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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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lencio total. La razón se debió a un tipo especial de retroali¬<br />

mentación positiva. Funciona como sigue. Cualquier murmullo<br />

general está destinado a tener fluctuaciones al azar en el nivel<br />

de ruido, más alto y más bajo, que no solemos advertir. Una de<br />

estas fluctuaciones, en dirección hacia la calma, fue ligeramente<br />

más intensa de lo habitual, con el resultado de que algunas personas<br />

se dieron cuenta. Como todo el mundo estaba ansioso<br />

por el anuncio del resultado de los votos, los que percibieron la<br />

disminución accidental del nivel de ruido intentaron averiguarlo<br />

e interrumpieron sus conversaciones. Esto hizo que el nivel general<br />

de ruido disminuyera un poco más, que lo notara más<br />

gente y dejaran de hablar. Se había iniciado una retroalimentación<br />

positiva que continuó con bastante rapidez, hasta que se<br />

hizo un silencio total en la sala. Cuando nos dimos cuenta de<br />

que era una falsa alarma, se produjeron risas seguidas de una<br />

lenta escalada del ruido hasta el nivel previo.<br />

Las retroalimentaciones positivas más espectaculares son aquellas<br />

cuyo resultado no es una disminución, sino un aumento descontrolado<br />

de algo; una explosión nuclear, un maestro que pierde<br />

sus estribos, una pelea en un bar, una escalada de insultos<br />

en las Naciones Unidas (el lector puede considerar el aviso con<br />

el que empecé este capítulo). La importancia de la retroalimen¬<br />

tación positiva en los asuntos internacionales está reconocida implícitamente<br />

en la palabra «escalada»: cuando decimos que el<br />

Oriente Medio es un «polvorín» y cuando identificamos las «chispas»<br />

que inician un suceso. Una de las expresiones más conocidas<br />

sobre la idea de la retroalimentación positiva está en el evangelio<br />

según san Mateo: «A todo aquel que tenga le será dado,<br />

y nadará en la abundancia; pero el que no tenga se le quitará<br />

incluso lo que tiene.» Este capítulo trata de retroalimentaciones<br />

positivas en la evolución. Algunas características de los organismos<br />

vivos parecen productos finales de algo como un proceso<br />

evolutivo explosivo, descontrolado, dirigido por una retroalimentación<br />

positiva. De una manera limitada, las carreras de armamentos<br />

del capítulo previo son un ejemplo, pero los ejemplos<br />

realmente espectaculares se encuentran en los órganos de atracción<br />

sexual.<br />

Trate de persuadirse el lector, como trataron de persuadirme<br />

a mí cuando era un estudiante universitario, de que el abanico<br />

de la cola de un pavo real es un órgano mundanalmente<br />

funcional como un diente o un riñon, diseñado por la selección<br />

natural para realizar simplemente el trabajo utilitario de etiquetar<br />

a un pájaro de una manera inequívoca como miembro de<br />

esta especie y no de aquélla. Nunca me persuadieron, y dudo<br />

que alguien pueda persuadirse de esto. Para mí, el abanico de<br />

la cola del pavo real tiene la estampa inequívoca de una retroalimentación<br />

positiva. Es claramente un producto de algún tipo<br />

de explosión incontrolada, inestable, que tuvo lugar en el tiempo<br />

evolutivo. Así lo pensó Darwin, en su teoría de la selección<br />

sexual, y así, de una manera explícita y en tantas palabras, lo<br />

pensó el más grande de sus sucesores, R. A. Fisher. Después<br />

de un pequeño razonamiento, concluyó (en su libro The Genétical<br />

Theology of Natural Selection (La teología genética de la selección<br />

natural)):<br />

el desarrollo del plumaje en el macho, y la preferencia sexual por<br />

este desarrollo de la hembra, deben avanzar juntos, y en tanto el<br />

proceso no sea frenado por una marcada antiselección, avanzará<br />

con una velocidad progresiva. En ausencia de este freno, es fácil<br />

ver que la velocidad de desarrollo será proporcional al desarrollo<br />

alcanzado, y que se incrementará, por tanto, cxponcncialmente,<br />

o en progresión geométrica, con el tiempo.<br />

Es típico de Fisher que lo que a él le pareció «fácil de ver»<br />

los demás no lo entendiesen. <strong>El</strong> no se molestó en explicar con<br />

detalle su afirmación de que la evolución de un plumaje atractivo<br />

desde un punto de vista sexual podía avanzar con una velocidad<br />

progresiva, de una manera exponencial, explosiva. <strong>El</strong> resto<br />

del mundo biológico tardó unos cincuenta años en entenderle y<br />

reconstruir, finalmente, en su totalidad, la clase de argumento<br />

matemático que Fisher debía de haber utilizado, en el papel o<br />

en su cabeza, para demostrarse a si mismo este punto. Voy a<br />

tratar de explicar en prosa no matemática estas ideas matemáticas<br />

que, en su forma actual, han sido demostradas en gran medida<br />

por el joven biólogo matemático americano Russell Lande.<br />

Aunque no seré tan pesimista como el propio Fisher que, en el<br />

prefacio de su libro, en 1930, escribió: «Ningún esfuerzo por mi<br />

parte podría hacer que este libro se leyese con más facilidad»,<br />

sin embargo, en palabras de un amable critico de mi primer libro,<br />

«se advierte al lector que debe ponerse su calzado mental de<br />

carrera». Mi propia comprensión de estas difíciles ideas ha representado<br />

una dura lucha. Aquí, a pesar de sus protestas, debo<br />

reconocer la ayuda de mi colega y antiguo alumno Alan Grafen,<br />

cuyas sandalias aladas mentales son notorias dentro de las de<br />

su clase, y que tiene, además, la capacidad aún más rara de quitárselas<br />

e idear la manera correcta de explicar estas cosas. Sin<br />

sus enseñanzas, no podría haber escrito la mitad de este capítulo;<br />

por ello, rehuso relegar mi agradecimiento tan sólo al prólogo.<br />

Antes de abordar este difícil tema, debo volver atrás y decir<br />

algo sobre el origen de la idea de selección sexual. Comenzó,

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