Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

el ridículo como método pedagógico. Poner en ridículo a un alumno, todavía en proceso de crecimiento y maduración, es algo muy negativo para él, por cuanto no tiene todavía armas para defenderse. 5.El ridículo desde luego que puede llegar a ser una forma de descalificación, y es por ello que, si él suele resultar inevitablemente de nuestras argumentaciones, sobre todo cuando éstas se desarrollan como objeciones, entonces es conveniente dosificar el ridículo en su justa medida. 6.También sucede que uno mismo se expone al ridículo con el fin de averiguar si lo planteado es completamente contrario a lo que se estima sobre ello. 7.De por sí hace el ridículo quien se opone a la lógica o a la experiencia. Lo mismo sucede con la oposición a la norma o a lo razonable. Terminemos con un ejemplo de Perelman que dice que se descalifican argumentos en función de que sus consecuencias llevan al ridículo: por ejemplo, el argumento en contra de la reencarnación, porque, si la hubiera: ¿dónde habría tanta gente? 110. No deja de sorprender que la argumentación se relacione con el ridículo. En efecto, es sorprendente que desde un punto de vista retórico el ridículo, en cuanto a poner o dejar en ridículo a otro, al interlocutor, al objetante, al contradictor de las tesis que sostenemos, juegue un papel. Mas, no cabe constatar sino simplemente de que ello es así, y es ilusorio pretender que no. En una reunión de trabajo, en un consejo, comité o directorio, cada unos de sus miembros experimenta esto en vivo. Quien aventura una tesis y la pone sobre el tapete de discusión, se arriesga a ser objetado, y junto con ello experimentar una sensación de ridículo. De uno u otro modo sentirá que su prestigio ganado merecidamente, es puesto en cuestión. Ha planteado algo que a él lo convencía plenamente; es más, se trata de un planteamiento que él fue elaborando con bastante antelación y cuidado y en cinco minutos un potencial objetante deja su planteamiento por el suelo, como que carece de suficiente asidero, fundamentación o justificación, que es poco realista, que tal vez traería consigo consecuencias contrarias a las esperadas, y todo ello naturalmente no puede sino hacer que nuestro sostenedor del planteamiento se sonroje, se irrite quizá, se moleste. La autoestima que se tiene se ve seriamente afectada y por cierto presiente también que la estima que tienen los otros interlocutores , auditores o miembros del comité, de él. Claro está, la retórica se despliega en este mundo. Desde la mirada de Chaim Perelman ella se despliega sobre todo como argumentación que permite construir nuestro mundo y lo que llamamos “realidad”. Y las argumentaciones están por cierto expuestas a contra-argumentaciones y es en ese ir y venir de los argumentos, en sus posibles conflictos de unos con otros, en las controversias y discusiones, donde se hace presente el ridículo. Si bien lo analizamos, él juega un papel tan crucial que muchas veces la timidez de alguien está fuertemente suscitada por el temor al ridículo, ya que indudablemente la lesión psíquica que él suele causar puede ser grande, precisamente porque él afecta la auto-estima y la estima de los otros. En verdad, ambas estimas se entrelazan, ya que visiblemente la auto-estima está en dependencia de la estima que nos tienen los demás.

