LAS MAQUINARIAS DE LA ALEGRÍA - La Pollera
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horas, no me dejó entrar en casa mientras se afanaba en vastos y excitantes<br />
preparativos. ¡Cuando volví a casa la tarde siguiente, a la hora azul, como dicen los<br />
franceses en su idioma siempre crepuscular, mi mujer había desaparecido! Una latina<br />
morena me tendió la mano. 'Soy una amiga de su mujer', me dijo y se me echó encima,<br />
mordisqueándome las orejas, estrujándome las costillas hasta que me separé de ella, y<br />
sospechando de pronto, exclamé: '¡Esta mujer no es otra, esta es mi mujer!' Y los dos nos<br />
caímos al suelo de risa. Era mi mujer, con un maquillaje diferente, ropa diferente, actitud<br />
diferente, entonación diferente. '¡Mi actriz!', dije. '¡Tu actriz!', se rió ella. 'Dime qué debo<br />
ser y lo seré. ¿Carmen? Muy bien, soy Carmen. ¿Brunilda? ¿Por qué no? Estudiaré,<br />
crearé y cuando te aburras, recrearé. Me he inscrito en la Academia de Baile. Aprenderé a<br />
sentarme, a estar de pie, a caminar de diez mil maneras. ¡Estoy enfrascada en lecciones<br />
de dicción, soy alumna de la Berlitz! Soy también miembro del Club de Judo Yamayuki.'<br />
'Santo cielo', exclamé, '¿para qué?‘ ‘¡Para esto!' me contestó ¡y de un empujón me tiró<br />
sobre la cama! ... Bueno —dijo Smith—, ¡desde ese día he vivido la vida de Reilly y las de<br />
otros nueve irlandeses! ¡Innumerables fantasías pasaron delante de mí como sombras<br />
chinescas de mujeres de todos los colores, formas, tamaños, temperamentos! Mi mujer<br />
había encontrado el escenario adecuado: nuestra sala y el público: yo, satisfaciendo así<br />
su necesidad de ser la más grande actriz del país. ¿Un público demasiado reducido? ¡No!<br />
Porque con mis gustos siempre enantes, estoy allí para encontrarla, cualquiera que sea<br />
su papel. Mi talento selvático coincide con su genio de vasto alcance. De modo que,<br />
enjaulado al fin y sin embargo libre, al amarla a ella amo a todas. Es el mejor de los<br />
mundos posibles, amigo, el mejor de los mundos posibles.<br />
Hubo un momento de silencio.<br />
El tren rodaba por las vías en la oscuridad de comienzos de diciembre.<br />
Los dos abonados, el joven y el viejo, estaban pensativos, reflexionando en la historia<br />
que acababa de terminar.<br />
Por fin el más joven tragó y asintió reverente. —Su amigo Smith resolvió muy bien el<br />
problema.<br />
—Así es.<br />
El joven pensó un momento, luego sonrió apaciblemente.<br />
—Yo también tengo un amigo. <strong>La</strong> situación de este amigo era similar, pero... distinta.<br />
¿Le llamaré Quillan?<br />
—Sí —dijo el viejo—. Pero dése prisa. Me bajo en seguida.<br />
—Quillan —dijo el joven rápidamente—, estaba una noche en un bar con una pelirroja<br />
fabulosa. <strong>La</strong> multitud se abría a su paso como el mar delante de Moisés. ¡Milagrosa,<br />
pensé, vivificante, más allá de los sentidos! Una semana después, en Greenwich, vi a<br />
Quillan que se paseaba con una mujercita regordeta, de su edad, por supuesto, apenas<br />
treinta y dos, pero mal llevados. Rechoncha, nariz chata, apenas maquillada, las medias<br />
arrugadas, el pelo como un nido de golondrinas e inmensamente tranquila, como si para<br />
ser feliz le bastara caminar de la mano de Quillan. ¡Ah, pensé, esta es la pobre mujercita<br />
palurda que le besa los pies, y otras noches él anda dando vueltas con la increíble<br />
pelirroja robot! Qué tristeza, qué vergüenza. Y seguí mi camino.<br />
"Un mes más tarde encontré a Quillan de nuevo. Estaba por meterse en una entrada<br />
oscura de MacDougal Street, cuando me vio.<br />
"— ¡Ah, Dios! —exclamó sudando—. ¡No digas que me has visto! ¡Mi mujer no tiene<br />
que saberlo!<br />
"Yo estaba por jurar secreto cuando una mujer llamó a Quillan desde una ventana alta.<br />
"Miré hacia arriba. Se me cayó la mandíbula.<br />
“¡Allí asomada a la ventana estaba la mujercita regordeta, raída!"<br />
"De pronto todo se aclaró. ¡<strong>La</strong> hermosa pelirroja era la esposa! <strong>La</strong> esposa bailaba,<br />
cantaba, hablaba largo y fuerte, una intelectual brillante, una diosa Shiva de mil brazos, la<br />
más hermosa de las envolturas humanas. Sin embargo... era extrañamente cansadora.