Empleo raciniano de las tres unidades del teatro clásico - Digitum
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<strong>Empleo</strong> <strong>raciniano</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>tres</strong> unida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l <strong>teatro</strong> <strong>clásico</strong> 109<br />
Fedra, y así sucesivamente en todas <strong>las</strong> restantes obras. Se trata <strong>de</strong> un<br />
espacio artísticamente perfecto, simbólicamente exacto, con esa calidad<br />
<strong>de</strong> polivalencia, muy bien apuntada por De Mourgues, que haoen <strong>de</strong>l<br />
tiempo y <strong>de</strong>l espacio coadyuvantes a la trama y verda<strong>de</strong>ra atmósfera <strong>de</strong><br />
la obra.<br />
Por lo que atañe al tiempo, el tiempo real pasa a ser i<strong>de</strong>al, y ese instante<br />
<strong>de</strong>finitivo, supremo, <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> los personajes, llamado «conversión»<br />
por Goldmann, «milagro» en Lukacs, «punto imperceptible» para<br />
Pascal o «momento» como prefiere <strong>de</strong>nominarlo De Mourgues, es el que<br />
lecoge y refleja Racine, <strong>de</strong>spojando <strong>de</strong> su obra lo cotidiano, la banalidad,<br />
lo circunstancial o acci<strong>de</strong>ntal, y clavando su interés en la esencia,<br />
en el hondón, en el vertios <strong>de</strong> la pasión.<br />
En el análisis bartheano <strong>de</strong> la estructura <strong>de</strong> la dramaturgia raciniana,<br />
encontramos como punto <strong>de</strong> partida o postulado básico la i<strong>de</strong>a obsesiva<br />
<strong>de</strong>l pasado que, concretándose en cada pieza <strong>de</strong> una manera, gravita<br />
como una pesada losa sobre los personajes.<br />
Para Barthes, pues, el Padre (que él escribe con mayúscula para <strong>de</strong>signar<br />
su carácter general) significa 'la anterioridad, encuadrado en unas<br />
coor<strong>de</strong>nadas <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>lidad y adscrito al pasado.<br />
En Racine existe un constante fijación <strong>de</strong>l pasado, un presente que<br />
es idéntico a lo anterior, y ahí radica la perennidad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha. El<br />
Padre es inmortal no por supervivencia, sino por vuelta, por retomo:<br />
«Diré que le Pére est immortel —^aclara Barthes— veut diré<br />
que l'Antérieur est immobile; lorsque le Pére manque (provisoirement),<br />
tout se défait; lorsqu'il revient, tout s'aliéne:<br />
l'absence du Pére institue la faute» (27).<br />
Padres no son necesariamente hombres, como se pue<strong>de</strong> colegir. Así,<br />
por ejemplo, en La Thébái<strong>de</strong> es Edipo (la Sangre), en Alexandre ss el<br />
mismo protagonista Alejandro (Padre-dios), en Andromaque son los griegos,<br />
la Ley (Hermione, Menelao), etc.<br />
El término Sangre precisa <strong>de</strong> una aclaración, ya que es un sustituto<br />
<strong>de</strong>l Padre. La Sangre no alu<strong>de</strong> a su realidad material, sino que se refiere<br />
a una anterioridad más inconcreta y más terrible que el Padre, es una<br />
Ley, una suerte <strong>de</strong> legedidad y por en<strong>de</strong> un vínculo, una obligación. En<br />
esto radica, como <strong>de</strong>scubre Barthes, el conflicto trágico, dado que entronca<br />
con la relación <strong>de</strong> autoridad:<br />
(27) BARTHES, R., op. cit., pág. 48.