Es por ello que no sorprende que el ridículo haya jugado un papel en las discusiones de Sócrates con los sofistas, en este caso asociado con la ironía. Y fijémonos, a propósito de esto, como entre ridículo e ironía hay un nexo evidente. La ironía suscita el ridículo. En todo caso, cabe recordar que la ironía socrática tenía un claro propósito pedagógico como, por otra parte, si algo caracteriza a éste que es uno de los maestros de Occidente, es su afanosa búsqueda de la verdad, de tal modo que la ironía se articula en función de esa búsqueda. Por supuesto todo depende de cómo se gradúen y se presenten la ironía y el ridículo, Sin duda alguna que un genuino maestro procurará evitar que al objetar la tesis insostenible que presenta el alumno o incluso un colega, dejar a cualquiera de ellos en un ostentoso ridículo. Mas, ciertamente entre los parlamentarios, que representan distintas corrientes de opinión, las cosas pueden ser mucho más crudas e implacables. Y a veces así se da también en los ámbitos académicos, especialmente en los Congresos en que suele ocurrir que una ponencia es simplemente destrozada por algún posible objetante. 111.El prestigio nos defiende del ridículo. Uno de los puntos más relevantes y sugerentes del pensamiento de Chaim Perelman sobre la retórica es que nos hace ver que el mundo es siempre el resultado de nuestros argumentos y argumentaciones, teniendo en cuenta que lo que distingue al argumento de la argumentación es simplemente que la segunda viene a ser la exposición de varios argumentos que se encadenan entre sí. Ahora bien, siendo así, la retórica tiene que basarse en los códigos y los valores que rigen en el mundo, como, asociado con ello, qué es lo que los hombres aprecian, menosprecian o desprecian, y ello por cierto atendiendo a cada comunidad y sociedad en la que se está inserto. Es por ello también que la retórica está en dependencia de las ideas y creencias, de las concepciones de mundo que se dan en cada época y lugar. Distintos son los códigos en el mundo musulmán que en el cristiano, en Estados Unidos que en Europa, y a su vez son otros los que hay en el Lejano Oriente que en Latinoamérica, y demás. Tomando esto en consideración, es comprensible que Platón haya situado a la retórica en el mundo de las apariencias, de las meras opiniones, de lo que no alcanza al mundo de las ideas, en el que está el ser y la verdad de todo. Mas, la retórica en verdad no se limita únicamente a los códigos establecidos y en uso. Ella inaugura a la vez otros nuevos, y así lo podemos observar hoy en día en la publicidad y los medios de comunicación. La retórica tiene por ello una nítida ingerencia en la proyección de mundo. A partir de esta inserción de la retórica en el mundo cotidiano y concreto, con sus poderes fácticos establecidos, se entiende que, por ejemplo, el ridículo pueda jugar un papel en la retórica, y que sucede que todos los argumentos que exponemos a los otros, están expuestos a ser puestos en ridículo, y con ello, directa o indirectamente, nosotros mismos que los hemos expuesto. El filósofo de la retórica Perelman plantea que el prestigio, ante todo, nos defiende del ridículo. Por ejemplo, si los argumentos de Gandhi parecían precisamente ridículos, a saber, el enfrentamiento del poder establecido siguiendo el camino de la no-violencia, en la medida en que Gandhi triunfó con esa estrategia, ganó

el ridículo como método pedagógico. Poner en ridículo a un alumno, todavía en<br />

proceso de crecimiento y maduración, es algo muy negativo para él, por cuanto<br />

no tiene todavía armas para defenderse.<br />

5.El ridículo desde luego que puede llegar a ser una forma de<br />

descalificación, y es por ello que, si él suele resultar inevitablemente de<br />

nuestras argumentaciones, sobre todo cuando éstas se desarrollan como<br />

objeciones, entonces es conveniente dosificar el ridículo en su justa medida.<br />

6.También sucede que uno mismo se expone al ridículo con el fin de<br />

averiguar si lo planteado es completamente contrario a lo que se estima sobre<br />

ello.<br />

7.De por sí hace el ridículo quien se opone a la lógica o a la experiencia.<br />

Lo mismo sucede con la oposición a la norma o a lo razonable.<br />

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¿dónde habría tanta gente?<br />

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En efecto, es sorprendente que desde un punto de vista retórico el ridículo, en<br />

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En una reunión de trabajo, en un consejo, comité o directorio, cada unos de sus<br />

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puede sino hacer que nuestro sostenedor del planteamiento se sonroje, se irrite<br />

quizá, se moleste. La autoestima que se tiene se ve seriamente afectada y por<br />

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auditores o miembros del comité, de él.<br />

Claro está, la retórica se despliega en este mundo. Desde la mirada de<br />

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están por cierto expuestas a contra-argumentaciones y es en ese ir y venir de<br />

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