documento: 03. historia de la iglesia en américa - icergua

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Es un grave error pensar que no puede haber exceso ni falsedad en la defensa de los inocentes. Los inocentes deben ser defendidos honradamente con el arma de la verdad exacta, que es la más fuerte. Nunca la falsedad es buen fundamento para una causa justa, sino que más bien la debilita. Cuando se leen algunos de estos relatos de Las Casas es como para dudar de si estaba en sus cabales. Todo hace pensar que Las Casas no mentía conscientemente, sino que se obnubilaba defendiendo su amor y justificando su odio. Ya algunos contemporáneos, como Motolinía, fueron conscientes de la condición anómala de la personalidad de Las Casas. El mismo padre Las Casas cuenta que, después que tuvo una violenta discusión con el obispo Fonseca, los del Consejo de Indias pensaron que no se podía hacer demasiado caso del Clérigo, «como hombre defectuoso y que excedía, en lo que de los males y daños que padecían estas gentes y destruición de estas tierras afirmaba, los términos de la verdad» (Hª Indias III,140). Por eso tiene razón Ramón Menéndez Pidal cuando afirma que Las Casas «no tiene intención de falsear los hechos, sino que los ve falsamente» (108). Por lo demás, todas las enormidades de Las Casas sirvieron para estimular la defensa de los indios, para alimentar la leyenda negra -que en sus escritos, especialmente en la Destruición, encontró su base fundamental-, y para restar credibilidad a las importantes verdades que, con otros teólogos más exactos, estuvo llamado a transmitir. 14. Organización municipal y administrativa En la primera organización de las Indias hispanas tuvo el municipio una importancia particular. Para comprender el origen de este fenómeno singular es preciso recordar que, mientras que el feudo fue en el medioevo europeo la institución política básica, en España casi no se conoció, pues los reconquistadores hispanos, se asentaban en las tierras ganadas al moro, y obtenían de los reyes fueros y libertades, privilegios y exenciones, organizándose en seguida en municipios, concejos y cabildos. Esto originó, sobre todo en las tierras del norte del Duero, las más difíciles de conquistar, un pueblo profundamente democrático, con fuertes instituciones comunales, en las que una directa representatividad popular se expresaba en una democracia orgánica, como diríamos hoy, ajena al pluralismo partidista. Así pues, a las Indias llegó un pueblo con una gran experiencia de lucha, de repoblación y de organización política y administrativa, en la que no podía faltar el fraile, pero tampoco el escribano. Lo primero, por ejemplo, que hizo Cortés en Nueva España fue fundar en Veracruz un municipio, y amparándose en las leyes y tradiciones castellanas, recibir de su cabildo toda clase de autorizaciones, de las que no andaba sobrado. En cuanto a la administración, en general, de aquellos inmensos dominios de las Indias, «mucho se ha ponderado la ineficacia administrativa española -escribe Manuel Lucena Salmoral-; sin embargo ya es hora de afirmar que resultó extraordinariamente funcional para dirigir aquel enorme complejo mundial; difícilmente podría haberse organizado mejor con otro sistema. La prueba es su funcionamiento durante siglos. La fórmula consistió en sostener las administraciones regionales y en crear las generales absolutamente imprescindibles. La llave maestra fueron los Consejos, que teóricamente eran órganos consultivos de la monarquía y que en la práctica eran resolutivos, ya que el Rey se limitaba las más de las veces a estampar su firma en los documentos que le presentaban» (AV, Iberoamérica 431). Concretamente, la hacienda pública, en aquel continente enorme y apenas conocido, logró organizarse desde el principio en formas considerablemente eficaces. «Visto a distancia -escribe Ismael Sánchez Bella-, el juicio sobre el sistema es favorable, porque permitió un alto rendimiento y la rápida adaptación a la marcha de la conquista y colonización de inmensos territorios. Al éxito indudable del sistema contribuyó sin duda el respeto profundo que sentían entonces hacia todo lo relacionado con la institución real» (La organización 328). Quien visite el Archivo de Indias en Sevilla no podrá menos de quedar asombrado del orden administrativo que durante tres siglos rigió la presencia de España en América. Allí constan hasta los alfileres que iban o venían entre España y las Indias. 15. Organización política Tras unos primeros años en que adelantados, gobernadores y auditores, apenas lograban establecer un orden político, entre vacíos legales y conflictos de autoridad, muy pronto la Corona fue dando a las Indias españolas una organización política suficiente. En la península, junto al Consejo de Castilla y al de Aragón, en 1526 se estableció el Consejo de Indias, operante en las cuestiones prácticas mediante la Casa de Contratación, situada en Sevilla. En América la autoridad política española se organizó en Virreinatos, Audiencias y Capitanías generales o presidencias-gobernaciones, y en su primera configuración histórica tuvieron particular importancia hombres de gran categoría personal, como en México don Antonio de Mendoza y don Luis de Velasco, o en el Perú don Pedro de la Gasca y don Francisco de Toledo. Cuando terminó la autoridad de España en América, a principios del siglo XIX, Hispanoamérica estaba organizada en los Virreinatos de Nueva España (México), de Nueva Granada (Colombia), del Perú y del Río de la Plata (Argentina, Paraguay y Uruguay), y en las Capitanías Generales de Cuba, Guatemala, Venezuela y Chile. A todo lo cual hay que añadir que en América las Audiencias tuvieron una gran importancia, pues no sólo centraban, como en la península, todo el sistema judicial, sino que tenían también funciones de gobierno y hacienda. El arraigo real de todas estas organizaciones políticas se pone de manifiesto, por ejemplo, en el momento de la Independencia. De hecho «las Audiencias -dice Morales Padrón- fueron el elemento básico o solar donde se alzaron los actuales Estados soberanos de Hispanoamérica. En efecto, todas, salvo la de Guadalajara en México, han cumplido tal fin. Paraguay y Uruguay, junto con cuatro de los seis Estados centroamericanos, se asientan sobre gobernaciones. Cuba, Venezuela y Chile se apoyan en sendas capitanías generales. El resto de las nciones se levantan donde antes existían Audiencias» (La Cierva, Gran Hª 1382-1383). 16. Los religiosos En el libro presente, al narrar los Hechos de los Apóstoles de América, centraremos nuestra atención en la figura de los máximos héroes de la actividad misionera en las Indias. Como veremos, casi todos ellos fueron religiosos, que, al Th 6 – DOCUMENTO 03. 10

