documento: 03. historia de la iglesia en américa - icergua

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09.05.2013 Views

CAPÍTULO IV: EVANGELIZACIÓN DE NUEVA GRANADA: COLOMBIA – VENEZUELA. 1. La primera evangelización Los franciscanos llegaron a Nueva Granada con la expedición de Alonso de Ojeda, en 1509; formaron custodia en 1550, y provincia en 1565. Los dominicos llegaron a Santa Marta, como hemos visto, en 1529, con García de Lerma, y formaron provincia en 1571, con dieciséis conventos, tres mayores (Santa Fe, Cartagena y Tunja), y el resto menores (Popayán, Tocaima, Valledupar, Pamplona, Mariquita, Ibagué, Tolú, Mérida, Muzo, Santa Marta, Guatavita, Ubaque y Tocarema). En 1575 servían 175 doctrinas de indios, y antes de fin de siglo fundaron también conventos en Cali, Buga, Pasto y Riohacha. Posteriormente llegaron los agustinos, en 1575, y los jesuitas, en 1599. La evangelización, más tardía, de la actual Venezuela fue iniciada por los dominicos y seguida por los franciscanos y jesuitas; pero sin tener en menos su labor, «podemos afirmar que fueron los capuchinos [que comenzaron su labor en Cumaná, en 1657] los que en esa obra de civilización y evangelización de Venezuela llevaron la mayor parte» (Buenaventura de Carrocera, OFM cap., Las misiones capuchinas de Cumaná: MH 17, 1960, 281). La evangelización de Nueva Granada halló en los primeros decenios innumerables dificultades. El clima era muy cálido, los caminos malos o inexistentes, y la organización civil hispana se veía continuamente perturbada por graves conflictos personales entre los conquistadores, enfrentados entre sí, obsesionados por Eldorado, y más empeñados en conquistar y rapiñar que en poblar y evangelizar. Un caso significativo de esta locura por las exploraciones y conquistas es, por ejemplo, el de Jiménez de Quesada, el antiguo conquistador, que había recibido el título, más bien honorífico, de mariscal de Nueva Granada. A los setenta años de edad, en 1569, en vez de estarse tranquilo en Santa Fe, hechas las capitulaciones de rigor, sale de la ciudad a la conquista de un pretendido Eldorado con 8 clérigos, 1.300 blancos, 1.500 indios y 1.100 caballos. Después de tres años de indecibles calamidades, en que llegan a los ríos Guaiyaré y Guaracare, regresan 64 blancos, 4 indios y 18 caballos. Y aún intenta Quesada más tarde repetir la entrada, pero, felizmente, se muere antes. Por otra parte, el mundo indígena, muy apegado a sus ídolos y adoratorios, y azuzado por brujos y sacerdotes paganos, se resistió con frecuencia al Evangelio. En realidad, como dice el padre Carlos Mesa al estudiar La idolatría y su extirpación en el Nuevo Reino de Granada (225-252), «no fue tarea fácil y breve extirpar del territorio novogranatense la idolatría y el gentilismo» (225). Los muiscas de la altiplanicie de Cundinamarca y Boyacá, uno de los grupos más cultos, aunque ya en decadencia, seguían apegados a sus ritos paganos. Los paeces de la zona de Cauca, de muy baja cultura, se mantenían medrosos bajo el influjo despótico de sus sacerdotes hechiceros. Los pijaos de las montañas de Ibagué y Cartago eran tan terriblemente belicosos que el Consejo de Indias les declaró guerra abierta en 1605. Los taironas, como veremos, en defensa de unas reliquias veneradas, casi consiguen dar muerte a San Luis Beltrán... 