Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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Y entonces sucedió que un niño entre la multitud simplemente gritó: “¡Pero si no lleva nada puesto!”, y su padre al escucharlo, dijo “¡Dios bendito, escuchad la voz de la inocencia!”, luego de lo cual se corrió la voz y las carcajadas. El Emperador, al escuchar esto, barruntó que en verdad el pueblo tiene razón, mas pensó “Hay que aguantar hasta el fin”, y siguió tan altivo como antes, entretanto los ayudantes de cámara continuaban sosteniendo la inexistente cola de su traje. 365.El Cuento XXII del Conde de Lucanor. La modernidad está caracterizada por la primacía del sujeto (en la relación entre sujeto y objeto), la cual se inicia con Descartes, y luego en términos de Kant se trata de cómo el sujeto regula y modifica al objeto en el acto de conocer. Ello ha sido condición para que el sujeto emprenda a la vez un largo proceso de emancipación y autonomización en el que nos encontraríamos hasta nuestra época. El sujeto, habiendo tenido su momento fundacional en la filosofía, se despliega a través de la ciencia, técnica, política, derecho, ética, arte y teología. El fundamento de todo este impresionante desarrollo no ha sido pues otro que el sujeto que paulatinamente se volvió plenipotenciario. Claro está, el sujeto modifica el objeto, y lo modifica hasta tal punto que nuestro ver está determinado por lo que queremos ver e incluso por lo que conviene que veamos, para no parecer ineptos o estúpidos, como en el Cuento “De los nuevos trajes del Emperador” de Hans Christian Andersen, publicado en 1837. Ahí el relato concluye cuando en pleno desfile, el Emperador desfila completamente desnudo, creyendo que va vestido – ya que los sastres impostores le han hecho creer que han confeccionado un traje tan maravilloso para él y que sólo el que no es “inepto o estúpido” podría no ver – es un niño el único que se atreve a gritar que va desnudo, lo que genera risas entre el pueblo espectador, risa que se generaliza y se convierte en carcajada. Como vemos, el primado moderno del sujeto sobre el objeto en el acto de conocer, en la constitución del conocimiento puede llevar tan lejos que se puede tratar de “ver lo invisible”, ver algo donde, en rigor, no hay nada. Esta nueva manera de entender nuestras sensaciones, la percepción, en buenas cuentas, el acto de representarnos algo, trae consigo a su vez una nueva concepción del conocimiento, y junto con ello, de lo que llamamos “realidad”. Por otra parte, como ello afecta también al entendimiento, y en definitiva, a cómo entendemos las cosas, con Kant tomamos conciencia de que el acto de conocer se completa con la imposición de conceptos de causa, unidad, posibilidad, y otros, incluso de existencia, a lo que percibimos a través de los sentidos. Pero, nuestros ojos no sólo ven lo que están determinados a ver, por las condiciones del conocimiento, sino además por lo que conviene que veamos. Y esto implica que el Cuento de los trajes del Emperador conlleva otro alcance, que podemos calificar como político. La primacía moderna del sujeto y su regulación del objeto se condice perfectamente con la política y el poder que han tenido en este espacio de tiempo las ideologías, la propaganda, la publicidad y los medios de comunicación. La dimensión política del Cuento en cuestión es sobre todo la que está subrayada en la versión española del “Conde de Lucanor” (Cuento – o Ejemplo – XXXII) de Juan Manuel. El relato es prácticamente el mismo que el de Andersen, sólo que aquí la diferencia está en que el que no ve la tela no es hijo
de su padre (lo cual naturalmente podía afectar severamente cuestiones de sucesión, primogenitura y herencia), sucediendo en este caso más encima que si el Rey no ve la tela, habrá que suponer que perderá el trono. Entonces es un sencillo palafrenero (que por su inferior rango social no tiene nada que perder al decir la verdad) el que le dice directamente al rey que está desnudo. En la versión española, ante la negativa del rey a aceptar la verdad de las palabras del palafrenero, el esparcimiento de ellas entre la gente, es lo que doblega su obstinación. El Rey recibe así una lección moral. La versión de Andersen, en cambio, viene a ser más representativa de la modernidad, ya que el relato lo hace culminar con el empecinamiento del Emperador a hacer caso omiso de las carcajadas de la gente y continuar como si nada con su corte y toda la parafernalia. 366.¿Provienen los ideales de ciertas conductas ejemplares? Cabe hacerse la pregunta acerca de dónde provendrán grandísimos ideales como el del bien, la justicia, el honor, la pureza, y otros. Lo más plausible es que ellos provengan de ciertas conductas que se convierten en paradigmáticas. Pensemos además en la santidad, o, podríamos agregar, una nueva forma de amar, cual es la representada por Cristo. Como punto de apoyo de esta hipótesis podemos traer a colación el intento de Arthur Schopenhauer de fundar la ética sobre la base de determinado tipo de acciones, que serían las acciones altruístas, las cuales, a su vez, están concebidas con tal grado de extrema exigencia, que en ellas no debe haber en lo más mínimo la consideración de un bien personal. Y si bien estas acciones seguramente que son escasísimas, sin embargo igual podemos reconocer que las hay. A ello cabe añadir que ya tan sólo habiendo una sola, queda con ello demostrado que son posibles, convirtiéndose después