Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

Príncipe, Goethe, como ministro que era, aconseja urgentemente desistir de esto y no exponer a Weimar a una posible invasión. A comienzos de Octubre ya se escuchan los cañones cerca de Weimar. Johanna, que entretanto se había hecho amiga del general alemán Von Kalckreuth en alguna reunión social en Hamburgo, piensa huir de Weimar con su hija Adele y con el apoyo del General. Arthur entretanto se encuentra en Hamburgo. Mas, según cuenta, Rüdiger Safranski en su libro sobre Schopenhauer, sólo hay tiempo para unos abrazos, pero no para conseguir caballos y preparar la huida. Finalmente, el propio General tiene que partir al frente de la guerra. Ni siquiera la Princesa Ana Amalia puede conseguirle caballos a Johanna, su hija y sus empleados para la huida, debido a lo cual acaban quedándose en Weimar y enfrentando simplemente lo que se presente con la frente en alto. Curioso como en medio de esta situación todavía hay tiempo para ir al teatro. Pero ya al día siguiente, el 15 de Octubre de 1806, se sienten los cañones y la parte delantera de la ciudad está en llamas. Una vez que la ciudad se ha rendido, los solados franceses tienen licencia para el saqueo de la ciudad. Johanna y su hija Adele se las arreglan de alguna manera para evitar esto y sólo les toca recibir a unos oficiales a los que tienen que atender con comidas y bebidas. Por la noche mucha gente llega a casa de Johanna y encuentran allí refugio. Fue Goethe quien lo pasó muy mal en este saqueo de Weimar, ya que en la mitad de la noche se presentaron soldados en su casa, provocando gran desorden, y sin que el poeta supiera si de ello escaparía con vida. Johanna que lo ve en su casa después, describe así esta situación, diciendo de Goethe que él: “no había visto jamás un cuadro así de horroroso, rodeado él de papeles desparramados y rajados, él mismo estaba de pie sobre el suelo, frío y como petrificado…Él parecía como el rey Lear, sólo que el rey Lear estaba loco, y aquí era el mundo el que estaba loco” (122-123). 357.Para que un acto sea ético ¿requiere que haya sido hecho deliberadamente? Complejo problema éste. Podemos pensarlo considerando la posibilidad contraria, con apoyo en el relato del Talmud, que nos recuerda la filósofa Hannah Arendt, y que nos habla de que Dios está defraudado con la raza humana que ha creado y decide eliminarla, mas al dirigir su mirada al mundo se percata de que hay 36 hombres justos y que son tales, sin saberlo ellos mismos. En buenas cuentas, se trata de la sancta ignorantia de los justos. Pues bien, Dios se retracta entonces de la destrucción que iba a emprender y el mundo se salva únicamente debido a estos hombres justos, pero ellos no saben nada de esto. Se abre con ello una dimensión de lo ético que representa el polo opuesto de la concepción de Kant que entiende lo ético en función del apego irrestricto a la norma. Por su parte, el filósofo chileno Humberto Giannini, al interpretar esto en su libro Del bien que se espera y del bien que se debe, plantea que es propio del hombre bueno y del sabio estar completamente imbuido en su hacer, y distraído respecto de sí mismo. Y para reforzar su tesis, Giannini plantea lo siguiente: "Si la sancta ignorantia de los justos levanta una sombra de sospecha sobre cualquier voluntad que se proyecte como determinación abstracta a ir realizando el bien por el mundo; levanta la sospecha de si acaso esa voluntad ofrece la condición interna suficiente para que el bien, incluso en el supuesto de