2. Lenguas indígenas Carlos E. Mesa, al estudiar La enseñanza del catecismo en el Nuevo Reino de Granada (299-334), consigna algo tan obvio como impresionante: «América es un continente bautizado... El hecho está ahí y supone un esfuerzo enorme, casi milagroso» (299). En efecto, supone ante todo un esfuerzo enorme, casi milagroso, de catequización. Y en esta formidable tarea el medio primero era, por supuesto, el aprendizaje de las lenguas, innumerables entre los indios de Nueva Granada. Todavía en 1555, en las ordenanzas de Cartagena de Indias para la doctrina de los indios, se disponía que la doctrina fuese enseñada «en la lengua vulgar castellana» (309). Pero sin tardar mucho, también en esta región de la América hispana, los misioneros supieron enfrentar el desafío, aparentemente insuperable, de la multiplicidad de las lenguas indígenas. En cuanto podían, procuraban sacar vocabularios de las diversas lenguas, y componer o traducir en ellas un catecismo. Así, con un empeño admirable, fueron ganando para el Evangelio -y para la lingüística de todos los tiempos- las principales lenguas de los pueblos de la zona: entre otras el mosca (dominico Bernardo de Lugo, natural de Santa Fe, 1619), el chibcha (los jesuitas Dadey, Coluccini, Pedro Pinto y Francisco Varáiz), el achagua (los jesuitas Juan Rivero y Alonso de Neira), el zeona (Joaquín de San Joaquín, en 1600), el páez (el presbítero Eugenio de Castillo y Orozco, en 1775), el betoyés (el jesuita José de Gumilla), el sarura (el jesuita Francisco del Olmo), y el sáliva (agustinos Recoletos o Candelarios, en 1790) (302-303). Por lo que se refiere a Venezuela, antes de 1670 el padre Nájera, capuchino, había impreso un Catecismo y Doctrina en la lengua de «los indios chaimas o coras de la provincia de Cumaná, y en la de los negros de Arda», que no se conserva. Y el también capuchino Francisco de Tauste compuso un Arte y vocabulario de la lengua de los indios chaimas, cumanagotos, cores, parias y otros diversos de la Provincia de Cumaná o Nueva Andalucía, con un tratado a lo último de la Doctrina cristiana y Catecismo de los misterios de nuestra santa fe, impreso en Madrid en 1680. 3. Catequesis y doctrinas Los primeros Sínodos celebrados en lo que hoy es Colombia, como el de Popayán (1555) o el de Santa Fe de Bogotá (1556), y lo mismo las Ordenanzas dispuestas por la autoridad civil, como en Cartagena de Indias (1555) o en Tunja (1575), centran siempre su atención en la necesidad de catequizar bien a los indios, urgiendo con fuerza la responsabilidad de clérigos y religiosos, funcionarios y encomenderos. Y para este inmensa labor de catequesis «las doctrinas fueron los instrumentos providenciales. La instrucción fue [así] colectiva y masiva, como lo demandaban las circunstancias. Y para instruir y catequizar, se empleaban todos los Th 6 – DOCUMENTO 03. 64

