.<br />

La evolución a toda marcha sería la evolución que<br />

transcurre durante la especiación, en pequeñas poblaciones aisladas,<br />

alrededor de los límites de las grandes poblaciones estáticas,<br />

desde un punto de vista evolutivo. De acuerdo con este<br />

punto de vista, la evolución estaría siempre en una de estas dos<br />

marchas, nunca en medio. <strong>El</strong>dredge y Gould muestran una tendencia<br />

en dirección del discontinuismo, y en este aspecto son<br />

genuinamente radicales. Se les puede llamar «aceleracionistas variables<br />

discontinuos». No existe una razón particular por la que<br />

un aceleracionista variable discontinuo debiera, necesariamente,<br />

subrayar la especiación como el tiempo que dura la evolución a<br />

toda marcha. En la práctica, sin embargo, la mayoría de ellos lo<br />

hacen.<br />

Los «aceleracionistas variables continuos», por otra parte,<br />

creen que el ritmo evolutivo fluctúa constantemente, desde muy<br />

rápido a muy lento, y paro, con todos sus estadios intermedios.<br />

No ven ninguna razón particular para destacar algunas velocidades<br />

sobre otras. Para ellos, los períodos estáticos, en particular,<br />

son un caso de evolución ultralenta. Para un interrupcionista hay<br />

algo especial en los períodos estáticos. Para él, los períodos estáticos<br />

no significan que la evolución sea tan lenta que tenga un<br />

ritmo de cero: no son simplemente una falta pasiva de evolución<br />

porque no hay ninguna fuerza de empuje a favor del cambio.<br />

Representan, más bien, una resistencia positiva a los cambios<br />

evolutivos. Es casi como si se pensase que las especies se<br />

plantearan tomar medidas activas para no evolucionar, a pesar<br />

de la fuerza de empuje en favor de la evolución.<br />

Hay más biólogos de acuerdo con los periodos estáticos como<br />

fenómeno real que sobre sus causas. Tomemos, como ejemplo<br />

extremo, al celacanto Latimeria. Los celacantos fueron un grupo<br />

grande de peces (en realidad, aunque se les llame peces, tienen<br />

una relación más cercana con nosotros que con las truchas y el<br />

bacalao) que florecieron hace más de 250 millones de años, y<br />

al parecer se extinguieron al mismo tiempo que los dinosaurios.<br />

He dicho «al parecep> se extinguieron porque en 1938, ante el<br />

asombro de la mayoría del mundo zoológico, apareció un pez<br />

extraño, de una longitud de casi tres metros, y con unas aletas<br />

poco frecuentes, parecidas a unas patas, entre las capturas de<br />

un barco pesquero de aguas profundas, fuera de las costas de

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