modo de los apóstoles elegidos por Jesús, lo dejaron todo, y se fueron con él, para vivir como compañeros suyos y ser así sus colaboradores inmediatos en la evangelización del mundo (+Mc 3,14). En efecto, como decía en 1588 el excelente jesuita José de Acosta, brazo derecho de Santo Toribio de Mogrovejo, «nadie habrá tan falto de razón ni tan adverso a los regulares [religiosos], que no confiese llanamente que al trabajo y esfuerzo de los religiosos se deben principalmente los principios de esta Iglesia de Indias» (De procuranda indorum salute V,16). No diremos más ahora de la obra apostólica de los religiosos en América, pues en los capítulos siguientes que siguen hemos de describir la vida y las acciones de estos grandes misioneros, fijándonos sobre todo en aquéllos que fueron después canonizados o que están en vías de serlo. 17. El clero y los obispos «El clero secular, escribe Pedro Borges, como grupo, en el caso de América nunca fue considerado propiamente misionero, debido a que fueron pocos y siempre aislados los sacerdotes diocesanos que viajaron al Nuevo Mundo para entregarse a la tarea misional. El viaje lo realizaron muchos, pero aun en el mejor de los casos, su fin no era tanto la evangelización propiamente dicha cuanto la cura pastoral de lo ya evangelizado por los religiosos. Por su parte, la Corona tampoco recurrió a él como a fuerza evangelizadora, salvo en contados casos, cuyo desenlace o no nos consta, o fue positivamente negativo» (AV, Evangelización 593). Se dieron casos, sin duda, de curas misioneros, y el franciscano Mendieta los señala cuando escribe que «quiso Nuestro Señor Dios poner su espíritu en algunos sacerdotes de la clerecía, para que, renunciadas las honras y haberes del mundo, y profesando vida apostólica, se ocupasen en la conversión y ministerio de los indios, conformando y enseñándoles por obra lo que les predicasen de palabra» (Hª ecl. indiana cp.3). Pero no fueron muchos. Una elevación espiritual, doctrinal y pastoral del clero diocesano no se produjo en forma generalizada sino bastante después del concilio de Trento, y llegó, pues, tardíamente a las Indias en sus frutos misioneros y apostólicos. En 1778, tratando el Consejo de Indias de «los eclesiásticos seculares» en un informe al rey, dice que «han manifestado siempre poco deseo de ocuparse en el ministerio de las misiones, lo que proviene sin duda de que no se verifique el que ellos se hallen ligados con los votos de pobreza y obediencia, que ejecutan los regulares, necesitando mayores auxilios, y no se ofrecen con tanta facilidad como los religiosos a desprenderse de sus comodidades e intereses particulares y a sacrificarse por sus hermanos» (AV, Evangelización 594). En cambio entre los obispos de la América hispana, tanto entre los religiosos como los procedentes de la vida secular, laical o sacerdotal, hallamos grandes figuras misioneras, como lo veremos más adelante. Zumárraga, Garcés, Vasco de Quiroga, Loaysa, Mogrovejo, Palafox... son excelentes modelos de obispos misioneros. 