medios» (Mesa, La enseñanza 303-304). No es una exageración afirmar que la vida de la población en las doctrinas venía configurada principalmente por la catequesis. En la Historia memorial del franciscano Esteban de Asensio, escrita hacia 1585, se describe bien esta estructura comunitaria de la catequesis en las doctrinas franciscanas. Y más o menos se hacía lo mismo en las doctrinas o en las reducciones atendidas por clérigos o religiosos de otras órdenes. Dice así: «Lo primero que se hace es poner por memoria y sacar [hacer listas de] todos los niños y muchachos, varones y hembras, y éstos han de ir cada día, a hora de misa, a la iglesia, donde, después de haber dicho misa el sacerdocte, dice la doctrina cristiana rezada o cantada, como mejor se amaña o le parece, y después de haberles rezado, se van a sus casas hasta la tarde, y vuelven a hora de vísperas y se les dice la doctrina, como es dicho, y se van a dormir a sus casas. De más de esto, todos los domingos y fiestas de guardar se juntan a misa todos los indios varones y mujeres, viejos y mozos, con todos los niños y muchachos, así infieles como cristianos, y entran todos en la iglesia a misa hasta el prefacio, y en aquel punto se echan fuera todos los que no están bautizados. Y acabada la misa, se junta con los demás indios cristianos y luego les reza el sacerdote, y les dice a alta voz la doctrina y oraciones que dicen dominicales, y enseñándoles cómo se han de signar con la señal de la cruz. Después de esto les predica y da a entender la virtud de los sacramentos, declarándoles lo que es de creer en la santa fe católica y ley evangélica, persuadiéndoles dejar sus ritos ceremoniáticos con que adoran y hacen veneración al demonio y dándoles a conocer a Dios» (+Mesa 315). El padre Mesa estima con razón que esta catequesis diaria, de mañana y tarde, que era norma general en muchas doctrinas y reducciones, «contradice la opinión o tesis de algunos sociólogos católicos de la última hornada que recriminan las prisas de los misioneros españoles para bautizar a los indios americanos» (316). Hubo, sin duda, en los comienzos de la evangelización de América, bautismos prematuros, a veces masivos, pero dejando a un lado estos casos aislados de celo apostólico imprudente, ha de decirse que en parroquias, doctrinas y reducciones de indios se realizó en la América española una gigantesca labor catequética. 4. Nueva Granada cristiana Como hemos visto, en el siglo XVI la acción misionera en Nueva Granada hubo de vencer, con grandes trabajos, incontables dificultades y resistencias. Sin embargo, el árbol de la cruz siempre da buenos frutos, y como dice el historiador jesuita Antonio de Egaña, «a pesar de todo este cúmulo de fuerzas contrapuestas a la obra misional, el siglo XVII neogranadino conoció una edad media de glorias y de resultados positivos. En la capital bogotana, dominicos y jesuitas cimentaron instituciones docentes de amplia eficacia; en el mundo misional, en zonas de indígenas, nuevas generaciones de indios se educaron en las escuelas misionales, con el catecismo como primera asignatura, y además con otros conocimientos adaptados a su estado mental; comenzaron a adentrarse en la vida civilizada gentes hasta entonces montaraces; se iban ya domesticando costumbres inveteradas de canibalismo antropófago, y las relaciones sexuales adquiriendo un grado superior de moralidad. No es raro hallar notas de optimismo en las narraciones de la época, confirmándonos que la labor misional no era estéril» (Historia 549-550). Hoy Colombia, nación de arraigada tradición católica, tiene la sede del CELAM, Consejo Episcopal Latinoamericano, en Medellín, ciudad centrada entre norte y sur de América, equidistante del Pacífico y del Atlántico. CAPÍTULO V: EVANGELIZACIÓN DE LA REGIÓN DEL RÍO DE LA PLATA. 1. Religión Uno de los primeros jesuítas que llegó a esta zona, Alonso de Barzana, en 1594 escribía con optimismo acerca de los guaraníes: «Es toda esta nación muy inclinada a religión, verdadera o falsa... Conocen toda la inmortalidad del alma y temen mucho las anguerá, que son las almas salidas de los cuerpos, y dicen que andan espantando y haciendo mal. Tienen grandísimo amor y obediencia a los Padres, si los ven de buen ejemplo» (Hemming, en AA, Hª América Latina 193). Antes de llegar los misioneros, la vida religiosa de la mayor parte de estos pueblos solía estar dirigida estrictamente por los chamanes, brujos generalmente muy temidos y respetados, que procuraban mediante ritos supersticiosos la relación con el mundo invisible, y que después dieron a veces guerra muy dura a los misioneros. Es de señalar que «ciertas coincidencias míticas y mesiánicas, que los jesuitas habían venido a encontrar entre la religión cristiana y la de los guaraníes, iban a facilitar la conquista espiritual» (Roa Bastos, Tentación 25). En efecto, tenían los guaraníes cierta idea de un Padre primordial, Ñamandú, creador de todo y origen de la palabra, esa palabra que tuvo siempre profetas fascinantes. Y perduró siglos entre ellos la esperanza mesiánica de una Tierra sin males, hacia la cual se produjeron migraciones desastrosas de «diez mil tupinamba, de 1540 a 1549, hasta el Perú, donde llegaron sólamente trescientos; y la que condujo, entre 1820 y 1912, a tres tribus guaraní del Paraná superior hasta la costa del Atlántico» (Krickeberg, Etnología... 195). De todos modos, los datos que poseemos hoy nos llevan a estimar como muy precaria la religiosidad de estas poblaciones de la región del Plata. Por eso mismo eran en general estos indios extremadamente supersticiosos. Entre los guaraníes, «las supersticiones de los magos se fundan en adivinaciones por los cantos de las aves, chupando al enfermo las partes lesas, y sacando él de la boca cosas que lleva ocultas, mostrando que él con su virtud le ha sacado aquello que le causaba la dolencia, como una espina de pescado, un carbón o cosa semejante» (Ruiz de Montoya: +Tentación 73). Th 6 – DOCUMENTO 03. 65

