LAS MAQUINARIAS DE LA ALEGRÍA - La Pollera
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Y avanzaron de nuevo, una pareja increíble, milagrosa Kate, ¿de cuánto?, veinticinco<br />
años a lo sumo, y él ya bien entrado en los cuarenta, pero apenas un chico, ahora que la<br />
tomaba de la mano, llevándola a la planchada.<br />
Entonces, vacilando, Kate volvió la cara a las colinas de San Francisco y dijo, en voz<br />
baja para sí y para nadie más: —Nunca volveré a tocar tierra.<br />
—¡El viaje no es tan largo!<br />
—Oh, sí —dijo Kate suavemente—. Será un viaje muy largo.<br />
Y por un momento todo lo que oyó el capitán fue el inmenso crujido del barco, como el<br />
Destino volviéndose en sueños.<br />
—¿Pero, por qué he dicho eso? —preguntó ella—. Tonta.<br />
Tendió el pie y subió al barco.<br />
Zarparon esa noche para las Islas del Sur, un novio con piel de tortuga y una novia<br />
flexible como una salamandra, que bailaba en el hogar ardiente dé la cubierta posterior,<br />
en las tardes de agosto.<br />
Entonces, en mitad del viaje, la calma cayó sobre el barco como un gran hálito caliente,<br />
como una exhalación que abatió las velas con un suspiro luctuoso aunque apacible.<br />
Quizá este suspiro lo despertó, o quizá fue Katie, que se levantó para escuchar.<br />
Ni un rumor de cable, como una carrera de ratas, ni un murmullo de velas, ni un<br />
susurro de pies descalzos en el puente. El barco estaba sin duda embrujado. Era como si<br />
la luna al salir hubiera dicho una sola palabra de plata: Paz.<br />
Los hombres, atados a sus puestos como por el encantamiento de la palabra, no se<br />
volvieron cuando el capitán se acercó a la borda con su mujer y sintieron que el ahora se<br />
había convertido en Eternidad.<br />
Y entonces, como si pudiera leer el futuro en el espejo que mantenía quieto al barco,<br />
Katie dijo fervorosamente: —Nunca ha habido una noche más hermosa, ni dos personas<br />
más felices en un barco mejor. Ah, desearía que nos quedáramos aquí mil años, esto es<br />
perfecto, este es nuestro mundo donde tenemos nuestras propias leyes y vivimos de<br />
acuerdo con ellas. Prométeme que nunca me dejarás morir.<br />
—Nunca —dijo él—. ¿Quieres que te diga por qué?<br />
—Sí, y házmelo creer.<br />
El capitán recordó entonces, y se la contó, la historia que había oído una vez y que<br />
hablaba de una mujer tan hermosa que los dioses estaban celosos del Tiempo y se la<br />
llevaron al mar y dijeron que no podía tocar tierra de nuevo, pues la fuerza de la gravedad<br />
pesaría sobre ella, y se debilitaría en vanos encuentros, excursiones insensatas y<br />
extremadas alarmas que al fin le causarían la muerte. Si se quedaba en el agua viviría<br />
para siempre y sería siempre hermosa. Entonces la mujer navegó muchos años, pasando<br />
por delante de la isla donde envejecía su amante. Una y otra vez ella lo llamó, pidiéndole<br />
que la hiciera bajar a tierra. Pero, temeroso de la destrucción de la mujer, él se negaba, y<br />
un día la mujer decidió por su cuenta desembarcar y correr a él. Y pasaron juntos una<br />
noche, una noche de belleza y de maravilla, antes de que el hombre descubriera a su<br />
lado, al salir el sol, a una mujer muy vieja, una hoja marchita.<br />
—¿Escuché la historia alguna vez? —preguntó el capitán—. ¿O alguien la contará<br />
después y somos nosotros esa historia? ¿Por eso te he sacado de tierra, para que el<br />
ruido y el tránsito y los millones de personas y de cosas no puedan gastarte?<br />
Pero Kate se reía de él. Echó la cabeza hacia atrás y dejó salir el sonido, y todos los<br />
hombres volvieron la cabeza y todas las bocas sonrieron.<br />
—Tom, Tom, ¿te acuerdas de lo que dije antes de embarcarnos, que nunca volvería a<br />
tocar tierra? Debo de haber sospechado tus razones para escapar conmigo. Muy bien,<br />
entonces me quedaré a bordo dondequiera que vayamos, por todo el mundo. Y así nunca<br />
cambiaré, y tú tampoco, ¿no es cierto?<br />
—¡Siempre tendré cuarenta y ocho años!<br />
Y se rió él también, contento de haberse sacado la oscuridad de adentro, tomándola de