18. Las primeras diócesis de la América hispana En Hispanoamérica se fundaron con gran rapidez numerosas diócesis. Recogemos los datos proporcionados por Morales Padrón (América hispana 149-152): Las tres primeras, en 1511, se crearon en Santo Domingo, Concepción de la Vega y San Juan de Puerto Rico. El Papa León X creó la primera diócesis continental, Santa María de la Antigua, del Darién, trasladada a Panamá en 1513; y poco después las diócesis de Santiago de Cuba (1517), Puebla (1519) y Tierra Florida (1520). Clemente VII estableció las diócesis de México (1524), Nicaragua (1531), Venezuela (1531), Comayagua (1531), Santa Marta (1531, trasladada en 1553 a Bogotá, y restablecida en 1574) y Cartagena de Indias (1534). El Papa Paulo III erigió los obispados de Guatemala (1534), Oaxaca (1555), Michoacán (1536), Cuzco (1537), Chiapas (1539), Lima (1541), Quito (1546), Popayán (1546), Asunción (1547) y Guadalajara (1548). En tiempo de Julio III sólo se erigió la diócesis de la Plata (1552). A Pío IV se debe el nacimiento de los obispados de Santiago de Chile (1561), Verapaz (agregado a Guatemala en 1603), Yucatán (1561), Imperial o Concepción (1564) y la constitución de Santa Fe de Bogotá como arzobispado (1564). El gran impulsor de las misiones San Pío V, fundador de la Congregación para la Propagación de la Fe, erige Tucumán (1570). Y Gregorio XIII, continuando su impulso, funda los obispados de Arequipa (1577), Trujillo (1577) y Manila (1579), que fue sufragánea de México hasta 1595. En el XVII se crean cinco nuevas diócesis, durante el reinado de Felipe III; y siglo y medio más tarde se fundan ocho más, reinando Carlos III. Y a las cuatro antiguas sedes metropolitanas se añaden cuatro: Charcas (La Plata o Sucre) (1609), Guatemala (1743), Santiago de Cuba (1803) y Caracas (1803). La pujanza impresionante de este desarrollo eclesial aparece más patente si nos damos cuenta, por ejemplo, que en el Brasil la diócesis de Bahía, fundada en 1551, fué la única hasta 1676. En el Norte de América no empieza propiamente la acción misional hasta 1615, en tiempo de Samuel de Champlain. El Beato Francisco de Montmerency- Laval, en 1674, fue el primer obispo canadiense, con sede en Québec. Y la evangelización de Alaska no se inició hasta finales del siglo XIX. 19. Laicos cristianos evangelizadores Como decíamos al hablar de los cronistas y soldados, hemos de tener siempre presente que el sujeto principal de la acción evangelizadora de las Indias fue la Iglesia, entendida como el pueblo cristiano. Es decir, la evangelización de América no fue hecha sólo por los santos religiosos, cuya biografía recordaremos, y por los grandes obispos misioneros, con su clero. Aquellos santos religiosos, en primer lugar, no eran figuras aisladas, sino que vivían y actuaban en cuanto miembros de unas comunidades religiosas, con frecuencia santas y apostólicas. Pero hemos de recordar además que aquellos héroes misionales contaban siempre con la oración y la cooperación de un pueblo creyente, que estaba decidido a irradiar su fe. Y esto no es sólamente una cuestión histórica, sino algo que parte de principios profundamente teológicos. En efecto, la acción misionera y apostólica, aunque tenga unos órganos específicos para su ejercicio, es acción de toda la Iglesia. Si consideráramos la admirable fecundidad de una cierta madre de familia, y sólo apreciáramos en ella una Th 6 – DOCUMENTO 03. 11

