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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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9. DESBARATAR LAS INTERRUPCIONES<br />

Los hijos de Israel, de acuerdo con la descripción del Éxodo,<br />

tardaron cuarenta años en atravesar el desierto del Sinaí hasta<br />

llegar a la tierra prometida. Una distancia de unos trescientos<br />

veinte kilómetros. Su velocidad media se puede calcular, por<br />

tanto, en unos veinte metros por día, o metro por hora; digamos,<br />

unos tres metros por hora, si contamos las paradas para<br />

pernoctar. Sin embargo, si estudiamos estos cálculos, veremos<br />

que estamos tratando con una velocidad media absurdamente<br />

lenta, mucho más lenta que la marcha del caracol (la increíble<br />

velocidad de 50 metros por hora es el récord mundial de los<br />

caracoles, de acuerdo con el Guinness Book of Records). Por supuesto,<br />

nadie cree realmente que se mantuviese esta velocidad<br />

media de una manera continua y uniforme. Los israelitas viajaron<br />

a tontas y a locas, acampando quizá largos periodos de tiempo<br />

en un sitio antes de continuar. Es probable que muchos de<br />

ellos no tuvieran una idea muy clara de que estaban viajando<br />

en una dirección constante, y vagaran en círculos de oasis a oasis,<br />

como suelen hacer los pastores nómadas del desierto. Nadie, repito,<br />

cree realmente que se mantuviese una velocidad media de<br />

manera continua y uniforme.<br />

Pero supongamos que dos elocuentes historiadores jóvenes<br />

irrumpen en la escena. Hasta ahora, nos dicen, la historia bíblica<br />

ha estado dominada por la escuela de pensamiento «gradualista».<br />

Los historiadores «graduaüslas». nos cuentan, creen de verdad<br />

que los israelitas viajaron a una velocidad de veinte metros<br />

por día; recogían sus tiendas por la mañana, caminaban a paso<br />

de tortuga una distancia de veinte metros en dirección estenordeste,<br />

y luego montaban de nuevo el campamento. La única<br />

alternativa al «gradualismo», nos dicen, es la nueva y dinámica<br />

escuela de historia «interrupcionista». De acuerdo con los jóve­<br />

nes interrupcionistas radicales, los israelitas permanecieron la<br />

mayor parte de su tiempo «estáticos», sin moverse, acampados,<br />

a menudo, años en un sitio. Luego se moverían, con bastante<br />

rapidez, a un nuevo campamento, donde permanecerían de nuevo<br />

varios años. Su progreso hacia la tierra prometida, en lugar de<br />

ser gradual y continuo, fue desigual: largos períodos estáticos<br />

interrumpidos por breves períodos de movimientos rápidos. Por<br />

otra parte, sus movimientos no eran siempre en dirección hacia<br />

la tierra prometida, sino en cualquier dirección escogida al azar.<br />

Sólo cuando miramos retrospectivamente el patrón de la macro¬<br />

migración a gran escala, podemos ver una tendencia en dirección<br />

hacia la tierra prometida.<br />

Tal es la elocuencia de los historiadores bíblicos interrupcio¬<br />

nistas, que causó sensación en los medios de difusión. Sus retratos<br />

adornan las portadas de las revistas de gran tirada. Ningún<br />

documental de televisión sobre historia bíblica está completo<br />

sin una entrevista al menos a uno de los interrupciónistas<br />

más destacados. La gente que no sabe nada más de erudición<br />

bíblica recuerda sólo un hecho: que en los días tenebrosos antes<br />

de que los interrupcionistas irrumpieran en escena, todos los<br />

demás estaban equivocados. Nótese que el valor publicitario de<br />

los interrupcionistas no tiene nada que ver con el supuesto de<br />

que las autoridades anteriores fueran «gradual istas» y estuvieran<br />

equivocadas. Los interrupcionistas se presentan como revolucionarios;<br />

por eso se les escucha, no porque tengan razón.<br />

Mi relato sobre los historiadores bíblicos interrupcionistas no<br />

es, por supuesto, cierto. Es una parábola sobre una supuesta controversia<br />

análoga entre estudiosos de la evolución biológica. En<br />

algunos aspectos, es una parábola injusta, pero no tanto; es lo<br />

suficientemente cierta como para justificar el contarla al principio<br />

de este capítulo. Existe una escuela de pensamiento muy<br />

anunciada entre los biólogos evolucionistas, cuyos proponentes<br />

se hacen llamar interrupcionistas, y que inventaron el término<br />

«gradualista» para sus predecesores más influyentes. Han disfrutado<br />

de una enorme publicidad, entre un público que no sabe<br />

casi nada sobre evolución. Y se debe, en gran medida, a que su<br />

posición ha sido presentada por periodistas segundones, más que<br />

por ellos mismos, como radicalmente distinta de las posiciones<br />

de los evolucionistas anteriores, especialmente Charles Darwin.<br />

Hasta aquí, mi analogía bíblica es justa.<br />

Hay un aspecto en el que esta analogía no es justa: en la<br />

narración de los historiadores bíblicos, «los gradualistas» eran<br />

obviamente hombres de paja inexistentes, fabricados por los interrupcionistas.<br />

En el caso de los evolucionistas «gradualistas»,<br />

no es tan obvio el hecho de que sean hombres de paja inexis¬

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