El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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procesar carne en vez de hierba, el proceso se fue reforzando a<br />
sí mismo. Y una vez que la otra descendencia comenzó a formar<br />
un equipo de genes para procesar hierba en vez de carne<br />
este proceso también se fue reforzando a sí mismo pero en otra<br />
dirección.<br />
Una de las principales cosas que debieron de ocurrir en la<br />
evolución temprana de los organismos vivos fue un aumento en<br />
el número de genes participantes en tales cooperativas. Las bacterias<br />
tienen muchos menos genes que los animales y las plantas.<br />
<strong>El</strong> incremento debe de haberse producido a través de varios<br />
tipos de duplicación genética. Hay que recordar que un gen es,<br />
simplemente, un fragmento de símbolos codificados, como un<br />
archivo en un disco de un ordenador; y que pueden copiarse<br />
en diferentes parles de los cromosomas como los archivos pueden<br />
hacerlo en diferentes partes del disco. En el disco que contiene<br />
este capítulo hay oficialmente tres archivos. Por «oficialmente»<br />
quiero significar que el sistema operativo del ordenador<br />
me dice que sólo hay tres archivos. Puedo pedir que lea uno de<br />
los tres, y me lo presente con una disposición unidimensional<br />
de caracteres alfabéticos, incluyendo los caracteres que se están<br />
leyendo en esc momento. Todo con una apariencia muy pulcra<br />
y ordenada. Pero, de hecho, la disposición del texto en el propio<br />
disco no es pulcra ni ordenada. Puede verse mejor si uno<br />
escapa de la disciplina del sistema operativo oficial del ordenador,<br />
y escribe su propio programa para descifrar lo que está escrito<br />
en ese momento en cada sector del disco. Resulta que hay<br />
fragmentos esparcidos de cada uno de mis tres archivos, entremezclados<br />
con fragmentos de viejos archivos, inutilizados, que<br />
borré hace tiempo y que había olvidado. Cualquier fragmento<br />
puede salir igual, palabra por palabra, o con pequeñas diferencias,<br />
en media docena de sitios diferentes en el disco.<br />
<strong>El</strong> motivo es interesante, y merece una desviación del tema<br />
principal, porque facilita una buena analogía genética. Cuando<br />
se le indica a un ordenador que elimine un archivo, parece obedecer.<br />
Pero, en realidad, no borra el texto de ese archivo. Sólo<br />
borra todos los punteros. Es como si un bibliotecario, al que se<br />
le ha ordenado destruir el libro de <strong>El</strong> amante de Lady Chatterley,<br />
rompiera sólo la ficha del fichero. Para el ordenador es una<br />
forma económica de hacer las cosas, porque el espacio ocupado<br />
por el archivo «borrado» queda automáticamente disponible para<br />
registrar nuevos archivos, tan pronto como se eliminan sus punteros.<br />
Seria una pérdida de tiempo molestarse en rellenar el espacio<br />
con blancos. <strong>El</strong> archivo antiguo no se habrá perdido, por<br />
tanto, hasta que todo su espacio haya sido utilizado para almacenar<br />
nuevos ficheros.<br />
pero esta reutilización de espacios se produce en fragmentos.<br />
Los nuevos archivos no son exactamente del mismo tamaño<br />
que los antiguos. Cuando el ordenador trata de almacenar<br />
un archivo nuevo en un disco, busca el primer espacio disponible,<br />
escribe tanto como quepa, luego busca otro espacio disponible,<br />
escribe un poco más, y así sucesivamente, hasta que el<br />
archivo queda escrito en alguna parte del disco. La persona tiene<br />
la ilusión de que el archivo es único, dispuesto ordenadamente,<br />
sólo porque el ordenador tiene el cuidado de guardar registros,<br />
donde están «apuntadas» las direcciones de todos los fragmentos<br />
dispersos. Estos «punteros» son como las indicaciones de<br />
«continúa en la página 94», utilizadas por el New York Times. La<br />
razón por la que encontramos muchas copias de cualquier fragmento<br />
de texto en un disco es que, si ha sido editado y reeditado<br />
muchas docenas de veces, como todos mis capítulos, cada<br />
edición dará como resultado una nueva grabación de (casi) el<br />
mismo texto. La grabación puede ser ostensiblemente una grabación<br />
del mismo archivo. Pero, como hemos visto, el texto, de<br />
hecho, será esparcido repetidamente por los «espacios» disponibles<br />
del disco. De aquí que puedan encontrarse múltiples copias<br />
de un fragmento determinado de texto por toda la superficie<br />
del disco, y más si el disco es viejo y está muy utilizado.<br />
<strong>El</strong> sistema operativo del DNA de una especie es muy antiguo,<br />
y existen pruebas de que, a largo plazo, se comporta un<br />
poco como el ordenador con los archivos de sus discos. Parte<br />
de esta evidencia procede del fenómeno fascinante de los «in¬<br />
trones» y «exones». En la última década, se ha descubierto que<br />
cualquier gen «único», en el sentido de un pasaje de DNA único,<br />
leído de una forma continuada, no está todo almacenado en un<br />
sitio. En realidad, si se leen las letras de los códigos según se<br />
van produciendo a lo largo del cromosoma (si se realiza el equivalente<br />
a abandonar la disciplina del sistema operativo), se encuentran<br />
fragmentos con «sentido», llamados exones, separados<br />
por otros «sin sentido», llamados intrones. Cualquier «gen» único<br />
en sentido funcional, está dividido en una secuencia de fragmentos<br />
(exones) separados por intrones que no tienen ningún significado.<br />
Es como si cada exón terminase con un puntero que dijese<br />
«continúa en la página 94». Así pues, un gen completo está<br />
formado por una serie completa de exones, que, en realidad,<br />
sólo están unidos cuando son leídos evenlualmente por el sistema<br />
operativo «oficial» que los traduce en proteínas.<br />
Una prueba adicional procede del hecho de que los cromosomas<br />
están cubiertos de fragmentos genéticos antiguos que ya<br />
no se utilizan, pero que todavía pueden ser reconocidos. Para<br />
un programador de ordenadores, el patrón de distribución de