LAS MAQUINARIAS DE LA ALEGRÍA - La Pollera
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<strong>La</strong>s manos del Creador se deslizaron saliendo del sol de lámpara de arco. Pusieron el<br />
monstruo granulado en selvas falsas del color verde del verano, lo sumergieron en caldos<br />
de abundante vida bacteriana. Instalado en un sereno terror, la máquina lagarto se tostó<br />
al sol. <strong>La</strong> voz del Creador zumbaba desde los cielos opacos, y el Jardín vibraba con una<br />
vieja y monótona melodía: el hueso del pie conectado al... hueso del tobillo, el hueso del<br />
tobillo conectado al... hueso de la pierna, el hueso de la pierna conectado al... hueso de la<br />
rodilla, el hueso de la rodilla conectado al...<br />
Una puerta se abrió de golpe.<br />
Joe Clarence entró corriendo como una manada de boy scouts. Miró precipitadamente<br />
alrededor como si no hubiera nadie allí.<br />
—¡Dios mío! —gritó—. ¿No ha terminado todavía? ¡Esto me cuesta dinero!<br />
—No —dijo Terwilliger secamente—. No importa el tiempo que me lleve. Me pagarán la<br />
misma suma.<br />
Joe Clarence se acercó en una serie de rápidos arranques y detenciones.<br />
—Bueno, apresúrese. Y hágalo realmente horrible.<br />
Terwilliger estaba de rodillas junto al escenario de la selva en miniatura. Tenía los ojos<br />
a la altura de la cabeza del productor cuando dijo:<br />
—¿Cuántos metros cúbicos de sangre y cuajarones quiere usted?<br />
—¡Mil metros de cada uno! —Clarence se rió en una especie de tartamudeo<br />
jadeante.— Veamos.<br />
Alzó el lagarto.<br />
—¡Cuidado!<br />
—¿Cuidado? —Clarence movió la bestia entre unos dedos descuidados y torpes.—<br />
¿Es mi monstruo, no es cierto? El contrato...<br />
—El contrato dice que usted podrá usar este modelo para publicidad, pero el animal<br />
vuelve a mí cuando estrene la película.<br />
—¡Demonios! —Clarence sacudió el monstruo.— No es así. Los contratos que<br />
firmamos hace cuatro días...<br />
—Parecen cuatro años. —Terwilliger se frotó los ojos.— Me he pasado dos noches sin<br />
dormir terminando esta bestia para empezar a fotografiarla.<br />
Clarence barrió el asunto a un lado.<br />
—Al diablo con el contrato. Aquí hay trampa. Es mi monstruo. Usted y su agente me<br />
enferman del corazón. Me enferman del corazón y con problemas de dinero. Me enferman<br />
del corazón habiéndome del equipo. Me enferman del corazón ...<br />
—Esta cámara que usted me dio es vieja.<br />
—Si se estropea, arréglela. ¿No tiene manos? No se acostumbre a arreglar los<br />
problemas con dólares, recurra a su propio cerebro. Volviendo a la cuestión: este<br />
monstruo, y así tenía que haber aparecido en el convenio, es mi bebé.<br />
—Nunca permito que nadie tenga las cosas que hago —dijo Terwilliger<br />
honestamente—. Les dedico demasiado tiempo y afecto.<br />
—Bueno, de acuerdo. Le daremos cincuenta dólares extra por la bestia y le dejaremos<br />
todo este equipo gratis cuando se termine la película, ¿sí? Entonces podrá tener su propia<br />
compañía. ¡Competirá conmigo, en el mismo plano, usando sus propias máquinas! —<br />
Clarence se rió.<br />
—Si antes no se caen en pedazos —observó Terwilliger.<br />
—Otra cosa. —Clarence puso la criatura en el piso y caminó alrededor.— No me gusta<br />
el aspecto de este monstruo.<br />
Terwilliger casi aulló: —¿No le gusta qué cosa?<br />
—<strong>La</strong> expresión. Necesita más fuego, un poco más de tácate, un poco más de zácate.<br />
—¿Zácate?<br />
—¡Déle al mingo! Saquete más los ojos. Levántele la nariz. Lústrele los dientes. Afílele<br />
la lengua. ¡Puede hacerlo! Este, ¿el monstruo es mío, no?