medios» (Mesa, La <strong>en</strong>señanza 303-304). No es una exageración afirmar que <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción <strong>en</strong> <strong>la</strong>s doctrinas<br />

v<strong>en</strong>ía configurada principalm<strong>en</strong>te por <strong>la</strong> catequesis.<br />

En <strong>la</strong> Historia memorial <strong>de</strong>l franciscano Esteban <strong>de</strong> As<strong>en</strong>sio, escrita hacia 1585, se <strong>de</strong>scribe bi<strong>en</strong> esta estructura<br />

comunitaria <strong>de</strong> <strong>la</strong> catequesis <strong>en</strong> <strong>la</strong>s doctrinas franciscanas. Y más o m<strong>en</strong>os se hacía lo mismo <strong>en</strong> <strong>la</strong>s doctrinas o <strong>en</strong> <strong>la</strong>s<br />

reducciones at<strong>en</strong>didas por clérigos o religiosos <strong>de</strong> otras ór<strong>de</strong>nes. Dice así:<br />

«Lo primero que se hace es poner por memoria y sacar [hacer listas <strong>de</strong>] todos los niños y muchachos, varones y<br />

hembras, y éstos han <strong>de</strong> ir cada día, a hora <strong>de</strong> misa, a <strong>la</strong> <strong>iglesia</strong>, don<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber dicho misa el sacerdocte,<br />

dice <strong>la</strong> doctrina cristiana rezada o cantada, como mejor se amaña o le parece, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberles rezado, se van a<br />

sus casas hasta <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, y vuelv<strong>en</strong> a hora <strong>de</strong> vísperas y se les dice <strong>la</strong> doctrina, como es dicho, y se van a dormir a sus<br />

casas. De más <strong>de</strong> esto, todos los domingos y fiestas <strong>de</strong> guardar se juntan a misa todos los indios varones y mujeres,<br />

viejos y mozos, con todos los niños y muchachos, así infieles como cristianos, y <strong>en</strong>tran todos <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>iglesia</strong> a misa hasta<br />

el prefacio, y <strong>en</strong> aquel punto se echan fuera todos los que no están bautizados. Y acabada <strong>la</strong> misa, se junta con los<br />

<strong>de</strong>más indios cristianos y luego les reza el sacerdote, y les dice a alta voz <strong>la</strong> doctrina y oraciones que dic<strong>en</strong><br />

dominicales, y <strong>en</strong>señándoles cómo se han <strong>de</strong> signar con <strong>la</strong> señal <strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz. Después <strong>de</strong> esto les predica y da a<br />

