documento: 03. historia de la iglesia en américa - icergua

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09.05.2013 Views

Hoy a ese mundo se le suele llamar Latinoamérica, pero como bien dicen D. Bushnell y N. Macaulay, «en realidad, los términos Hispanoamérica o Iberoamérica serían más apropiados. Al parecer, la designación genérica de Latinoamérica la utilizó por vez primera el polígrafo colombiano José María Torres Caicedo, y fue rápidamente adoptada por los ideólogos franceses, en un intento de reivindicar parcialmente para sí la obra de España y Portugal. La única república que, de hecho, es un vástago americano del imperio francés es Haití» (El nacimiento de los países latinoamericanos 11). Antes de recordar ciertos pasos históricos, nos será útil conocer algunos datos demográficos fundamentales. La América española en 1820 tenía 14.470.000 habitantes, y en el primer desarrollo de sus nuevas nacionalidades, en 1880, a causa principalmente de la inmigración, pasó a tener 30.320.000. El crecimiento entre esos dos años señalados, concretamente, se distribuyó así (en miles): Argentina, 610 / 2.484; Bolivia, 1.000 / 1.506; Colombia, 1.025 / 2.870; Costa Rica, 63 / 170; Cuba, 615 / 1.542; Chile, 789 / 2.066; Ecuador, 530 / 1.106; El Salvador, 248 / 583; Guatemala, 595 / 1.225; Honduras, 135 / 303; México, 6.204 / 10,438; Nicaragua, 186 / 400; Paraguay, 210 / 318; Perú, 1.210 / 2.710; Santo Domingo, 120 / 240; Uruguay, 69 / 229; Venezuela, 760 / 2.080. En ese mismo período, 1820/1880, creció la población (en miles) de Brasil, 4.494 / 11.748, y de Haití, 647 / 1.238 (+Bushnell - Macaulay 300). Por su parte, las colonias inglesas del norte, a mediados del XVIII, reunían una población de 1.250.000; y ya constituídas como Estados Unidos, cuando el territorio ocupado apenas se extendía desde la costa Este al río Mississippi, en 1800, tenían 5.500.000. Y en 1860 eran ya 31.000.000 (Pereyra, La obra... 268-269). 8. El Ecuador Como ya hemos indicado, la actitud antiliberal de la Iglesia, durante el siglo XIX, le atrajo en todo el Occidente graves persecuciones, que fueron particularmente duras en Hispanoamérica. En efecto, los gobiernos de las nuevas naciones persiguieron a la Iglesia con frecuencia, y al principio no sólo por ser liberales, sino también porque los obispos en general, lo mismo que los Papas, habían exhortado a guardar fidelidad a la Corona española (Pío VII, Etsi longissimo 1816, y León XII, Etsi iam diu 1824). Eso explica que desde 1824 hasta mediados del XIX, no se normalizaran las relaciones entre los gobiernos y el Vaticano. Sin embargo, el asalto contra la Iglesia no fue abierto en los primeros decenios. Las primeras Constituciones de la independencia todavía consideraban como única la religión católica, y seguían dejando a la Iglesia la orientación de la enseñanza. Pero la tuerca de la persecución había de ir apretándose más y más en los decenios siguientes... Evocaremos estos hechos en un caso concreto, el del Ecuador de mediados del XIX. Entre Colombia y Perú, asoma al mundo el Ecuador, un pequeño país grandioso en su alturas andinas, en sus valles feraces, en su encantadora costa. Su capital es Quito, ciudad hermosa y señorial, que se alza entre dos cumbres de casi 6.000 metros de altura. Fundada en 1534, sede episcopal desde 