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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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con ello prestigio y reconocimiento, con lo cual quedó a la salvaguardia del<br />

ridículo.<br />

Leamos lo que dice al respecto Isócrates, uno de los autores eminentes<br />

de la retórica en la tradición:<br />

“El prestigio del jefe se mide por su capacidad de imponer reglas que<br />

parezcan ridículas y obligar a sus subordinados a que las admitan”.<br />

Y agrega Perelman que así también todo lo que se refiere a la religión<br />

goza de un máximo prestigio, y asimismo las palabras de un profeta, quedando<br />

por ello también protegida del ridículo. Y agrega Perelman que, aunque se trate<br />

del “credo quia absurdum est”, “creo porque es absurdo”, formulado por<br />

Tertuliano, aunque ello repela justamente a la razón, también queda al amparo<br />

del ridículo.<br />

En todo caso, da la impresión que aparte del prestigio hay muchos<br />

fenómenos que nos protegen del ridículo. Mas, si decimos la edad, el investir<br />

alguna forma de autoridad – como ser no solamente presidente, ministro,<br />

embajador, obispo, sino ser padre o madre, juez, profesor, médico, y otros –<br />

podemos observar que también todo remite al prestigio. Y agreguemos más,<br />

aunque se trate del dinero, de alguien acaudalado, también en éste como en<br />

todos los casos anteriores, es siempre el prestigio lo determinante, lo que nos<br />

pone al resguardo del ridículo.<br />

Mas, naturalmente a lo que apuesta una genuina retórica, como la que<br />

concibe Perelman, a la que llama “nueva retórica”, es a que sea más bien la<br />

argumentación por sí sola lo decisivo, y que las cosas no estén decididas de<br />

antemano en función de lo establecido, en definitiva de lo que puede ser nada<br />

más que conservador, reaccionario y retrógrado, y el prestigio, como toda<br />

suerte de prerrogativas, suele ir de la mano con todo aquello.<br />

Sin embargo, igual corresponde agregar que del prestigio no nos<br />

libraremos jamás. Nada más pueden cambiar las prerrogativas que trae<br />

consigo, pero el prestigio tiene naturalmente su propia justificación. Y entonces<br />

lo inevitable será siempre que quien goza de menos prestigio tienda a<br />

experimentar y sufrir el ridículo. Y, como hemos visto, tampoco la<br />

argumentación se libra de ello: por cierto que gana en prestigio quien<br />

argumenta mejor.<br />

112.En torno a la crítica al esencialismo.<br />

En los últimos años la crítica al esencialismo se ha convertido en un lugar<br />

común. A través de ella, se pretende dejar fuera de lugar al concepto de<br />

esencia, restándole cualquier posibilidad de justificación y legitimación. Mas,<br />

cuando analizamos rigurosamente esta crítica, advertimos que carece de base.<br />

De uno u otro modo, lo que define a algo está en juego prácticamente en toda<br />

discusión y en todo análisis de un fenómeno. Por ejemplo, si se trata de una<br />

discusión en torno a lo que es el capitalismo, se trata de considerar lo que<br />

definiría esencialmente al capitalismo.<br />

A partir de ello se entiende que Perelman y Olbrechts Tyteca en su<br />

Tratado de la argumentación critique la concepción de John Stuart Mill de que<br />

las definiciones serían arbitrarias. Perelman plantea que, si las definiciones son<br />

arbitrarias, por ejemplo en su obra El utilitarismo en la que se intenta definir<br />

adecuadamente ese término ¿esa definición también sería arbitraria? Y<br />

Perelman responde a ello por supuesto que no.

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