<strong>en</strong>t<strong>en</strong><strong>de</strong>r <strong>la</strong> virtud <strong>de</strong> los sacram<strong>en</strong>tos, <strong>de</strong>c<strong>la</strong>rándoles lo que es <strong>de</strong> creer <strong>en</strong> <strong>la</strong> santa fe católica y ley evangélica,<br />

persuadiéndoles <strong>de</strong>jar sus ritos ceremoniáticos con que adoran y hac<strong>en</strong> v<strong>en</strong>eración al <strong>de</strong>monio y dándoles a conocer<br />

a Dios» (+Mesa 315).<br />

El padre Mesa estima con razón que esta catequesis diaria, <strong>de</strong> mañana y tar<strong>de</strong>, que era norma g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> muchas<br />

doctrinas y reducciones, «contradice <strong>la</strong> opinión o tesis <strong>de</strong> algunos sociólogos católicos <strong>de</strong> <strong>la</strong> última hornada que<br />

recriminan <strong>la</strong>s prisas <strong>de</strong> los misioneros españoles para bautizar a los indios americanos» (316). Hubo, sin duda, <strong>en</strong> los<br />

comi<strong>en</strong>zos <strong>de</strong> <strong>la</strong> evangelización <strong>de</strong> América, bautismos prematuros, a veces masivos, pero <strong>de</strong>jando a un <strong>la</strong>do estos<br />

casos ais<strong>la</strong>dos <strong>de</strong> celo apostólico impru<strong>de</strong>nte, ha <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que <strong>en</strong> parroquias, doctrinas y reducciones <strong>de</strong> indios se<br />

realizó <strong>en</strong> <strong>la</strong> América españo<strong>la</strong> una gigantesca <strong>la</strong>bor catequética.<br />

4. Nueva Granada cristiana<br />

Como hemos visto, <strong>en</strong> el siglo XVI <strong>la</strong> acción misionera <strong>en</strong> Nueva Granada hubo <strong>de</strong> v<strong>en</strong>cer, con gran<strong>de</strong>s trabajos,<br />

incontables dificulta<strong>de</strong>s y resist<strong>en</strong>cias. Sin embargo, el árbol <strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz siempre da bu<strong>en</strong>os frutos, y como dice el<br />

<strong>historia</strong>dor jesuita Antonio <strong>de</strong> Egaña, «a pesar <strong>de</strong> todo este cúmulo <strong>de</strong> fuerzas contrapuestas a <strong>la</strong> obra misional, el<br />

siglo XVII neogranadino conoció una edad media <strong>de</strong> glorias y <strong>de</strong> resultados positivos. En <strong>la</strong> capital bogotana,<br />

dominicos y jesuitas cim<strong>en</strong>taron instituciones doc<strong>en</strong>tes <strong>de</strong> amplia eficacia; <strong>en</strong> el mundo misional, <strong>en</strong> zonas <strong>de</strong><br />

indíg<strong>en</strong>as, nuevas g<strong>en</strong>eraciones <strong>de</strong> indios se educaron <strong>en</strong> <strong>la</strong>s escue<strong>la</strong>s misionales, con el catecismo como primera<br />

asignatura, y a<strong>de</strong>más con otros conocimi<strong>en</strong>tos adaptados a su estado m<strong>en</strong>tal; com<strong>en</strong>zaron a a<strong>de</strong>ntrarse <strong>en</strong> <strong>la</strong> vida<br />

civilizada g<strong>en</strong>tes hasta <strong>en</strong>tonces montaraces; se iban ya domesticando costumbres inveteradas <strong>de</strong> canibalismo<br />

antropófago, y <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones sexuales adquiri<strong>en</strong>do un grado superior <strong>de</strong> moralidad. No es raro hal<strong>la</strong>r notas <strong>de</strong><br />

optimismo <strong>en</strong> <strong>la</strong>s narraciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> época, confirmándonos que <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor misional no era estéril» (Historia 549-550).<br />

Hoy Colombia, nación <strong>de</strong> arraigada tradición católica, ti<strong>en</strong>e <strong>la</strong> se<strong>de</strong> <strong>de</strong>l CELAM, Consejo Episcopal Latinoamericano,<br />

<strong>en</strong> Me<strong>de</strong>llín, ciudad c<strong>en</strong>trada <strong>en</strong>tre norte y sur <strong>de</strong> América, equidistante <strong>de</strong>l Pacífico y <strong>de</strong>l Atlántico.<br />