1543, fue constituida en 1564 cabeza de la Real Audiencia, que comprendía, en el interior del virreinato del Perú, la región del antiguo reino quiteño de los incas. Antes que ella nació San Miguel de Piura, la primera ciudad hispana de América del sur, y en seguida, en 1535, Guayaquil, liberal y abierta al mundo en un puerto siempre muy activo. En Quito el criollo marqués de Selva Alegre da en 1809 el primer grito de la independencia de la América hispana, que es más bien un rechazo al liberalismo español, pues los propios rebeldes formaron con 3.000 hombres un ejército favorable a Fernando VII. En 1810 se crea una Junta de gobierno, y en 1811 el Congreso, a propuesta del obispo José Cuaro y Caicedo, declara la independencia, pero sin consecuencias reales. Es en 1822, después de la victoria del general Sucre en las faldas del Pichincha, cuando se produce la verdadera independencia del Ecuador. Incorporado en ese año a la Gran Colombia, el Ecuador se separa de ella en 1830, después de haberlo hecho Venezuela en 1829. Entonces, en 1830, comienza propiamente su vida nacional independiente, bajo la guía del general venezolano Juan José Flores, que fue su primer presidente (1831-35 y 1839-43) y su indiscutible fundador. Enérgico y casi analfabeto, muy mal organizador, procura un poder fuerte, un sufragio restringido, y una situación favorable para la Iglesia. Con él se alterna Vicente Rocafuerte, guayaquileño (1835-39), liberal convencido y europeizante. También él, como Portales y Rosas, quería el orden por encima de todo: «No me arredra el título de tirano». En 1845 Flores es desterrado, y el país, que ya venía mal gobernado, va decayendo durante quince años hacia el caos, de la mano primero de tres civiles, Roca (1845-49), Ascásubi (1849-50) y Noboa (1850-51), y después de dos militares, Urbina (1851-56) y Robles (1856-59). «Y en esos momentos, en que Ecuador se encamina por cauces anárquicos, surge como hito destacado una figura política de magnitud excepcional. Ella sola destacará sobre todas las demás del Ecuador del siglo XIX. Gabriel García Moreno» (Belmonte, Hª contemporánea de Iberoamérica 180). Haremos crónica de su figura con ayuda de la biografías de A. Berthe y de Adro Xavier, y siguiendo también a José Belmonte en la obra citada. 9. Gabriel García Moreno (1821-1875) En la ciudad de Guayaquil, porteña y liberal, en el año 1821, nació Gabriel García Moreno, octavo hijo de una familia muy distinguida, pues su padre Gabriel García Gómez, español leonés, nacido cerca de Ponferrada, fue procurador síndico de Guayaquil, y su madre, Mercedes Moreno, era hija del regidor perpetuo del ayuntamiento de la ciudad, hermana del arcediano de Lima y del oidor de Guatemala, y tía del cardenal Moreno, primado de Toledo. Gabriel, de niño, dio muestras de un temperamento sumamente débil y medroso. De tal modo le espantaba cualquier cosa, que no pudo ser enviado a la escuela, y fue su madre su primera maestra. Gabriel, a los nueve años, justamente cuando se produce la independencia, queda huérfano de padre, y la familia, que se había distinguido como realista, se ve en la ruina. Un buen fraile mercedario, el padre Betancourt, que ayudaba espiritualmente a doña Mercedes, se hizo cargo de Gabriel, sirviéndole de maestro durante varios años, con gran Th 6 – DOCUMENTO 03. 90

