El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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mejoren para evitarlo. Esto ejercerá presión, a su vez, sobre los<br />
depredadores para que mejoren, de forma que tendremos una<br />
espiral que aumenta de manera progresiva. Como vimos, es probable<br />
que el resultado sea que ni los depredadores ni las presas<br />
disfrutarán de un nivel mayor de éxitos, porque sus enemigos<br />
mejoran al mismo tiempo. Sin embargo, tanto unos como otros<br />
se van equipando mejor progresivamente. Ésa es la analogía ligera<br />
con la selección sexual. La analogía marcada implica que la<br />
esencia de la teoría de Fisher/Lande es un fenómeno similar al<br />
de la «barba verde», por el cual los genes que controlan la elección<br />
femenina tenderían automáticamente a escoger copias de<br />
si mismos, un proceso con tendencia a volverse explosivo. No<br />
está claro que haya otros ejemplos de esta clase de fenómenos,<br />
con excepción de la selección sexual.<br />
Sospecho que un buen lugar para buscar analogías con la<br />
evolución explosiva del tipo de la selección sexual es la evolución<br />
cultural humana. Porque aquí, de nuevo, tiene importancia<br />
la elección caprichosa, y ésta puede estar sujeta a la «moda» o<br />
al efecto de «la mayoría siempre gana». Una vez más, hay que<br />
recordar el aviso con el que empecé este capítulo. La «evolución»<br />
cultural no es del todo una evolución, si somos minuciosos<br />
y puristas con la utilización de las palabras, pero puede haber<br />
suficientes puntos en común entre ellas como para justificar una<br />
comparación de los principios. Al hacerlo no debemos tomarnos<br />
en serio las diferencias. Apartemos estos temas del camino,<br />
antes de volver a la cuestión de las explosiones en espiral.<br />
Con frecuencia se ha señalado, cualquier tonto puede verlo,<br />
que hay algo casi evolutivo en muchos aspectos de la historia<br />
humana. Si se coge una muestra de un aspecto determinado de<br />
la vida humana a intervalos regulares, por ejemplo, el estado de<br />
conocimientos científicos, la clase de música que se toca, la moda<br />
en el vestir, o los vehículos de transporte, con intervalos de un<br />
siglo o quizás una década, encontraremos tendencias. Si tenemos<br />
tres muestras, recogidas en tres momentos sucesivos A, B<br />
y C, decir entonces que existe una tendencia sería decir que la<br />
medida tomada en el tiempo B es intermedia entre las medidas<br />
tomadas en los tiempos A y C. Aunque hay excepciones, todos<br />
estarán de acuerdo en que esta clase de tendencias caracterizan<br />
muchos aspectos de la vida civilizada. Se admite que la dirección<br />
de las tendencias puede invertirse (por ejemplo, la longitud<br />
de las faldas), pero esto también es cierto en la evolución genética.<br />
Muchas tendencias, en especial las tendencias en tecnologías<br />
útiles como contraposición a las modas frívolas, sin entrar en<br />
discusión sobre los juicios de valor, son identificadas como me<br />
joras. No cabe duda, por ejemplo, de que los vehículos de transporte<br />
han mejorado, de manera progresiva y sin retrocesos, a lo<br />
largo de los últimos doscientos años, pasando del arrastre de caballos<br />
a los vehículos a vapor, y culminando en los aviones supersónicos.<br />
Utilizo la palabra mejora de una forma neutral. No<br />
quiero decir que lodo el mundo esté de acuerdo en que la calidad<br />
de vida ha mejorado como resultado de estos cambios; personalmente,<br />
lo dudo a menudo. Tampoco quiero negar la visión<br />
popular de que se han rebajado los estándares de la mano<br />
de obra, según se ha ido reemplazando la habilidad artesanal<br />
por la producción en cadena. Pero observando los medios de<br />
transpone, sólo desde el punto de vista del transporte, lo que<br />
significa ir de una parte del mundo a otra, no puede haber discusión<br />
sobre la existencia de una tendencia histórica hacia una<br />
mejora, aunque sólo sea en la velocidad. De igual manera, no<br />
puede negarse que ha habido, a lo largo de una escala de tiempo<br />
de décadas, una mejora progresiva en la calidad de los equipos<br />
amplificadores de sonido de alta fidelidad, aunque estemos<br />
de acuerdo en que el mundo sería un sitio más agradable si no<br />
se hubiesen inventado nunca. No es que hayan cambiado los<br />
gustos; es un hecho objetivo, mensurable, que la fidelidad de la<br />
reproducción es ahora mejor de lo que era en 1950, y en 1950<br />
era mejor que en 1920. No puede negarse que la calidad de imagen<br />
es mejor en un equipo moderno de televisión que en los<br />
equipos primitivos, aunque, por supuesto, lo mismo pueda no<br />
ser cierto de la calidad de los espectáculos transmitidos. La calidad<br />
de las máquinas para matar en la guerra muestra una tendencia<br />
dramática hacia la mejora: son capaces de malar más<br />
gente más rápido, según pasan los años. <strong>El</strong> sentido en el que<br />
este ejemplo no representa una mejora es demasiado obvio para<br />
insistir en el tema.<br />
No hay duda, en un estricto sentido técnico, de que las cosas<br />
mejoran con el transcurso del tiempo. Pero esto es sólo cierto<br />
de una forma obvia en las cosas técnicamente útiles, como los<br />
aeroplanos y los ordenadores. Hay otros muchos aspectos de la<br />
vida humana que muestran verdaderas tendencias, sin que éstas<br />
representen mejoras, en un sentido obvio. Los idiomas evolucionan<br />
en el sentido de que muestran tendencias, divergen y,<br />
según pasan los siglos después de su divergencia, llegan a ser<br />
más y más ininteligibles. Las numerosas islas del Pacífico suministran<br />
un hermoso taller para el estudio de la evolución del<br />
lenguaje. Los idiomas de las distintas islas son similares, y sus<br />
diferencias pueden medirse con precisión, por el número de palabras<br />
que difieren entre sí, medición bastante análoga a las medidas<br />
taxonómicas moleculares que expondremos en el capítulo