eventualmente en ideales. Por otra parte, el hecho de que estas acciones sean escasísimas, no representa mayor dificultad, ya que lo propio de lo raro y de lo más preciado es precisamente su escasez, así como el oro vale, ante todo, porque es escaso, y la arena, porque es tan abundante, tiene poco valor. Pero, no obstante hay cierta base como para encontrar en la realidad humana la presencia de ideales y valores, sin embargo la contraposición, el desfase entre lo ideal y lo factual está éticamente siempre en juego. La historia de la ética ha estado atravesada por esta contraposición especialmente desde Platón en adelante; y es manifiesto que no solamente la historia de la ética, sino, antes bien, la historia de la humanidad. Antes de entrar en lo que involucra la mencionada contraposición, apercibámonos de la fuerza determinante de los ideales en relación con la existencia humana, valiéndonos para ello del Epílogo que Ortega y Gasset escribe para el libro "De Francesca a Beatrice" de la escritora argentina Victoria Ocampo, que aparece en la edición de los Estudios sobre el amor. Leemos allí lo siguiente: "Y así como la presión atmosférica, la temperatura, la sequedad, la luz excitan, irritan nuestras actividades corporales, hay en el paisaje figuras corpóreas o imaginarias cuyo oficio consiste en disparar nuestras actividades espirituales que, a su vez, arrastran en pos el aparato corporal. Esos excitantes psíquicos son los ideales, ni más ni menos" (p. 11-12). He aquí pues una visión de los ideales que los pone en conexión con la vida misma, como que ésta es empujada por ellos. Continúa el español:
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Y entonces sucedió que un niño entre la multitud simplemente gritó: “¡Pero si<br />
no lleva nada puesto!”, y su padre al escucharlo, dijo “¡Dios bendito, escuchad<br />
la voz de la inocencia!”, luego de lo cual se corrió la voz y las carcajadas. El<br />
Emperador, al escuchar esto, barruntó que en verdad el pueblo tiene razón,<br />
mas pensó “Hay que aguantar hasta el fin”, y siguió tan altivo como antes,<br />
entretanto los ayudantes de cámara continuaban sosteniendo la inexistente<br />
cola de su traje.<br />
365.El Cuento XXII del Conde de Lucanor.<br />
La modernidad está caracterizada por la primacía del sujeto (en la relación<br />
entre sujeto y objeto), la cual se inicia con Descartes, y luego en términos de<br />
Kant se trata de cómo el sujeto regula y modifica al objeto en el acto de<br />
conocer. Ello ha sido condición para que el sujeto emprenda a la vez un largo<br />
proceso de emancipación y autonomización en el que nos encontraríamos<br />
hasta nuestra época. El sujeto, habiendo tenido su momento fundacional en la<br />
filosofía, se despliega a través de la ciencia, técnica, política, derecho, ética,<br />
arte y teología. El fundamento de todo este impresionante desarrollo no ha sido<br />
pues otro que el sujeto que paulatinamente se volvió plenipotenciario.<br />
Claro está, el sujeto modifica el objeto, y lo modifica hasta tal punto que<br />
nuestro ver está determinado por lo que queremos ver e incluso por lo que<br />
conviene que veamos, para no parecer ineptos o estúpidos, como en el Cuento<br />
“De los nuevos trajes del Emperador” de Hans Christian Andersen, publicado<br />
en 1837. Ahí el relato concluye cuando en pleno desfile, el Emperador desfila<br />
completamente desnudo, creyendo que va vestido – ya que los sastres<br />
impostores le han hecho creer que han confeccionado un traje tan maravilloso<br />
para él y que sólo el que no es “inepto o estúpido” podría no ver – es un niño el<br />
único que se atreve a gritar que va desnudo, lo que genera risas entre el<br />
pueblo espectador, risa que se generaliza y se convierte en carcajada.<br />
Como vemos, el primado moderno del sujeto sobre el objeto en el acto<br />
de conocer, en la constitución del conocimiento puede llevar tan lejos que se<br />
puede tratar de “ver lo invisible”, ver algo donde, en rigor, no hay nada. Esta<br />
nueva manera de entender nuestras sensaciones, la percepción, en buenas<br />
cuentas, el acto de representarnos algo, trae consigo a su vez una nueva<br />
concepción del conocimiento, y junto con ello, de lo que llamamos “realidad”.<br />
Por otra parte, como ello afecta también al entendimiento, y en definitiva, a<br />
cómo entendemos las cosas, con Kant tomamos conciencia de que el acto de<br />
conocer se completa con la imposición de conceptos de causa, unidad,<br />
posibilidad, y otros, incluso de existencia, a lo que percibimos a través de los<br />
sentidos.<br />
Pero, nuestros ojos no sólo ven lo que están determinados a ver, por las<br />
condiciones del conocimiento, sino además por lo que conviene que veamos. Y<br />
esto implica que el Cuento de los trajes del Emperador conlleva otro alcance,<br />
que podemos calificar como político. La primacía moderna del sujeto y su<br />
regulación del objeto se condice perfectamente con la política y el poder que<br />
han tenido en este espacio de tiempo las ideologías, la propaganda, la<br />
publicidad y los medios de comunicación.<br />
La dimensión política del Cuento en cuestión es sobre todo la que está<br />
subrayada en la versión española del “Conde de Lucanor” (Cuento – o Ejemplo<br />
– XXXII) de Juan Manuel. El relato es prácticamente el mismo que el de<br />
Andersen, sólo que aquí la diferencia está en que el que no ve la tela no es hijo