provecho. Gabriel, que hablaba a veces en latín con su maestro, mostraba una memoria prodigiosa y una gran facilidad para el estudio. En esos años cambió totalmente su forma de ser, haciéndose una personalidad fuerte y valiente. A los quince años comienza Gabriel sus estudios de filosofía y leyes en la Universidad de Quito, fundada en 1586. Pudo hacerlo gracias a dos hermanas del padre Betancourt, que allí tenían casa y le alojaron. Fue muy buen estudiante, y se mantuvo con beca toda la carrera. Aprendió por su cuenta francés, inglés e italiano. El ambiente cultural que le rodeaba era racionalista, volteriano y laicista, abiertamente hostil a la Iglesia, y en la vida política todo era mentira y corrupción. Viendo así la situación, no se limitó a lamentarse, sino que se decidió a ser político católico. A los veinticinco años obtiene García Moreno el doctorado. Y su vida, siempre muy activa, se va acelerando más y más. Explora científicamente los cráteres de los volcanes Pinchincha y Sangay. Se casa con Rosa Ascásubi. Como escritor de combate, lanza sucesivamente varios periódicos, El Zurriago primero, La Nación después, y otro, El vengador, y otro más, El diablo. Pacifica en una semana, como enviado del presidente Roca, una sublevación sangrienta producida en Guayaquil... Pero todo va de mal en peor, y la nación va decayendo, entre conspiraciones y sobresaltos, en un laicismo cada vez más ignominioso. Pasa entonces García Moreno por momentos de desánimo, llegando a considerar la posibilidad de dedicarse, como su próspero hermano Pablo, al comercio. Viaja a Europa, a Inglaterra y Alemania, y en Francia se reafirma definitivamente en su vocación política, estimulado por el ejemplo de sus amigos católicos franceses. Se reintegra en 1850 al Ecuador, y consigue, en un golpe de mano personal ante el presidente Noboa, el regreso de los jesuitas, cosa que los masones no podían tolerar. El general Urbina, que se hace con el poder, los expulsa de nuevo, alegando que la real cédula de Carlos III, española, de 1767, estaba vigente (!). Exiliado: García Moreno ataca duramente desde el semanario La Nación la política de Urbina, y éste, en 1853, le destierra a Colombia. De allí se fuga, vuelve secretamente a Quito, se refugia más tarde en un barco francés arribado al puerto de Guayaquil, es elegido diputado, y es desterrado por segunda vez, en esta ocasión a la costa peruana, a un lugarejo apartado. Allí escribe un folleto en defensa propia, La verdad de mis calumniadores y, como siempre que puede, se dedica al estudio. En 1855 vuelve a París, pues necesita libros y personas con las que perfeccionar su pensamiento, preparándose para su misión. Le interesan todos los temas: matemáticas y ciencias naturales, ingeniería y filosofía, agricultura e historia. «Estudio diez y seis horas diarias -le escribe a un amigo-, y si el día tuviera cuarenta y ocho, pasaría cuarenta con mis libros, sin el menor tropiezo». Por aquel tiempo estudió a Balmes y a Donoso Cortés, y leyó tres veces la Historia universal de la Iglesia católica, de Rohrbacher, editada recientemente en 29 volúmenes, entre 1842 y 1849, la obra que más influyó en su formación doctrinal y espiritual. Pero aunque con éste y otros estudios consolidaba más y más su pensamiento católico, por aquellos años, sin embargo, había abandonado las prácticas religiosas: no se confesaba ni iba a misa los domingos. Un día, en una discusión con un ateo, éste le echó en cara su inconsecuencia, y Gabriel fue vencido por la gracia de Dios. Se confesó en seguida y desde entonces participó en la eucaristía diariamente. Alcalde, rector y senador: A fines de 1856, una amnistía proclamada por el general Robles, sucesor del general Urbina, permite el regreso de García Moreno, después de tres años de destierro. Acogido triunfalmente en Quito, es elegido alcalde de la ciudad en 1857, y poco después rector de la Universidad, y senador por la oposición. La degradación de la vida política, cultural y económica en aquellos últimos años de dictadura militar era completa. Serían necesarias muchas páginas -de las que no disponemos- para describir las luchas y cabildeos, los nepotismos y traiciones, que por entonces dominaban la vida pública, en la que la arbitrariedad de los políticos y la violencia de soldados y policías iban mucho más allá de lo tolerable. L. F. Borja afirma que 1859 fue «el año de la crisis para el Ecuador, cuando estuvo en peligro de desaparecer como nación independiente, el año de la anarquía» (+Belmonte, Hª contemporánea de Iberoamérica, II, 180). Primera presidencia (1861-65): Después de veinticinco años de gobiernos liberales y despóticos, sectarios e inútiles, se hizo en 1860, gracias en buena parte a García Moreno, una nueva Constitución, y él fue elegido por unanimidad para presidir el gobierno. Comienza inmediatamente una obra formidable, de la que escribe José Belmonte: «Se organiza ahora la hacienda, la enseñanza y el ejército; se establece un Tribunal de cuentas; se reducen las tasas fiscales. García Moreno derrocha ardor para combatir con energía la especulación, el contrabando y la burocracia, acometiendo asimismo las obras de vialidad del país. Simboliza el freno más resuelto contra el militarismo imperante. Sus pasos giran en torno al establecimiento de un régimen civil, encaminándose a la instauración de un Estado católico. «Su primer gobierno puede llamarse, en expresión de Crespo Toral, el período heroico de García Moreno. Fueron aquellos años, desde el gobierno provisional hasta 1865, de verdadera prueba: el motín de los cuarteles, las invasiones a mano armada, el puñal aguzándose en la sombra, dos guerras internacionales... En esos años lúgubres de furor, de desesperación, se acometieron en parte los gigantescos trabajos de la red de carreteras, las vastas empresas de la enseñanza, de la beneficencia, del saneamiento moral de la República, de cuyo territorio, desde los claustros para abajo, barrióse toda inmundicia que pudiese corromper el ambiente o trascender pestilencia o contagio... En años tan difíciles, con rentas adecuadas apenas para el sustento de la vida, tuvo el erario la elasticidad que da la honradez» (181). En 1862 se estableció el Concordato ecuatoriano con la Santa Sede. En 1863 se celebró un Concilio nacional, en el que se restauró, entre otras cosas, la disciplina del clero. Llegaron al país no pocos religiosos extranjeros. Y por primera vez en muchos años el Ecuador, país con inmensa mayoría de católicos, pudo vivir en una atmósfera favorable a la Iglesia y a la vida cristiana. Sin embargo, la obstrucción sistemática de liberales y radicales, y la Th 6 – DOCUMENTO 03. 91