CAPÍTULO V: EVANGELIZACIÓN DE LA REGIÓN DEL RÍO DE LA PLATA.<br />

1. Religión<br />

Uno <strong>de</strong> los primeros jesuítas que llegó a esta zona, Alonso <strong>de</strong> Barzana, <strong>en</strong> 1594 escribía con optimismo acerca <strong>de</strong> los<br />

guaraníes: «Es toda esta nación muy inclinada a religión, verda<strong>de</strong>ra o falsa... Conoc<strong>en</strong> toda <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l alma y<br />

tem<strong>en</strong> mucho <strong>la</strong>s anguerá, que son <strong>la</strong>s almas salidas <strong>de</strong> los cuerpos, y dic<strong>en</strong> que andan espantando y haci<strong>en</strong>do mal.<br />

Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> grandísimo amor y obedi<strong>en</strong>cia a los Padres, si los v<strong>en</strong> <strong>de</strong> bu<strong>en</strong> ejemplo» (Hemming, <strong>en</strong> AA, Hª América Latina<br />

193).<br />

Antes <strong>de</strong> llegar los misioneros, <strong>la</strong> vida religiosa <strong>de</strong> <strong>la</strong> mayor parte <strong>de</strong> estos pueblos solía estar dirigida estrictam<strong>en</strong>te<br />

por los chamanes, brujos g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te muy temidos y respetados, que procuraban mediante ritos supersticiosos <strong>la</strong><br />

re<strong>la</strong>ción con el mundo invisible, y que <strong>de</strong>spués dieron a veces guerra muy dura a los misioneros.<br />

Es <strong>de</strong> seña<strong>la</strong>r que «ciertas coinci<strong>de</strong>ncias míticas y mesiánicas, que los jesuitas habían v<strong>en</strong>ido a <strong>en</strong>contrar <strong>en</strong>tre <strong>la</strong><br />

religión cristiana y <strong>la</strong> <strong>de</strong> los guaraníes, iban a facilitar <strong>la</strong> conquista espiritual» (Roa Bastos, T<strong>en</strong>tación 25). En efecto,<br />

t<strong>en</strong>ían los guaraníes cierta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un Padre primordial, Ñamandú, creador <strong>de</strong> todo y orig<strong>en</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, esa pa<strong>la</strong>bra<br />

que tuvo siempre profetas fascinantes. Y perduró siglos <strong>en</strong>tre ellos <strong>la</strong> esperanza mesiánica <strong>de</strong> una Tierra sin males,<br />

hacia <strong>la</strong> cual se produjeron migraciones <strong>de</strong>sastrosas <strong>de</strong> «diez mil tupinamba, <strong>de</strong> 1540 a 1549, hasta el Perú, don<strong>de</strong><br />

llegaron só<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te tresci<strong>en</strong>tos; y <strong>la</strong> que condujo, <strong>en</strong>tre 1820 y 1912, a tres tribus guaraní <strong>de</strong>l Paraná superior hasta <strong>la</strong><br />

costa <strong>de</strong>l Atlántico» (Krickeberg, Etnología... 195).<br />

De todos modos, los datos que poseemos hoy nos llevan a estimar como muy precaria <strong>la</strong> religiosidad <strong>de</strong> estas<br />

pob<strong>la</strong>ciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> región <strong>de</strong>l P<strong>la</strong>ta. Por eso mismo eran <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral estos indios extremadam<strong>en</strong>te supersticiosos. Entre<br />

los guaraníes, «<strong>la</strong>s supersticiones <strong>de</strong> los magos se fundan <strong>en</strong> adivinaciones por los cantos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s aves, chupando al<br />

<strong>en</strong>fermo <strong>la</strong>s partes lesas, y sacando él <strong>de</strong> <strong>la</strong> boca cosas que lleva ocultas, mostrando que él con su virtud le ha sacado<br />

aquello que le causaba <strong>la</strong> dol<strong>en</strong>cia, como una espina <strong>de</strong> pescado, un carbón o cosa semejante» (Ruiz <strong>de</strong> Montoya:<br />

+T<strong>en</strong>tación 73).<br />

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