modo <strong>de</strong> los apóstoles elegidos por Jesús, lo <strong>de</strong>jaron todo, y se fueron con él, para vivir como compañeros suyos y ser<br />

así sus co<strong>la</strong>boradores inmediatos <strong>en</strong> <strong>la</strong> evangelización <strong>de</strong>l mundo (+Mc 3,14).<br />

En efecto, como <strong>de</strong>cía <strong>en</strong> 1588 el excel<strong>en</strong>te jesuita José <strong>de</strong> Acosta, brazo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> Santo Toribio <strong>de</strong> Mogrovejo,<br />

«nadie habrá tan falto <strong>de</strong> razón ni tan adverso a los regu<strong>la</strong>res [religiosos], que no confiese l<strong>la</strong>nam<strong>en</strong>te que al trabajo y<br />

esfuerzo <strong>de</strong> los religiosos se <strong>de</strong>b<strong>en</strong> principalm<strong>en</strong>te los principios <strong>de</strong> esta Iglesia <strong>de</strong> Indias» (De procuranda indorum salute V,16).<br />

No diremos más ahora <strong>de</strong> <strong>la</strong> obra apostólica <strong>de</strong> los religiosos <strong>en</strong> América, pues <strong>en</strong> los capítulos sigui<strong>en</strong>tes que sigu<strong>en</strong><br />

hemos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong>s acciones <strong>de</strong> estos gran<strong>de</strong>s misioneros, fijándonos sobre todo <strong>en</strong> aquéllos que fueron<br />

<strong>de</strong>spués canonizados o que están <strong>en</strong> vías <strong>de</strong> serlo.<br />

17. El clero y los obispos<br />

«El clero secu<strong>la</strong>r, escribe Pedro Borges, como grupo, <strong>en</strong> el caso <strong>de</strong> América nunca fue consi<strong>de</strong>rado propiam<strong>en</strong>te<br />

misionero, <strong>de</strong>bido a que fueron pocos y siempre ais<strong>la</strong>dos los sacerdotes diocesanos que viajaron al Nuevo Mundo<br />

para <strong>en</strong>tregarse a <strong>la</strong> tarea misional. El viaje lo realizaron muchos, pero aun <strong>en</strong> el mejor <strong>de</strong> los casos, su fin no era<br />

tanto <strong>la</strong> evangelización propiam<strong>en</strong>te dicha cuanto <strong>la</strong> cura pastoral <strong>de</strong> lo ya evangelizado por los religiosos. Por su<br />

parte, <strong>la</strong> Corona tampoco recurrió a él como a fuerza evangelizadora, salvo <strong>en</strong> contados casos, cuyo <strong>de</strong>s<strong>en</strong><strong>la</strong>ce o no<br />

nos consta, o fue positivam<strong>en</strong>te negativo» (AV, Evangelización 593).<br />

Se dieron casos, sin duda, <strong>de</strong> curas misioneros, y el franciscano M<strong>en</strong>dieta los seña<strong>la</strong> cuando escribe que «quiso<br />

Nuestro Señor Dios poner su espíritu <strong>en</strong> algunos sacerdotes <strong>de</strong> <strong>la</strong> clerecía, para que, r<strong>en</strong>unciadas <strong>la</strong>s honras y<br />

haberes <strong>de</strong>l mundo, y profesando vida apostólica, se ocupas<strong>en</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> conversión y ministerio <strong>de</strong> los indios,<br />

conformando y <strong>en</strong>señándoles por obra lo que les predicas<strong>en</strong> <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bra» (Hª ecl. indiana cp.3). Pero no fueron<br />

muchos. Una elevación espiritual, doctrinal y pastoral <strong>de</strong>l clero diocesano no se produjo <strong>en</strong> forma g<strong>en</strong>eralizada sino<br />

bastante <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l concilio <strong>de</strong> Tr<strong>en</strong>to, y llegó, pues, tardíam<strong>en</strong>te a <strong>la</strong>s Indias <strong>en</strong> sus frutos misioneros y apostólicos.<br />

