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LAS MAQUINARIAS DE LA ALEGRÍA - La Pollera

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—Me lo dijo a mí. Es tímido —comentó el señor Glass—. ¿Lo oyó hablar mucho alguna<br />

vez, replicar, maldecir, algo? Le gusta la gente, y no puede decirlo. Pero inmortalizarla,<br />

¡eso sí puede hacerlo!<br />

—¿Inmortalizarla? —dijo Clarence.<br />

—¿Qué otra cosa? —dijo el viejo—. Como una estatua, pero en movimiento. Pasarán<br />

los años y la gente dirá: "¿Recuerda aquella película, El monstruo del pleistoceno? " y la<br />

gente dirá: "Claro, ¿por qué?" "Porque" los otros dirán "fue el único monstruo, la única<br />

bestia en toda la historia de Hollywood que tenía verdaderas entrañas, verdadera<br />

personalidad. ¿Y por qué era esto? Porque un hombre de genio tuvo bastante<br />

imaginación como para inspirarse en una criatura de la vida real, un hombre de negocios<br />

duro y rápido, de categoría A". Usted es ya parte de la historia, señor Clarence. <strong>La</strong>s<br />

cinematecas lo guardarán en buen estado. Los clubes de cine reclamarán su presencia.<br />

¿Hasta qué extremos llegará la fortuna de usted? Nada parecido podrá pasarle nunca a<br />

Immanuel Glass, abogado. Todos los días de los próximos doscientos, quinientos años<br />

será usted un astro en alguna parte del mundo.<br />

—¿Todos los días? —preguntó Clarence en voz baja—. Durante los próximos...<br />

—Ochocientos años, quizá, ¿por qué no?<br />

—Nunca lo pensé.<br />

—¡Piénselo!<br />

Clarence fue hasta la ventana y miró las sombras de Hollywood Hills y al fin asintió con<br />

un movimiento de cabeza.<br />

—Dios mío, Terwilliger —dijo—. ¿Realmente le gusto tanto?<br />

—Es difícil decirlo en palabras —dijo Terwilliger, con dificultad.<br />

—¿Terminaremos pues el grandioso espectáculo? —preguntó Glass—. ¿Presentando<br />

como estrella el terror tiránico que estremece la tierra, y que no es otro que el señor<br />

Joseph J. Clarence?<br />

—Sí, por supuesto. —Clarence llegó haciendo eses hasta la puerta, y allí dijo:—<br />

¿Saben ustedes? ¡Siempre quise ser un actor!<br />

Salió silenciosamente al pasillo y cerró la puerta.<br />

Terwilliger y Glass chocaron junto al escritorio, los dos extendiendo la mano hacia un<br />

cajón.<br />

—Los años primero —dijo el abogado y sacó rápidamente una botella de whisky.<br />

A medianoche, el día del estreno de El monstruo de la Edad de Piedra, el señor Glass<br />

vino al estudio donde todo el mundo estaba reuniéndose para celebrar, y encontró a<br />

Terwilliger sentado solo en su oficina, con el dinosaurio en las rodillas.<br />

—¿No estuvo allí? —preguntó el señor Glass.<br />

—No me atreví. ¿Hubo tumulto?<br />

—¿Un tumulto? De acuerdo con la opinión del público la película es super extra plus.<br />

¡Nadie vio antes un monstruo más encantador! ¡Y ya estamos discutiendo la segunda<br />

parte y la tercera parte! Joe Clarence como el <strong>La</strong>garto Tirano en <strong>La</strong> vuelta del monstruo<br />

de la Edad de Piedra, Joe Clarence y/o Tyrannosaurus Rex en, quizá, <strong>La</strong> Bestia...<br />

Sonó el teléfono. Terwilliger atendió.<br />

—Terwilliger. ¡Habla Clarence! ¡Estaré ahí en cinco minutos! ¡Lo conseguimos! ¡Ese<br />

animal de usted! ¡Maravilloso! ¿Es mío ahora? Quiero decir al diablo con el contrato,<br />

como un favor, ¿me lo regala para la chimenea?<br />

—Señor Clarence, el monstruo es suyo.<br />

—¡Mejor que un Oscar! ¡Hasta luego!<br />

Terwilliger se quedó mirando el teléfono mudo. —Dios nos bendiga, como dice Tiny<br />

Tim. Está riéndose, casi histérico de alivio.<br />

—Quizá sé por qué —dijo el señor Glass—. Luego del estreno una niñita le pidió un<br />

autógrafo.<br />

—¿Un autógrafo?

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