3° Básico Cuentos y bromas - Biblioteca UAH

Unas arañas tendieron sus finos tejidos entre las ramas para darle
un aspecto más solemne al lugar. En los hilos quedaba atrapado el
brillo del sol, y esto producía un efecto maravilloso.
Las lagartijas advertían que este año el Verano, entusiasmado más
de la cuenta, había adquirido de su proveedor, el sol, mucho calor.
Los geniecillos que habitaban cerca de los hibiscos comunicaban,
cada cierto tiempo, algunas órdenes del comité organizador,
integrado por el rey, algunas libélulas y un viejo sapo.
-Falta echarle más polen al néctar de flores, -opinaban los genios
encargados de las bebidas.
-Busquen más hongos para los canapés -chillaban otros desde las
corolas de las gerberas.
-No sé si irá a alcanzar la ensalada de helechos -dudaba el cocinero
principal.
-¿Irá a gustar este nuevo plato? -se preguntaba su ayudante,
mientras ponía a tostar semillas de flor de loto y revolvía la salsa de
begonias.
Las geniecillas mamás estaban un poco alteradas con tanto trabajo,
y los papás reprendían a sus hijos por cualquier tontera.
Los pequeños metían los dedos en la miel, revoloteaban entre los
frutos aún verdes, y querían saber a cada rato cuándo iba a llegar el
Verano.
-¡Basta! -gritó por fin el rey.
Entonces los reunió a todos y les dio la tarea de preparar el postre.
-Veremos si se les ocurre algo -señaló. -Ojalá sea novedoso...
Los geniecillos gritaron de alegría. Por fin los consideraban
seriamente. Ellos también querían participar, y volando todos
juntos se alejaron para cumplir con la tarea encomendada.