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LAS MAQUINARIAS DE LA ALEGRÍA - La Pollera

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Keystone, a triple velocidad, eran mi idea de la vida, de la muerte. Este monstruo de goma<br />

nos ha aplastado a todos. Ahora no somos más que jugo de tomate, listo para envasar.<br />

—No me haga sentir más culpable de lo que me siento —dijo Terwilliger.<br />

—¿Qué quiere, que lo lleve a bailar?<br />

—Es que Clarence nunca me dejó tranquilo —exclamó Terwilliger—, Haga esto. Haga<br />

aquello. Hágalo de otro modo. Délo vuelta para arriba, para abajo, me decía. Me tragué la<br />

bilis. Me sentía enojado todo el tiempo. Sin darme cuenta, cambié la cara del monstruo.<br />

Pero hasta hace cinco minutos, cuando el señor Clarence se puso a gritar, yo no lo había<br />

visto. Me hago responsable.<br />

—No —suspiró el señor Glass—. Todos teníamos que haberlo visto. Quizá así fue y no<br />

lo admitimos. Quizá así fue y nos reímos toda la noche en sueños, cuando no podíamos<br />

oírnos. Bueno, ¿dónde estamos ahora? El señor Clarence ha hecho inversiones que no<br />

puede dejar de lado. Usted tiene una carrera que para bien o para mal no puede dejar de<br />

lado. En este mismo momento el señor Clarence está tratando de convencerse de que<br />

todo fue un sueño espantoso. Parte de su dolor, en un noventa y nueve por ciento, lo<br />

tiene en la cuenta de banco. Si usted puede dedicarle un uno por ciento de su tiempo en<br />

la próxima hora, convenciéndolo de lo que voy a decirle, mañana a la mañana no habrá<br />

niños huérfanos mirando los pedidos de empleo en Variety y el Hollywood Reporter. Si<br />

usted le dice...<br />

—¿Me dice qué?<br />

Joe Clarence, de vuelta, estaba en la puerta, las mejillas todavía inflamadas.<br />

—Lo que Terwilliger acaba de contarme. —El señor Glass se volvió serenamente.—<br />

Una emotiva historia.<br />

—¡Estoy escuchando! —dijo Clarence.<br />

—Señor Clarence. —El viejo abogado pesó cuidadosamente las palabras.— Esta<br />

película que acaba de ver es un solemne silencioso tributo que el señor Terwilliger le<br />

dedica a usted.<br />

—¿Es qué? —gritó Clarence.<br />

Los dos hombres, Clarence y Terwilliger, estaban boquiabiertos.<br />

El viejo abogado miraba la pared, y dijo con una voz tímida.<br />

—¿Continúo?<br />

El animador cerró la mandíbula.<br />

—Como usted quiera.<br />

—Esta película —el abogado se incorporó y señaló con un solo movimiento la sala de<br />

proyección— nació de un sentimiento de honra y amistad hacia usted, Joe Clarence.<br />

Detrás del escritorio, héroe secreto de la industria cinematográfica, desconocido, invisible,<br />

usted se esfuerza en la soledad, ¿y quién se lleva la gloria? <strong>La</strong>s estrellas. ¿Cuántas<br />

veces un hombre en Atawanda Springs, Idaho, le dice a su mujer: "Oye, estaba pensando<br />

la otra noche en Joe Clarence, un gran productor"? ¿Cuántas veces? ¿Lo diré? ¡Nunca!<br />

Así que Terwilliger se puso a pensar. ¿Cómo podía presentar al mundo al Clarence<br />

verdadero? Allí está el dinosaurio. ¡Bum! ¡Eso es! Pensó Terwilliger, la criatura que es el<br />

terror del mundo: un solitario, orgulloso, maravilloso, terrible símbolo de independencia,<br />

poder, fuerza, astucia animal, el verdadero demócrata, el individuo llevado a la cima, todo<br />

trueno y enormes relámpagos. Dinosaurio: Joe Clarence. Joe Clarence: Dinosaurio. ¡El<br />

hombre encarnado en el lagarto tiránico!<br />

El señor Glass se sentó, jadeando levemente.<br />

Terwilliger no dijo nada.<br />

Clarence se movió al fin, cruzó el cuarto, dio lentamente una vuelta alrededor de Glass,<br />

y luego se instaló frente a Terwilliger con el rostro pálido. Movía los ojos de un lado a otro,<br />

y a lo largo del alto esqueleto de Terwilliger.<br />

—¿Usted dijo eso? —preguntó débilmente.<br />

Terwilliger tragó saliva.

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