provecho. Gabriel, que hab<strong>la</strong>ba a veces <strong>en</strong> <strong>la</strong>tín con su maestro, mostraba una memoria prodigiosa y una gran facilidad<br />

para el estudio. En esos años cambió totalm<strong>en</strong>te su forma <strong>de</strong> ser, haciéndose una personalidad fuerte y vali<strong>en</strong>te.<br />

A los quince años comi<strong>en</strong>za Gabriel sus estudios <strong>de</strong> filosofía y leyes <strong>en</strong> <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> Quito, fundada <strong>en</strong> 1586.<br />

Pudo hacerlo gracias a dos hermanas <strong>de</strong>l padre Betancourt, que allí t<strong>en</strong>ían casa y le alojaron. Fue muy bu<strong>en</strong><br />

estudiante, y se mantuvo con beca toda <strong>la</strong> carrera. Apr<strong>en</strong>dió por su cu<strong>en</strong>ta francés, inglés e italiano. El ambi<strong>en</strong>te<br />

cultural que le ro<strong>de</strong>aba era racionalista, volteriano y <strong>la</strong>icista, abiertam<strong>en</strong>te hostil a <strong>la</strong> Iglesia, y <strong>en</strong> <strong>la</strong> vida política todo<br />

era m<strong>en</strong>tira y corrupción. Vi<strong>en</strong>do así <strong>la</strong> situación, no se limitó a <strong>la</strong>m<strong>en</strong>tarse, sino que se <strong>de</strong>cidió a ser político católico.<br />

A los veinticinco años obti<strong>en</strong>e García Mor<strong>en</strong>o el doctorado. Y su vida, siempre muy activa, se va acelerando más y<br />

más. Explora ci<strong>en</strong>tíficam<strong>en</strong>te los cráteres <strong>de</strong> los volcanes Pinchincha y Sangay. Se casa con Rosa Ascásubi. Como<br />

escritor <strong>de</strong> combate, <strong>la</strong>nza sucesivam<strong>en</strong>te varios periódicos, El Zurriago primero, La Nación <strong>de</strong>spués, y otro, El<br />

v<strong>en</strong>gador, y otro más, El diablo. Pacifica <strong>en</strong> una semana, como <strong>en</strong>viado <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte Roca, una sublevación<br />

sangri<strong>en</strong>ta producida <strong>en</strong> Guayaquil...<br />

Pero todo va <strong>de</strong> mal <strong>en</strong> peor, y <strong>la</strong> nación va <strong>de</strong>cay<strong>en</strong>do, <strong>en</strong>tre conspiraciones y sobresaltos, <strong>en</strong> un <strong>la</strong>icismo cada vez<br />

más ignominioso. Pasa <strong>en</strong>tonces García Mor<strong>en</strong>o por mom<strong>en</strong>tos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sánimo, llegando a consi<strong>de</strong>rar <strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>dicarse, como su próspero hermano Pablo, al comercio. Viaja a Europa, a Ing<strong>la</strong>terra y Alemania, y <strong>en</strong> Francia se<br />

reafirma <strong>de</strong>finitivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su vocación política, estimu<strong>la</strong>do por el ejemplo <strong>de</strong> sus amigos católicos franceses. Se<br />

reintegra <strong>en</strong> 1850 al Ecuador, y consigue, <strong>en</strong> un golpe <strong>de</strong> mano personal ante el presi<strong>de</strong>nte Noboa, el regreso <strong>de</strong> los<br />

jesuitas, cosa que los masones no podían tolerar. El g<strong>en</strong>eral Urbina, que se hace con el po<strong>de</strong>r, los expulsa <strong>de</strong> nuevo,<br />

alegando que <strong>la</strong> real cédu<strong>la</strong> <strong>de</strong> Carlos III, españo<strong>la</strong>, <strong>de</strong> 1767, estaba vig<strong>en</strong>te (!).<br />

