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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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estos fragmentos de «fósiles genéticos» muestra una extraña reminiscencia<br />

con el de un disco antiguo que se ha utilizado mucho<br />

para editar textos. En algunos animales, una elevada proporción<br />

del número total de genes no se lee nunca. Son genes que no<br />

tienen ningún sentido, «genes fósiles» obsoletos.<br />

En ocasiones, los textos fósiles aparecen de nuevo, como lo<br />

experimenté escribiendo este libro. Un error del ordenador (o,<br />

para ser justo, pudo haber sido un error humano) fue la causa<br />

de que se me «borrara» el disco que contenía el capítulo 3. Por<br />

supuesto, el texto no había sido borrado en su totalidad. Lo que<br />

se había borrado definitivamente eran los punteros que indicaban<br />

dónde comenzaba y acababa cada «exón». <strong>El</strong> sistema operativo<br />

«oficial» no podia leer nada, pero «extraoficialmente» pude<br />

jugar el papel de ingeniero genético y examinar todo el texto en<br />

el disco. Lo que vi fue un desconcertante rompecabezas de fragmentos<br />

de texto, algunos recientes, otros antiguos «fósiles». Reuniendo<br />

los fragmentos del rompecabezas, fui capaz, de volver a<br />

crear el capítulo. Pero en conjunto no sabía qué fragmentos eran<br />

recientes y cuáles fósiles. No importó porque, aparte de pequeños<br />

detalles que necesitaron algunas correcciones, eran los mismos.<br />

Por lo menos algunos de los «fósiles», o «intrones» obsoletos,<br />

habían vuelto a aparecer. Me rescataron de mi apuro, y<br />

me ahorraron la molestia de tener que volver a escribir todo el<br />

capítulo.<br />

Existe cierta evidencia de que, también en las especies vivas,<br />

los «genes fósiles» vuelven a aparecer, y vuelven a utilizarse después<br />

de permanecer dormidos durante un millón de años, más<br />

o menos. Entrar en detalles nos alejaría mucho de la dirección<br />

general de este capitulo, ya que se recordará que estamos todavía<br />

en una divagación mera del lema. <strong>El</strong> punto principal era que<br />

la capacidad genética de una especie se puede incrementar mediante<br />

una duplicación de sus genes. La reutilización de copias<br />

de viejos «fósiles» de genes que ya existen es una manera posible.<br />

Hay otras, más inmediatas, mediante las cuales los genes<br />

pueden ser copiados en zonas ampliamente distribuidas de los<br />

cromosomas, como archivos que están siendo duplicados en distintas<br />

partes de un disco, o de discos diferentes.<br />

Los seres humanos tenemos ocho genes separados, denominados<br />

genes de la globina (que se utilizan, entre otras cosas, para<br />

fabricar la hemoglobina), en distintos cromosomas. Parece cierto<br />

que los ocho han sido copiados, en último extremo, a partir<br />

de un gen ancestral único. Hace unos 1100 millones de años,<br />

este gen se duplicó, dando lugar a dos genes. Podemos fechar<br />

este suceso gracias a la evidencia independiente que suministra<br />

la velocidad a la que evolucionan las globinas habitualmente<br />

(véanse los capítulos 5 y 11). De los dos genes producidos en<br />

esta duplicación original, uno se transformó en el antepasado<br />

de todos los genes que producen hemoglobina en los vertebrados.<br />

<strong>El</strong> otro, en el antepasado de todos los genes que producen<br />

mioglobina, una familia de proteínas relacionada con la hemoglobina,<br />

localizada en los músculos. Varias duplicaciones posteriores<br />

dieron lugar a las llamadas globinas alfa, beta, gamma,<br />

delta, épsilon y zeta. Lo fascinante es que podemos construir<br />

un árbol genealógico completo de los genes de la globina, e incluso<br />

poner fechas en todos los puntos de divergencia (las globinas<br />

delta y beta, por ejemplo, se separaron juntas hace 40 millones<br />

de años; las globinas épsilon y gamma hace 100 millones<br />

de años). Las ocho globinas. descendientes de estas ramificaciones<br />

producidas en antepasados lejanos, están todavía presentes<br />

en cada uno de nosotros. Divergieron en distintas partes de los<br />

cromosomas de nuestros antepasados, y cada uno de nosotros<br />

las hemos heredado en diferentes cromosomas. Las moléculas<br />

comparten el mismo cuerpo con sus remotos primos moleculares.<br />

Es indudable que una gran proporción de esta duplicación<br />

tuvo lugar, en todos los cromosomas, a lo largo del tiempo geológico.<br />

Éste es un aspecto importante en el que la vida real es<br />

más compleja que las bioformas del capítulo 3. Estas tenían sólo<br />

nueve genes. Evolucionaron mediante cambios en los nueve<br />

genes, sin aumentar nunca su número a diez. Incluso en animales<br />

reales, estas duplicaciones son lo suficientemente raras<br />

como para no invalidar mi afirmación general, de que todos los<br />

miembros de una especie comparten el mismo sistema de «direcciones»<br />

del DNA.<br />

La duplicación dentro de una especie no es el único mecanismo<br />

por el que ha aumentado el número de genes que cooperan<br />

durante la evolución. Un caso aún más raro, pero probablemente<br />

muy importante, es la incorporación ocasional de<br />

un gen de otra especie. Por ejemplo, hay hemoglobinas en las<br />

raices de las plantas de la familia del guisante. No se producen<br />

en ninguna otra familia de plantas, y parece casi cierto que entraron<br />

en la familia de los guisantes por una infección cruzada a<br />

partir de los animales, actuando, quizá, los virus como intermediarios.<br />

Un suceso especialmente importante a lo largo de esta línea,<br />

de acuerdo con la teoría cada vez más favorecida de la bióloga<br />

americana Lynn Margulis, tuvo lugar en el origen de la llamada<br />

célula cucariota. Las células eucariotas incluyen todas las células<br />

excepto las bacterias. <strong>El</strong> mundo vivo está dividido, fundamentalmente.<br />

en bacterias y el resto. Nosotros somos parte del<br />

resto, y se nos denomina, en conjunto, eucariotas. Nos diferen¬

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