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LAS MAQUINARIAS DE LA ALEGRÍA - La Pollera

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metió con una banda de Washington Square, un montón de inútiles, y robaron una tienda<br />

y lo pescaron a Tom, de esto hace unos dos meses. Un verdadero escándalo y qué<br />

alboroto, Dios mío, pero las cosas se arreglarán. Tom es un buen chico, tú lo sabes,<br />

¿verdad, Williams? —Helen se llenó el vaso.<br />

—Un chico excelente. —Williams empezó rápidamente otro trago.<br />

—Tú sabes cómo son los chicos. No hay mucho que hacer en una ciudad como esta,<br />

por lo menos para los chicos.<br />

—He visto que juegan en la calle.<br />

—¿No es horrible? ¿Pero qué se puede hacer? Tenemos una sorpresa para ti,<br />

Williams, Paul y yo. ¿Sabes qué? Estamos comprando una casa en el campo, después de<br />

todo este tiempo, al cabo de todos estos años, nos vamos, Paul deja la televisión, sí,<br />

realmente la deja, ¿no te parece maravilloso? Y se va a escribir como tú, Williams,<br />

exactamente como tú, y viviremos en Connecticut, un lindo lugarcito, le vamos a dar una<br />

verdadera oportunidad, le daremos a Paulie una verdadera posibilidad de escribir, te<br />

parece que puede escribir, ¿eh, Williams? ¿No te parece que es un escritor formidable?<br />

—¡Claro que sí! —dijo Williams—. Claro que sí.<br />

—Así que Paul deja el maldito empleo, toda esa basura, y nos vamos al campo.<br />

—¿Cuándo?<br />

—En agosto más o menos. Quizá tengamos que postergarlo hasta setiembre. Pero a<br />

principios de ario a más tardar.<br />

¡Claro! A Williams se le levantó el ánimo. ¡Eso sí que sería bueno! Con sólo que se<br />

fueran, lejos de esa ciudad. Paul ya debía de haber ahorrado bastante, después de todos<br />

esos años. ¡Con sólo que se fueran! Con sólo que ella lo dejara.<br />

Le echó una mirada a Helen de cara brillante, que ahora era brillante sólo porque<br />

mantenía tensos ciertos músculos, los mantenía firmes y duros, no dejaba que<br />

desapareciera ese nuevo brillo, que era como una lamparita eléctrica en un cuarto<br />

después que se ha puesto el sol.<br />

—Los planes de ustedes me parecen formidables —dijo Williams.<br />

—¿Te parece que podremos hacerlo, Williams, te parece que realmente podremos<br />

hacerlo? ¿Te parece que Paul es un escritor formidable, eh?<br />

—Claro que sí. Tienen que hacer la prueba.<br />

—Siempre puede volver a su trabajo si es necesario.<br />

—Claro.<br />

—De modo que esta vez lo haremos de veras. Nos vamos, nos llevamos a Tom con<br />

nosotros, el campo le hará bien, nos hará bien a todos, basta de bebida, basta de vida<br />

nocturna, y a asentarse de verdad con una máquina de escribir y diez resmas de papel<br />

para que Paul las llene. ¿No te parece que es un escritor verdaderamente estupendo,<br />

Williams?<br />

—Tú sabes que sí.<br />

—Dígame, señor Williams —dijo la señora Mears—. ¿Cómo llegó a ser escritor?<br />

—Me gustaba leer cuando era chico. Empecé a escribir todos los días a los doce años<br />

y seguí haciéndolo —dijo Williams nerviosamente. Trataba de pensar cómo había sido<br />

realmente al principio—. Pues bien, seguí haciéndolo, mil palabras por día.<br />

—Paul también era así —dijo Helen rápidamente.<br />

—Usted ha de tener un montón, de dinero —dijo la señora Mears.<br />

Pero en ese momento el sonido de una llave tintineó en la puerta. Williams dio un salto<br />

involuntario, sonriendo, aliviado. Sonreía mirando hacia la entrada y la puerta distante que<br />

ya se abría. Siguió sonriendo cuando vio la forma de Paul, y Paul tenía un aspecto<br />

espléndido cuando cruzó el vestíbulo. Paul tenía un aspecto magnífico y Williams le tendió<br />

la mano y se precipitó hacia él, llamándolo por su nombre, sintiéndose feliz. Paul entró a<br />

las zancadas, alto, más gordo que unos años atrás, la cara encendida, los ojos<br />

anormalmente brillantes, un poco desorbitados, ligeramente sanguinolentos, y un débil

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