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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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experiencia, ahora se convierten en culpas, y hasta el mismo empeño en reducir<br />

el pecado mediante la observación de la ley se transforma en pecado”.<br />

Asimismo, esto trae consigo otros fenómenos, como la “atomización de la<br />

ley”, al diversificarse y referirse a innumerables situaciones; por ello también, se<br />

introduce aquí una “lista sin fin de prescripciones menudas”, en palabras de<br />

Ricoeur, lo que le lleva a hablar de un “infinito malo” (cfr. op. cit., p. 299-300).<br />

Este “infinito malo” se explica a su vez por cuanto en el afán de llenar los<br />

vacíos legales generamos nuevas y nuevas leyes, multiplicándolas<br />

insensatamente al infinito, con el fin de cubrir todo tipo de posibles situaciones de<br />

nuevos fenómenos, que abundan cada vez más en nuestro mundo, sobre todo<br />

debido a la capacidad inventiva extraordinaria de la tecnología.<br />

Pero, lo que es más preocupante es como debido a la “maldición de la<br />

ley”, al hecho de que cada norma y cada ley conllevan el establecimiento de un<br />

límite entre lo prohibido y lo permitido, presentándose entonces cada vez lo<br />

prohibido como algo malo, a consecuencia de lo cual vamos cada vez más<br />

creando el mal.<br />

Mas ¿será que no tenemos salida en esto?<br />

Quizás el modo opuesto del hombre arcaico de enfrentar el mal,<br />

asumiendo una culpa colectiva, algo nos enseñe, ya que puede ser una postura<br />

más sabia. Pero también la doctrina cristiana no sólo del poner la otra mejilla, sino<br />

también del amor al enemigo y al pecador. Y, en la misma línea, otra salida viene<br />

a ser simplemente el perdón, que en cuanto perdonar seamos todo lo generosos<br />

que podamos, y eso curiosamente no nos hace, como podría parecer, más<br />

débiles, sino al contrario, más fuertes, tanto individualmente como en cuanto<br />

comunidad o sociedad.<br />

El asunto sería acabar con lo que Ricoeur llama la vindicta, la retribución,<br />

que precisamente hace que el mal se multiplique, aquello que ya Nietzsche<br />

reconociera como el “espíritu de la venganza” (Geist der Rache) y que el filósofo<br />

del martillo lo viera como una fuerza dominante a lo largo de la historia de la<br />

humanidad.<br />

88.El “amor al destino” de Nietzsche.<br />

Entre las tantas miradas que el genio de Nietzsche le dirige a la historia de la<br />

humanidad está también la lectura de ésta como que ella habría estado<br />

comandada por un “espíritu de venganza” (Geist der Rache). En otras palabras<br />

ha estado operando la vindicta, la retribución incluso en su forma más cruda<br />

como “ojo por ojo, diente por diente”. De esta forma él observa incluso los<br />

sistemas de justicia que han imperado, en que a nombre de la sociedad<br />

estableciendo en la balanza delitos y castigos, igual detrás de ello está la<br />

retribución y en definitiva la venganza.<br />

Pero Nietzsche con la capacidad de penetración de su pensar observa<br />

como esto reviste un sesgo temporal: que en el fondo el espíritu de la venganza<br />

implica una no-aceptación del “fue”, de lo pasado. Lo pasado no puede haber<br />

pasado justamente de manera gratuita; no, ello tiene que ser juzgado, enjuiciado,<br />

sancionado. Ello nos muestra como entonces con el espíritu de venganza está en<br />

juego un modo de ser el hombre en el tiempo.<br />

Lo que está a su vez detrás de esta concepción, según lo ve Nietzsche, es<br />

la soteriología, vale decir, la concepción del sentido de la existencia humana

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