Exiliado: García Mor<strong>en</strong>o ataca duram<strong>en</strong>te <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el semanario La Nación <strong>la</strong> política <strong>de</strong> Urbina, y éste, <strong>en</strong> 1853, le<br />

<strong>de</strong>stierra a Colombia. De allí se fuga, vuelve secretam<strong>en</strong>te a Quito, se refugia más tar<strong>de</strong> <strong>en</strong> un barco francés arribado<br />

al puerto <strong>de</strong> Guayaquil, es elegido diputado, y es <strong>de</strong>sterrado por segunda vez, <strong>en</strong> esta ocasión a <strong>la</strong> costa peruana, a<br />

un lugarejo apartado. Allí escribe un folleto <strong>en</strong> <strong>de</strong>f<strong>en</strong>sa propia, La verdad <strong>de</strong> mis calumniadores y, como siempre que<br />

pue<strong>de</strong>, se <strong>de</strong>dica al estudio.<br />

En 1855 vuelve a París, pues necesita libros y personas con <strong>la</strong>s que perfeccionar su p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to, preparándose para<br />

su misión. Le interesan todos los temas: matemáticas y ci<strong>en</strong>cias naturales, ing<strong>en</strong>iería y filosofía, agricultura e <strong>historia</strong>.<br />

«Estudio diez y seis horas diarias -le escribe a un amigo-, y si el día tuviera cuar<strong>en</strong>ta y ocho, pasaría cuar<strong>en</strong>ta con mis<br />

libros, sin el m<strong>en</strong>or tropiezo». Por aquel tiempo estudió a Balmes y a Donoso Cortés, y leyó tres veces <strong>la</strong> Historia<br />

universal <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia católica, <strong>de</strong> Rohrbacher, editada reci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> 29 volúm<strong>en</strong>es, <strong>en</strong>tre 1842 y 1849, <strong>la</strong> obra<br />

que más influyó <strong>en</strong> su formación doctrinal y espiritual.<br />

Pero aunque con éste y otros estudios consolidaba más y más su p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to católico, por aquellos años, sin<br />

embargo, había abandonado <strong>la</strong>s prácticas religiosas: no se confesaba ni iba a misa los domingos. Un día, <strong>en</strong> una<br />

discusión con un ateo, éste le echó <strong>en</strong> cara su inconsecu<strong>en</strong>cia, y Gabriel fue v<strong>en</strong>cido por <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios. Se confesó<br />

<strong>en</strong> seguida y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>en</strong>tonces participó <strong>en</strong> <strong>la</strong> eucaristía diariam<strong>en</strong>te.<br />

Alcal<strong>de</strong>, rector y s<strong>en</strong>ador: A fines <strong>de</strong> 1856, una amnistía proc<strong>la</strong>mada por el g<strong>en</strong>eral Robles, sucesor <strong>de</strong>l g<strong>en</strong>eral<br />

Urbina, permite el regreso <strong>de</strong> García Mor<strong>en</strong>o, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres años <strong>de</strong> <strong>de</strong>stierro. Acogido triunfalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Quito, es<br />

elegido alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad <strong>en</strong> 1857, y poco <strong>de</strong>spués rector <strong>de</strong> <strong>la</strong> Universidad, y s<strong>en</strong>ador por <strong>la</strong> oposición. La<br />

<strong>de</strong>gradación <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida política, cultural y económica <strong>en</strong> aquellos últimos años <strong>de</strong> dictadura militar era completa.<br />

Serían necesarias muchas páginas -<strong>de</strong> <strong>la</strong>s que no disponemos- para <strong>de</strong>scribir <strong>la</strong>s luchas y cabil<strong>de</strong>os, los nepotismos y<br />

traiciones, que por <strong>en</strong>tonces dominaban <strong>la</strong> vida pública, <strong>en</strong> <strong>la</strong> que <strong>la</strong> arbitrariedad <strong>de</strong> los políticos y <strong>la</strong> viol<strong>en</strong>cia <strong>de</strong><br />

soldados y policías iban mucho más allá <strong>de</strong> lo tolerable. L. F. Borja afirma que 1859 fue «el año <strong>de</strong> <strong>la</strong> crisis para el<br />

