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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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Patentemente la cuestión central del pensamiento estoico romano de los primeros<br />

siglos de la era cristiana es la “suspensión del juicio”. En palabras de Marco<br />

Aurelio en la medida en que el devenir de todo, las cosas, todos los fenómenos,<br />

naturales y humanos, los sucesos que ocurren en el mundo son indiferentes a<br />

nuestras valoraciones, vale decir, están más allá del bien y del mal, y por ello en<br />

rigor no son ni buenos ni malos, entonces la manera de hacernos unos con ese<br />

devenir indiferenciado es suspendiendo el juicio, en lo que cabe reconocer que se<br />

trata en ello casi de una supresión de la conciencia. Sin duda, no es que la<br />

conciencia, llamada por Marco Aurelio “guía interior”, de acuerdo al filósofo hable<br />

demasiado, sino más bien, como dice textualmente, “aquello que en ti opina”. A<br />

partir de ello podemos entender el siguiente pensamiento que tiene ciertos ribetes<br />

de lo que es de orden categórico. Escuchemos:<br />

"No consiste tu mal en un guía interior ajeno ni tampoco en una variación o<br />

alteración de lo que te circunda. ¿En qué, pues? En aquello en ti que opina sobre<br />

los males. Por tanto, que no opine esa parte y todo va bien" (S, IV, 39, p. 92).<br />

Y dicho con mayor drasticidad:<br />

"Elimina, pues, y sea tu propósito desprenderte del juicio, como si se<br />

tratara de algo terrible, y se acabó la cólera" (S, XI, 18, p. 200).<br />

Mas, no por ello corresponde enfocar la indiferencia, llamada por Marco<br />

Aurelio ‘adiáfora’ como si por de-sustancializar las cosas de imaginarios perfiles<br />

éticos, como que algo en sí pudiera ser bueno o malo, se nos esté invitando con<br />

ello a asumir que el bien o el mal radican única y exclusivamente en nuestros<br />

juicios, sino que ante todo se trata de que nuestra mirada que echamos al mundo<br />

sea tan diáfana que asuma el acontecer tal como es. Y esto se expresa en una<br />

impronta que ha de ser particularmente representativa del estoicismo: el amor fati,<br />

el amor al destino (que conocemos sobre todo posteriormente por Nietzsche y por<br />

tratarse también para el filósofo alemán de un carácter central de su<br />

pensamiento). Se trata, y esto, como decimos, es lo propiamente estoico, de<br />

amar el destino tal como es, y aunque, como sucede siempre en la historia y en la<br />

cotidianidad, de las cosas que sentimos que son las más terribles atrocidades<br />

que ocurren en el mundo.<br />

Lo que cuenta es este no sólo aceptar, sino más encima amar el destino, y<br />

esto indudablemente le da una fuerza extraordinaria al estoico y su modo de<br />

pararse en el mundo.<br />

A partir de ello podemos imaginarnos al filósofo-emperador emprendiendo<br />

sus larguísimas campañas militares, protegiendo las fronteras del Imperio<br />

Romano de las invasiones bárbaras, y siendo en ello seguramente sostenido y<br />

apoyado por aquel lema: amor fati.<br />

86.Ya San Pablo advirtió lo que Paul Ricoeur plantea como maldición de la ley.<br />

La manera que tenemos en las sociedades modernas y desde hace siglos de<br />

enfrentar el mal, que hoy por lo demás se sobredimensiona en nuestro mundo<br />

hasta desmadrarse, a través ante todo de encontrar a un responsable y un<br />

culpable del mal, aplicándole normas y leyes para sancionarlo, conlleva un<br />

problema, y éste es el de la “maldición de la ley”, según lo plantea el filósofo Paul<br />

Ricoeur. En otras palabras, toda vez que se establece una norma o ley, se<br />

establece con ello una separación entre lo prohibido y lo permitido, que antes no<br />

estaba. Y si lo prohibido es estipulado como malo, de este modo inevitablemente<br />

cada vez se “crea” el mal. Pensemos antes que en leyes en normas de

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