Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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Heidegger trata sobre el hombre, al que llama ‘Dasein’ en su opera magna – Ser y tiempo – término éste, el Dasein, que podría traducirse como ser-ahí, entendiendo por tal que somos, que el hombre es el “ahí del ser”, vale decir, el lugar, el espacio, el “ahí” donde se puede revelar todo lo que es. En ese ahí, en esa apertura, en ese espacio abierto iluminado puede revelarse, comparecer, cobrar un sentido desde la tristeza que embarga a otra persona y que yo percibo, la profundidad de la mirada de un gato y hasta un hoyo negro en el inconmensurable cielo. A mi modo de ver, no ha habido una concepción del hombre más elevada y extraordinaria que ésta. Es más, cabe sostener que toda otra concepción del hombre de la tradición queda remitida a ésta, puesto que si el hombre es un animal racional, como lo sostuviera Aristóteles, la tarea de la razón es justamente abrir el ser de las cosas y fenómenos. Lo mismo si el hombre ha sido concebido como que sería ante todo un ser volitivo, es decir, el hombre concebido entonces desde la voluntad – voluntad de vivir, como sostiene Schopenhauer, o voluntad de poder, como sostiene Nietzsche – pues bien sucede que el querer de la voluntad abre, y abre precisamente lo querido. Similar es también la situación si consideramos que especialmente con Marx el hombre ha sido concebido ante todo como trabajador. Pues bien, el trabajo también abre, y abre justamente el ser de todo aquello sobre lo cual recae el trabajo que realizo. Igual cosa cabría decir al concebir el hombre con Max Scheler a partir de la emocionalidad, la emoción también abre y nos permite sentir al otro en su alegría, tristeza, exaltación, vacilación, resignación, u otro. Como observamos, toda una tradición filosófica fue desplegándose ya por la senda de la apertura, y se trata entonces de que, dando el paso final, podemos simplemente concebir al Dasein, a este “ahí del ser” que somos, como apertura. 78.Acerca de cómo Heidegger accede al ser del hombre, al que llama ‘Dasein’. En el desarrollo de opera magna, Ser y tiempo, Martin Heidegger se muestra tributario de su maestro Edmund Husserl, de quien fuera Ayudante en la Universidad de Friburgo, y aplica en su análisis el método fenomenológico, fundado por éste último. Ante todo lo que persigue la fenomenología es que el fenómeno se muestre por sí mismo, evitando que la razón lo construya, como ha acostumbrado a hacerlo a lo larga de una vasta tradición. Y justamente en este acceso al ser del ser humano, del Dasein, se muestra sobre todo lo original y fecundo de su análisis, ya que Heidegger el ser de este ente que somos, del Dasein se revela ante todo como Dasein cotidiano. Sobre esta base, podemos decir, aquí no está en juego que el hombre se revele como animal racional o volitivo, determinado por la fe, u otro, sino que ante todo lo encontramos sumido en la cotidianidad. El Dasein que somos es inseparable de ésta, y no la consideramos, la incluimos en el análisis, estaremos inevitablemente idealizando al hombre, y dirigiendo nuestra mirada a un sujeto sin mundo, porque sería sin mundo cotidiano. Y esta cotidianidad que nos determina se muestra a su vez ante todo como medianía e
indiferencia, ya que en ella nos es precisamente indiferente ser-sí-mismo o no serlo. Para Heidegger ella está regida por un fenómeno singular, que es llamado en alemán “das Man”, que corresponde al pronombre impersonal “se”, y que también podemos traducir como “uno”. Ello se explica porque en esta vasta y vaga cotidianidad nos comportamos en general como se usa comportarse, y lo mismo pensar, juzgar, obrar como se piensa, juzga u obra. Y, como ya decíamos, es en esta cotidianidad en la que inmediata y regularmente encontramos al Dasein que cada cual es. Para hacer justicia, el primer paso hacia este reconocimiento de nuestro modo de ser habitual ya fue dado por Karl Jaspers, para quien el hombre existe siempre en situaciones que lo determinan, y que lo determinan en determinadas circunstancias de modo tan decisivo que nuestro ser se altera notoriamente con ellas. Sin duda alguna no somos los mismos en tiempos de paz o de guerra, bajo la pesantez o la ingravidez de distintas situaciones económicas, exaltados por la vivencia del amor o de su pérdida. Vano resulta pues hacer abstracción de todo ello y pretender que sería suficiente considerar al ser humano desde su racionalidad o desde alguna otra determinación genérica. Bien puede valer ello para estudiar al hombre y clavarlo como una mariposa en un insectario, mas nuestro ser significativamente se juega, se modifica, crece o decrece, se altera o estabiliza en función de las situaciones y de ese mar sin confines de la cotidianidad. 79.La conciencia como testigo de nuestra mismidad, nuestro íntimos ser propio. La llave maestra que tiene el filósofo Martin Heidegger de acceder al ser del hombre, al que llama ‘Dasein’, es la cotidianidad. Ante todo encontramos a este Dasein que somos, sumido en la cotidianidad. Con ello el pensador inaugura la indagación de un nuevo fenómeno en la historia de la filosofía, puesto que desde ahora en adelante ya no podemos tratar acerca del hombre sin la debida consideración de cómo la cotidianidad nos determina. Pero, la cotidianidad es el reino de la medianía; a ella la caracteriza una indiferencia a ser-sí-mismo o no serlo, o tal vez haberlo sido y luego haberlo perdido, o no tener incluso ninguna noción acerca de qué pudiera ser ese símismo. Y entonces nuestro pensador se encuentra en su obra mayor – Ser y tiempo – con la dificultad de que hay que atender a esta posibilidad del ser humano, del Dasein. En él también encontramos un impulso a ser-sí-mismo. Ahora bien, siguiendo las exigencias del método fenomenológico, que ha heredado de Edmund Husserl (su fundador), se trata ante todo de permitir que los fenómenos que se investigan se muestren por sí mismos, evitando construirlos, lo cual suele suceder con el apoyo en prejuicios anquilosados y soterráneos. Es por ello que cautelosamente Heidegger se pregunta por cierto posible testimonio de este supuesto sí-mismo. “Se busca un poder-ser auténtico /o propio / del Dasein, del cual él mismo de testimonio en su posibilidad existencial” (SuZ, # 54, p. 267). Y, en definitiva, este testimonio lo viene a encontrar en la conciencia. Por eso dice el pensador: “El testimonio de un poder-ser auténtico /.../ lo da la conciencia” (SuZ, # 45, p. 234).