En 1778, tratando el Consejo <strong>de</strong> Indias <strong>de</strong> «los eclesiásticos secu<strong>la</strong>res» <strong>en</strong> un informe al rey, dice que «han<br />

manifestado siempre poco <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ocuparse <strong>en</strong> el ministerio <strong>de</strong> <strong>la</strong>s misiones, lo que provi<strong>en</strong>e sin duda <strong>de</strong> que no se<br />

verifique el que ellos se hall<strong>en</strong> ligados con los votos <strong>de</strong> pobreza y obedi<strong>en</strong>cia, que ejecutan los regu<strong>la</strong>res, necesitando<br />

mayores auxilios, y no se ofrec<strong>en</strong> con tanta facilidad como los religiosos a <strong>de</strong>spr<strong>en</strong><strong>de</strong>rse <strong>de</strong> sus comodida<strong>de</strong>s e<br />

intereses particu<strong>la</strong>res y a sacrificarse por sus hermanos» (AV, Evangelización 594).<br />

En cambio <strong>en</strong>tre los obispos <strong>de</strong> <strong>la</strong> América hispana, tanto <strong>en</strong>tre los religiosos como los proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida secu<strong>la</strong>r,<br />

<strong>la</strong>ical o sacerdotal, hal<strong>la</strong>mos gran<strong>de</strong>s figuras misioneras, como lo veremos más a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte. Zumárraga, Garcés, Vasco<br />

<strong>de</strong> Quiroga, Loaysa, Mogrovejo, Pa<strong>la</strong>fox... son excel<strong>en</strong>tes mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> obispos misioneros.<br />

18. Las primeras diócesis <strong>de</strong> <strong>la</strong> América hispana<br />

En Hispano<strong>américa</strong> se fundaron con gran rapi<strong>de</strong>z numerosas diócesis. Recogemos los datos proporcionados por<br />

Morales Padrón (América hispana 149-152): Las tres primeras, <strong>en</strong> 1511, se crearon <strong>en</strong> Santo Domingo, Concepción<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> Vega y San Juan <strong>de</strong> Puerto Rico. El Papa León X creó <strong>la</strong> primera diócesis contin<strong>en</strong>tal, Santa María <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Antigua, <strong>de</strong>l Darién, tras<strong>la</strong>dada a Panamá <strong>en</strong> 1513; y poco <strong>de</strong>spués <strong>la</strong>s diócesis <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong> Cuba (1517), Pueb<strong>la</strong><br />

(1519) y Tierra Florida (1520). Clem<strong>en</strong>te VII estableció <strong>la</strong>s diócesis <strong>de</strong> México (1524), Nicaragua (1531), V<strong>en</strong>ezue<strong>la</strong> (1531),<br />

Comayagua (1531), Santa Marta (1531, tras<strong>la</strong>dada <strong>en</strong> 1553 a Bogotá, y restablecida <strong>en</strong> 1574) y Cartag<strong>en</strong>a <strong>de</strong> Indias (1534).<br />

El Papa Paulo III erigió los obispados <strong>de</strong> Guatema<strong>la</strong> (1534), Oaxaca (1555), Michoacán (1536), Cuzco (1537),<br />

Chiapas (1539), Lima (1541), Quito (1546), Popayán (1546), Asunción (1547) y Guada<strong>la</strong>jara (1548). En tiempo <strong>de</strong><br />

Julio III sólo se erigió <strong>la</strong> diócesis <strong>de</strong> <strong>la</strong> P<strong>la</strong>ta (1552). A Pío IV se <strong>de</strong>be el nacimi<strong>en</strong>to <strong>de</strong> los obispados <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong><br />

