El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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Podemos utilizar el término general «enemigos» de una especie,<br />
para identificar las otras cosas vivas que trabajan para hacer<br />
difícil su supervivencia. Los leones son enemigos de las cebras.<br />
Puede parecer un poco duro invertir la afirmación de que «las<br />
cebras son enemigas de los leones». <strong>El</strong> papel de la cebra en esta<br />
relación parece demasiado inocente y perjudicado como para garantizarle<br />
el título peyorativo de «enemigo». Pero las cebras<br />
hacen lodo lo posible para no ser devoradas por los leones, y,<br />
desde el punto de vista de estos últimos, significa hacerles la<br />
vida más difícil. Si las cebras y otros herbívoros tuviesen éxito<br />
en su objetivo, los leones se morirían de hambre. Así pues, siguiendo<br />
con nuestra definición, las cebras son enemigas de los<br />
leones. Los parásitos, como las lombrices, son enemigos de sus<br />
huéspedes, y éstos lo son de los parásitos, ya que tienden a producir<br />
la evolución de medidas para volverse resistentes. Los herbívoros<br />
son enemigos de las plantas, y éstas lo son de los herbívoros,<br />
hasta el punto de desarrollar espinas y sustancias químicas<br />
venenosas o de mal sabor.<br />
Durante el transcurso del tiempo evolutivo, las descendencias<br />
de los animales y las plantas «siguen la pista» a los cambios<br />
experimentados por sus enemigos, con la misma asiduidad que<br />
siguen los cambios de las condiciones climáticas medias. Las mejoras<br />
evolutivas en el armamento y lácticas del leopardo son,<br />
desde el punto de vista de las gacelas, como un empeoramiento<br />
constante del ambiente, y hacen que sigan la pista en la misma<br />
dirección. Pero hay una diferencia esencial. <strong>El</strong> clima cambia a<br />
lo largo de los siglos, pero no de una manera específicamente<br />
malévola. No sale para «capturar» gacelas. <strong>El</strong> leopardo medio<br />
cambia a lo largo de los siglos, como cambia la media anual de<br />
la cantidad de lluvia. Pero mientras que la media anual de la<br />
cantidad de lluvia varía hacia arriba y abajo, sin un ritmo o una<br />
razón particular, el leopardo medio, en el transcurso de los siglos,<br />
tenderá a estar mejor equipado para cazar gacelas de lo que<br />
lo estaban sus antepasados. Es así porque la sucesión de leopardos,<br />
a diferencia de la sucesión de condiciones climáticas anuales,<br />
está sujeta a la selección cumulaliva. Los leopardos tenderán<br />
a tener una patas más ligeras, unos ojos más agudos y unos<br />
dientes más afilados. No importa lo «hostiles» que parezcan, el<br />
clima y las demás condiciones inanimadas no muestran, necesariamente,<br />
una tendencia a ser más hostiles. Los enemigos vivos,<br />
vistos a lo largo de la escala de tiempo evolutiva, muestran esta<br />
tendencia.<br />
La tendencia de los carnívoros a conseguir ser «mejores» se<br />
acabaría pronto, como sucede con las carreras de armamentos<br />
humanas (por razones de costo económico a las que llegaremos),<br />
si no fuese por la existencia de una tendencia paralela en sus<br />
presas. Y viceversa. Las gacelas están sujetas a la selección cumulativa,<br />
igual que los leopardos, y tenderán también, en el<br />
transcurso de las generaciones, a mejorar su capacidad para correr<br />
con rapidez, para reaccionar velozmente o para hacerse invisibles<br />
camuflándose entre las hierbas altas. También son capaces<br />
de evolucionar para llegar a ser mejores enemigos, en este<br />
caso, de los leopardos. Desde el punto de vista de los leopardos,<br />
la temperatura media anual no mejora o empeora sistemáticamente<br />
en el transcurso de los años, excepto hasta donde un<br />
cambio para un animal bien adaptado sea un cambio para peor.<br />
Pero la gacela media anual tiende a hacerse peor, más difícil de<br />
cazar, porque está mejor adaptada para evitar los leopardos. De<br />
nuevo, la tendencia hacia una progresiva mejora en las gacelas<br />
se iría enlenteciendo hasta llegar a un punto muerto, si no fuera<br />
por la tendencia paralela hacia la mejora que muestran sus depredadores.<br />
Un lado mejora porque el otro lado ya lo ha hecho.<br />
Y viceversa. <strong>El</strong> proceso entra en una espiral ascendente, en una<br />
escala de tiempo de cientos de miles de años.<br />
En el mundo de las naciones con una escala de tiempo más<br />
corta, cuando dos enemigos mejoran su armamento en respuesta<br />
a los avances del conlrario, hablamos de una «carrera de armamentos».<br />
La analogía evolutiva está lo bastante cerca como<br />
para justificar el lomar prestado el término, y no me disculpo<br />
por ello ante mis pomposos colegas, que purgarían nuestro lenguaje<br />
de imágenes tan iluminativas. He introducido la idea en<br />
términos de un ejemplo simple, las gacelas y los leopardos. Esto<br />
es para resaltar la importante diferencia entre un enemigo vivo,<br />
que está sujeto a los cambios evolutivos, y una condición inanimada<br />
no malévola como es el clima, que, aunque está sujeto a<br />
cambios, éstos no son sistemáticos, o no son evolutivos. Llegado<br />
el momento, tengo que admitir que en mis esfuerzos por<br />
explicar este punto válido puedo haber confundido al lector. Es<br />
obvio que mi descripción de una carrera de armamentos con<br />
un avance continuo es demasiado simple, por lo menos en un<br />
aspecto. Cojamos la velocidad al correr. Hasta aquí, la idea de<br />
la carrera de armamentos parece sugerir que los leopardos y las<br />
gacelas deberían haberse vuelto más y más rápidos, generación<br />
tras generación, hasta que ambos corriesen más rápidos que el<br />
sonido. Esto no ha sucedido y nunca sucederá. Antes de seguir<br />
con la carrera de armamentos, es mi deber prevenir sobre las<br />
malas interpretaciones.<br />
La primera punlualización es ésta. He dado la impresión de<br />
un ascenso continuo en la capacidad del leopardo para capturar<br />
presas, y en la de las gacelas para evitar depredadores. <strong>El</strong> lector