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LAS MAQUINARIAS DE LA ALEGRÍA - La Pollera

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el sol. Especie de idiota, pensé. Perro afortunado, pensé. Una mujer en la ciudad, una<br />

amante en el campo. Está pisoteando la uva, etcétera, y todo eso. Glorioso. Pero yo no<br />

me quedaría a la fiesta de la vendimia, pensé, y me escabullí sin que me vieran.<br />

—Me cuesta soportar esta conversación —dijo el joven abonado, tratando de levantar<br />

la ventanilla.<br />

—No me interrumpa —dijo el mayor—. ¿Dónde estaba?<br />

—Pisoteando. <strong>La</strong> vendimia.<br />

—¡Ah, sí! Bueno, cuando terminó la fiesta, pesqué por fin el nombre de la preciosa<br />

italiana. ¡<strong>La</strong> señora Smith!<br />

—Se había casado de nuevo, ¿no?<br />

—Imposible. No había tenido bastante tiempo. Pasmado, pensé rápidamente: Debe de<br />

tener dos grupos de amigos. Un grupo conoce a la mujer de la ciudad. El otro conoce a la<br />

amante, a la que también llama su mujer. Smith es demasiado vivo para ser bígamo. No<br />

hay otra respuesta. Misterio.<br />

—Siga, siga —dijo el joven abonado febrilmente.<br />

—Smith, exaltado, me acompañó a la estación aquella noche. En el camino dijo: "¿Qué<br />

le parecen mis mujeres?”<br />

"— ¿Mujeres, en plural? —dije.<br />

"—En plural, diablos —dijo—. ¡He tenido veinte en los últimos tres años, cada una<br />

mejor que la otra! ¡Veinte, calcule, veinte! ¡Mire! —Mientras nos deteníamos en la<br />

estación, sacó una gruesa cartera. Me miró a la cara mientras me la tendía.— No, no —se<br />

rió—, no soy Barba Azul con una veintena de viejos baúles de utilería en el desván<br />

atiborrados de ex cónyuges. ¡Mire!<br />

"Hojeé los retratos. Pasaban rápidamente como una película. Rubias, trigueñas,<br />

pelirrojas, la común, la exótica, la fabulosamente impertinente o la sublimemente dócil me<br />

contemplaban, sonriendo, frunciendo el ceño. El rápido desfile me hipnotizó primero, y<br />

luego me paralizó. Había algo de terriblemente familiar en todas las fotos.<br />

"—Smith —le dije—, usted tiene que ser muy rico para permitirse todas esas mujeres.<br />

"—Rico no. ¡Mire de nuevo!<br />

"Hice pasar de nuevo las fotos. Me quedé sin aliento. Comprendí.<br />

"—<strong>La</strong> señora Smith que conocí esta noche, la hermosa italiana, es la sola y única<br />

señora Smith —dije—. Pero al mismo tiempo, la mujer que conocí en Nueva York hace<br />

dos semanas es también la sola y única señora Smith. ¡Sólo queda deducir que las dos<br />

mujeres son una y la misma!<br />

"— ¡Exacto! —exclamó Smith, orgulloso de mi olfato.<br />

"— ¡Imposible! —dejé escapar.<br />

"—No —dijo Smith exultante—. Mi mujer es asombrosa. Una de las mejores actrices<br />

del off-Broadway cuando la conocí. Con egoísmo le pedí que dejara el teatro y la<br />

amenacé con interrumpir nuestra mutua locura, nuestros escarceos amorosos en la<br />

chaise longue. <strong>La</strong> giganta se hizo enana por amor, cerró de un portazo el teatro y huyó<br />

conmigo por la puerta trasera. Los primeros seis meses de nuestro matrimonio, la tierra<br />

no se movía, se sacudía. Pero inevitablemente, infiel como soy, empecé a observar a<br />

varias otras mujeres que se movían a mi lado como relojes fabulosos. Mi mujer se dio<br />

cuenta de que yo miraba la hora. Entre tanto, ella echaba un vistazo al pasar a las<br />

carteleras de teatro. <strong>La</strong> encontré enfrascada en las reseñas del New York Times, llorando<br />

desesperadamente. ¡Crisis! ¿Cómo combinar dos carreras violentas, la de la actriz de<br />

pasión desmelenada y la del sátiro ansioso y errante? ... Una noche —dijo Smith— miré<br />

una pera melba que pasaba a mi lado. Al mismo tiempo, un viejo billete de entrada a un<br />

teatro traído por el viento se pegó al tobillo de mi mujer. Fue como si esos dos<br />

acontecimientos, que ocurrían a la vez, hubieran abierto una brecha de claridad en lo alto<br />

de una cortina de sombra. ¡<strong>La</strong> luz entró a raudales! Mi mujer me tomó del brazo. ¿Era o<br />

no era una actriz? ¡Lo era! ¡Muy bien, muy bien! Me mandó a pasear durante veinticuatro

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