Ecuador, cuando estuvo <strong>en</strong> peligro <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer como nación in<strong>de</strong>p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te, el año <strong>de</strong> <strong>la</strong> anarquía» (+Belmonte, Hª<br />

contemporánea <strong>de</strong> Ibero<strong>américa</strong>, II, 180).<br />

Primera presi<strong>de</strong>ncia (1861-65): Después <strong>de</strong> veinticinco años <strong>de</strong> gobiernos liberales y <strong>de</strong>spóticos, sectarios e inútiles,<br />

se hizo <strong>en</strong> 1860, gracias <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a parte a García Mor<strong>en</strong>o, una nueva Constitución, y él fue elegido por unanimidad<br />

para presidir el gobierno. Comi<strong>en</strong>za inmediatam<strong>en</strong>te una obra formidable, <strong>de</strong> <strong>la</strong> que escribe José Belmonte:<br />

«Se organiza ahora <strong>la</strong> haci<strong>en</strong>da, <strong>la</strong> <strong>en</strong>señanza y el ejército; se establece un Tribunal <strong>de</strong> cu<strong>en</strong>tas; se reduc<strong>en</strong> <strong>la</strong>s tasas<br />

fiscales. García Mor<strong>en</strong>o <strong>de</strong>rrocha ardor para combatir con <strong>en</strong>ergía <strong>la</strong> especu<strong>la</strong>ción, el contrabando y <strong>la</strong> burocracia,<br />

acometi<strong>en</strong>do asimismo <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> vialidad <strong>de</strong>l país. Simboliza el fr<strong>en</strong>o más resuelto contra el militarismo imperante.<br />

Sus pasos giran <strong>en</strong> torno al establecimi<strong>en</strong>to <strong>de</strong> un régim<strong>en</strong> civil, <strong>en</strong>caminándose a <strong>la</strong> instauración <strong>de</strong> un Estado católico.<br />

«Su primer gobierno pue<strong>de</strong> l<strong>la</strong>marse, <strong>en</strong> expresión <strong>de</strong> Crespo Toral, el período heroico <strong>de</strong> García Mor<strong>en</strong>o. Fueron<br />

aquellos años, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el gobierno provisional hasta 1865, <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra prueba: el motín <strong>de</strong> los cuarteles, <strong>la</strong>s<br />

invasiones a mano armada, el puñal aguzándose <strong>en</strong> <strong>la</strong> sombra, dos guerras internacionales... En esos años lúgubres<br />

<strong>de</strong> furor, <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, se acometieron <strong>en</strong> parte los gigantescos trabajos <strong>de</strong> <strong>la</strong> red <strong>de</strong> carreteras, <strong>la</strong>s vastas<br />

empresas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>en</strong>señanza, <strong>de</strong> <strong>la</strong> b<strong>en</strong>efic<strong>en</strong>cia, <strong>de</strong>l saneami<strong>en</strong>to moral <strong>de</strong> <strong>la</strong> República, <strong>de</strong> cuyo territorio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los<br />

c<strong>la</strong>ustros para abajo, barrióse toda inmundicia que pudiese corromper el ambi<strong>en</strong>te o trasc<strong>en</strong><strong>de</strong>r pestil<strong>en</strong>cia o<br />

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En 1862 se estableció el Concordato ecuatoriano con <strong>la</strong> Santa Se<strong>de</strong>. En 1863 se celebró un Concilio nacional, <strong>en</strong> el<br />

que se restauró, <strong>en</strong>tre otras cosas, <strong>la</strong> disciplina <strong>de</strong>l clero. Llegaron al país no pocos religiosos extranjeros. Y por<br />

primera vez <strong>en</strong> muchos años el Ecuador, país con inm<strong>en</strong>sa mayoría <strong>de</strong> católicos, pudo vivir <strong>en</strong> una atmósfera<br />

favorable a <strong>la</strong> Iglesia y a <strong>la</strong> vida cristiana. Sin embargo, <strong>la</strong> obstrucción sistemática <strong>de</strong> liberales y radicales, y <strong>la</strong><br />

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