Chile (1561), Verapaz (agregado a Guatema<strong>la</strong> <strong>en</strong> 1603), Yucatán (1561), Imperial o Concepción (1564) y <strong>la</strong><br />

constitución <strong>de</strong> Santa Fe <strong>de</strong> Bogotá como arzobispado (1564).<br />

El gran impulsor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s misiones San Pío V, fundador <strong>de</strong> <strong>la</strong> Congregación para <strong>la</strong> Propagación <strong>de</strong> <strong>la</strong> Fe, erige<br />

Tucumán (1570). Y Gregorio XIII, continuando su impulso, funda los obispados <strong>de</strong> Arequipa (1577), Trujillo (1577) y<br />

Mani<strong>la</strong> (1579), que fue sufragánea <strong>de</strong> México hasta 1595. En el XVII se crean cinco nuevas diócesis, durante el reinado<br />

<strong>de</strong> Felipe III; y siglo y medio más tar<strong>de</strong> se fundan ocho más, reinando Carlos III. Y a <strong>la</strong>s cuatro antiguas se<strong>de</strong>s metropolitanas se<br />

aña<strong>de</strong>n cuatro: Charcas (La P<strong>la</strong>ta o Sucre) (1609), Guatema<strong>la</strong> (1743), Santiago <strong>de</strong> Cuba (1803) y Caracas (1803).<br />

La pujanza impresionante <strong>de</strong> este <strong>de</strong>sarrollo eclesial aparece más pat<strong>en</strong>te si nos damos cu<strong>en</strong>ta, por ejemplo, que <strong>en</strong><br />

el Brasil <strong>la</strong> diócesis <strong>de</strong> Bahía, fundada <strong>en</strong> 1551, fué <strong>la</strong> única hasta 1676. En el Norte <strong>de</strong> América no empieza<br />

propiam<strong>en</strong>te <strong>la</strong> acción misional hasta 1615, <strong>en</strong> tiempo <strong>de</strong> Samuel <strong>de</strong> Champ<strong>la</strong>in. El Beato Francisco <strong>de</strong> Montmer<strong>en</strong>cy-<br />

Laval, <strong>en</strong> 1674, fue el primer obispo canadi<strong>en</strong>se, con se<strong>de</strong> <strong>en</strong> Québec. Y <strong>la</strong> evangelización <strong>de</strong> A<strong>la</strong>ska no se inició<br />

hasta finales <strong>de</strong>l siglo XIX.<br />

19. Laicos cristianos evangelizadores<br />

Como <strong>de</strong>cíamos al hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> los cronistas y soldados, hemos <strong>de</strong> t<strong>en</strong>er siempre pres<strong>en</strong>te que el sujeto principal <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

acción evangelizadora <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Indias fue <strong>la</strong> Iglesia, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dida como el pueblo cristiano. Es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> evangelización <strong>de</strong><br />

América no fue hecha sólo por los santos religiosos, cuya biografía recordaremos, y por los gran<strong>de</strong>s obispos<br />

misioneros, con su clero. Aquellos santos religiosos, <strong>en</strong> primer lugar, no eran figuras ais<strong>la</strong>das, sino que vivían y<br />

actuaban <strong>en</strong> cuanto miembros <strong>de</strong> unas comunida<strong>de</strong>s religiosas, con frecu<strong>en</strong>cia santas y apostólicas. Pero hemos <strong>de</strong><br />

recordar a<strong>de</strong>más que aquellos héroes misionales contaban siempre con <strong>la</strong> oración y <strong>la</strong> cooperación <strong>de</strong> un pueblo<br />

crey<strong>en</strong>te, que estaba <strong>de</strong>cidido a irradiar su fe.<br />

Y esto no es só<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te una cuestión histórica, sino algo que parte <strong>de</strong> principios profundam<strong>en</strong>te teológicos. En efecto,<br />

<strong>la</strong> acción misionera y apostólica, aunque t<strong>en</strong>ga unos órganos específicos para su ejercicio, es acción <strong>de</strong> toda <strong>la</strong><br />

Iglesia. Si consi<strong>de</strong>ráramos <strong>la</strong> admirable fecundidad <strong>de</strong> una cierta madre <strong>de</strong> familia, y sólo apreciáramos <strong>en</strong> el<strong>la</strong> una<br />

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