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Heidegger trata sobre el hombre, al que llama ‘Dasein’ en su opera magna –<br />
Ser y tiempo – término éste, el Dasein, que podría traducirse como ser-ahí,<br />
entendiendo por tal que somos, que el hombre es el “ahí del ser”, vale decir, el<br />
lugar, el espacio, el “ahí” donde se puede revelar todo lo que es. En ese ahí, en<br />
esa apertura, en ese espacio abierto iluminado puede revelarse, comparecer,<br />
cobrar un sentido desde la tristeza que embarga a otra persona y que yo<br />
percibo, la profundidad de la mirada de un gato y hasta un hoyo negro en el<br />
inconmensurable cielo.<br />
A mi modo de ver, no ha habido una concepción del hombre más<br />
elevada y extraordinaria que ésta.<br />
Es más, cabe sostener que toda otra concepción del hombre de la<br />
tradición queda remitida a ésta, puesto que si el hombre es un animal racional,<br />
como lo sostuviera Aristóteles, la tarea de la razón es justamente abrir el ser de<br />
las cosas y fenómenos.<br />
Lo mismo si el hombre ha sido concebido como que sería ante todo un<br />
ser volitivo, es decir, el hombre concebido entonces desde la voluntad –<br />
voluntad de vivir, como sostiene Schopenhauer, o voluntad de poder, como<br />
sostiene Nietzsche – pues bien sucede que el querer de la voluntad abre, y<br />
abre precisamente lo querido.<br />
Similar es también la situación si consideramos que especialmente con<br />
Marx el hombre ha sido concebido ante todo como trabajador. Pues bien, el<br />
trabajo también abre, y abre justamente el ser de todo aquello sobre lo cual<br />
recae el trabajo que realizo.<br />
Igual cosa cabría decir al concebir el hombre con Max Scheler a partir de<br />
la emocionalidad, la emoción también abre y nos permite sentir al otro en su<br />
alegría, tristeza, exaltación, vacilación, resignación, u otro.<br />
Como observamos, toda una tradición filosófica fue desplegándose ya<br />
por la senda de la apertura, y se trata entonces de que, dando el paso final,<br />
podemos simplemente concebir al Dasein, a este “ahí del ser” que somos,<br />
como apertura.<br />
78.Acerca de cómo Heidegger accede al ser del hombre, al que llama ‘Dasein’.<br />
En el desarrollo de opera magna, Ser y tiempo, Martin Heidegger se muestra<br />
tributario de su maestro Edmund Husserl, de quien fuera Ayudante en la<br />
Universidad de Friburgo, y aplica en su análisis el método fenomenológico,<br />
fundado por éste último. Ante todo lo que persigue la fenomenología es que el<br />
fenómeno se muestre por sí mismo, evitando que la razón lo construya, como<br />
ha acostumbrado a hacerlo a lo larga de una vasta tradición.<br />
Y justamente en este acceso al ser del ser humano, del Dasein, se<br />
muestra sobre todo lo original y fecundo de su análisis, ya que Heidegger el ser<br />
de este ente que somos, del Dasein se revela ante todo como Dasein cotidiano.<br />
Sobre esta base, podemos decir, aquí no está en juego que el hombre<br />
se revele como animal racional o volitivo, determinado por la fe, u otro, sino que<br />
ante todo lo encontramos sumido en la cotidianidad. El Dasein que somos es<br />
inseparable de ésta, y no la consideramos, la incluimos en el análisis,<br />
estaremos inevitablemente idealizando al hombre, y dirigiendo nuestra mirada<br />
a un sujeto sin mundo, porque sería sin mundo cotidiano. Y esta cotidianidad<br />
que nos determina se muestra a su vez ante todo como medianía e