El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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que tenga una cola corla. La conclusión general es ésta. Cual¬<br />
quier individuo, sea de un sexo u otro, es probable que contenga<br />
ambas clases de genes que hacen que los machos tengan ciertas<br />
cualidades, y que las hembras prefieran esta cualidad, cualquiera<br />
que sea.<br />
Así pues, los genes que expresan las cualidades masculinas,<br />
y los que hacen que las hembras prefieran esas cualidades, no<br />
están entremezclados al azar entre la población, sino que muestran<br />
un tendencia a transmitirse juntos. Esta «simultaneidad» que<br />
cursa bajo la denominación técnica intimidante de enlace que<br />
altera el equilibrio (linkage disequilibrium), hace curiosas jugadas<br />
con las ecuaciones de los matemáticos genéticos. Tiene consecuencias<br />
extrañas y maravillosas, la menor de las cuales no es<br />
en la práctica, si Fisher y Lande tienen razón, la evolución explosiva<br />
de las colas de los pavos reales y de los pájaros viudos,<br />
y una cohorte de otros órganos de atracción. Estas consecuencias<br />
sólo pueden demostrarse matemáticamente, pero se pueden<br />
explicar con palabras, de manera que podamos tratar de captar<br />
algo del sabor del argumento matemático en un lenguaje no matemático.<br />
Todavía necesitaremos nuestros zapatos mentales para<br />
correr, aunque, en realidad, las botas para escalar constituirían<br />
una analogía más exacta. Cada paso del argumento es bastante<br />
simple, pero hay una larga serie de pasos hasta la cima de la<br />
montaña de la comprensión, y, si uno pierde alguno de los primeros,<br />
no puede dar los últimos.<br />
Hasta ahora, hemos reconocido la posibilidad de que exista<br />
un rango completo de preferencias femeninas, desde las hembras<br />
que prefieren los machos con colas largas hasta las hembras<br />
con gustos opuestos, que prefieren machos con colas cortas. Pero<br />
si hiciésemos una encuesta entre las hembras de una población<br />
determinada, probablemente encontraríamos que la mayoría comparten<br />
los mismos gustos generales sobre los machos. Podemos<br />
expresar el intervalo de preferencias femeninas entre la población<br />
en las mismas unidades -centímetros- en las que expresamos<br />
el intervalo de longitudes de las colas masculinas. Y podemos<br />
expresar la preferencia media femenina en las mismas<br />
unidades. Podría resultar que la preferencia media femenina<br />
fuese exactamente la misma que la longitud media de la cola<br />
masculina, 8 centímetros. En este caso, la elección femenina no<br />
sería una fuerza evolutiva tendente a cambiar la longitud de la<br />
cola masculina. O podría resultar que la preferencia femenina<br />
media fuese una cola bastante más larga que la media que existe<br />
actualmente, digamos 10 centímetros, en lugar de 8. Dejando<br />
pendiente, por el momento, por qué debería existir tal discrepancia,<br />
aceptemos que hay algo y formulemos la siguiente pregunta,<br />
que es obvia. ¿Por qué, si la mayoría de las hembras prefieren<br />
machos con colas de 10 centímetros, la mayoría de éstos tienen,<br />
en realidad, colas de 8 centímetros? ¿Por qué la longitud<br />
media de la cola no varia hacia los 10 centímetros bajo la influencia<br />
de la selección sexual femenina? ¿Cómo puede haber<br />
una discrepancia de 2 centímetros entre la longitud media de la<br />
cola preferida y la longitud media actual de la misma?<br />
La respuesta es que la preferencia femenina no es la única<br />
clase de selección que influye en la longitud de la cola masculina.<br />
Las colas cumplen una función importante durante el vuelo,<br />
y una cola que fuese demasiado larga o demasiado corta reduciría<br />
la eficiencia del mismo. Por otra parte, una cola larga consume<br />
más energía para su transporte, y también para su desarrollo.<br />
Los machos con colas de 10 centímetros de longitud atraerían<br />
bien a las hembras, pero el precio que pagarían sería un<br />
vuelo menos eficaz, un mayor consumo de energía y una mayor<br />
vulnerabilidad con respecto a sus depredadores. Podemos expresarlo<br />
diciendo que hay una cola con una longitud óptima desde<br />
un punto de vista utilitario, diferente de la longitud óptima seleccionada<br />
sexualmente: una cola con una longitud ideal desde<br />
el punto de vista de los criterios utilitarios ordinarios; una cola<br />
con una longitud que seria ideal desde todos los puntos de vista,<br />
aparte del de atraer hembras.<br />
¿Cabria esperar que la longitud media actual de la cola masculina,<br />
8 centímetros en nuestro hipotético ejemplo, fuese la<br />
misma que la óptima desde un punto de vista utilitario? No, deberíamos<br />
pensar que la longitud óptima, desde un punto de vista<br />
utilitario, tuviera que ser menor, digamos 5 centímetros. La razón<br />
es que la longitud media actual de la cola de 8 centímetros es<br />
el resultado de un compromiso entre la selección utilitaria, que<br />
tiende a hacer las colas más cortas, y la selección sexual, que tiende<br />
a hacerlas más largas. Podemos suponer que, si no hubiese<br />
necesidad de atraer hembras, la longitud media de la cola<br />
se reduciría hasta 5 centímetros. Si no hubiese necesidad de<br />
preocuparse por la eficiencia del vuelo y el consumo de energía,<br />
la longitud media de la cola se dispararía hacia los 10 centímetros.<br />
La media actual de 8 centímetros es el resultado de un<br />
compromiso.<br />
Dejaremos a un lado la cuestión de por qué las hembras podrían<br />
estar de acuerdo en preferir una cola que se aparta de la<br />
longitud óptima, desde un punto de vista utilitario. A primera<br />
vista, la idea misma parece estúpida. Las hembras influidas por<br />
la moda, con una preferencia por las colas más largas de lo que<br />
deberían ser de acuerdo con unos buenos criterios de diseño,<br />
tendrán unos hijos mal diseñados, ineficaces, que volarán con