que sea concretamente realizado entre los hombres, alcance la dimensión misteriosa, trascendente, del bien moral" (p. 46). Notable es en este contexto destacar además la dimensión misteriosa del bien, a lo que cabría añadir que únicamente el bien espontáneo es capaz de rescatar aquella dimensión. En efecto, no puede haber ningún misterio en un bien realizado porque una norma o una ley nos obligan a ello. Y, extremando las cosas, ¿no será esa moral formal y apegada a la norma la "pequeña moral", con todo lo necesaria y lo inevitable que sea como para organizar adecuadamente una sociedad en la que reine un mínimo orden? Y continúa Giannini reforzando esta sospecha del bien autoproclamado: "El problema se centra, pues, en la dimensión desbordante de todo proyecto de bien, como determinación al vacío, abstracta, de una voluntad que bien pudiera revelarse en el camino como mera voluntad de poder, de autoafirmación que, desde lo más recóndito de sí, mirará como accesorio o complementario el bien del otro, preocupada como está de ser ella su causa" (p. 46). Giannini toca aquí un problema inquietante: ¿cómo poder distinguir la verdadera moralidad de un proyecto, de una empresa, de una acción? Imposible. ¿Cuál sea la intencionalidad que persiga su agente? No podemos saberlo. ¿Querrá este hombre rico con su conducta dadivosa y generosa, ser reconocido, y, ocultamente, ésta es su principal motivación? No podemos saberlo nuevamente. Quizás incluso se justifique por ello adoptar un criterio pragmático que privilegie los efectos y desestime las intencionalidades. Y, en efecto, parece que, relativamente a esto, éste es el enfoque habitual. ¿Pero no será éste también un enfoque simplemente cómodo? 358.Para Aristóteles lo mejor sería una “república de amigos”. La justicia no es la única virtud que Aristóteles piensa como relativa a una adecuada relación interpersonal, sino también la amistad. Tanto es así que él plantea que la justicia tiene en el fondo la naturaleza de la amistad. La justicia, en tanto ha sido concebida por el filósofo de Estagira como equidad, no queda presa en la ley, sin embargo está igualmente muy apegada a lo legal. La amistad, en cambio, tiene un componente personal, afectivo y anímico que obviamente la justicia no alcanza a cubrir. Esta misma consideración nos permite reconocer en ella el signo de una profunda eticidad, como que justamente en ella se ponen en juego nuestras cualidades morales más elevadas, como la honestidad, la perseverancia, la confianza y la lealtad. Si en el mundo griego, como lo podemos ver ya en Platón, se puso en un sitial más alto a la amistad que al amor, podemos sospechar que ello es, en gran medida, debido a este carácter de equilibrio, equidad, justicia, concordia, prudencia y sensatez que la acompañan, y que la hacen aparecer como una elevadísima virtud. Probablemente la amistad es, de este modo, el más grande ideal ético y político que permite y alienta la construcción de la sociedad. En palabras de Aristóteles, tomadas de su Libro VIII, dedicado a la 'filía', la amistad, de la "Ética Nicomaquea": "La amistad es necesaria. Más aún: es admirable; nosotros no escatimamos nuestros elogios a los que tienen el culto de ella, y gran número de amigos constituye uno de los bienes más envidiables y honrosos; algunos

Príncipe, Goethe, como ministro que era, aconseja urgentemente desistir de esto<br />

y no exponer a Weimar a una posible invasión.<br />

A comienzos de Octubre ya se escuchan los cañones cerca de Weimar.<br />

Johanna, que entretanto se había hecho amiga del general alemán Von<br />

Kalckreuth en alguna reunión social en Hamburgo, piensa huir de Weimar con su<br />

hija Adele y con el apoyo del General. Arthur entretanto se encuentra en<br />

Hamburgo. Mas, según cuenta, Rüdiger Safranski en su libro sobre<br />

Schopenhauer, sólo hay tiempo para unos abrazos, pero no para conseguir<br />

caballos y preparar la huida. Finalmente, el propio General tiene que partir al<br />

frente de la guerra. Ni siquiera la Princesa Ana Amalia puede conseguirle<br />

caballos a Johanna, su hija y sus empleados para la huida, debido a lo cual<br />

acaban quedándose en Weimar y enfrentando simplemente lo que se presente<br />

con la frente en alto. Curioso como en medio de esta situación todavía hay tiempo<br />

para ir al teatro. Pero ya al día siguiente, el 15 de Octubre de 1806, se sienten los<br />

cañones y la parte delantera de la ciudad está en llamas. Una vez que la ciudad<br />

se ha rendido, los solados franceses tienen licencia para el saqueo de la ciudad.<br />

Johanna y su hija Adele se las arreglan de alguna manera para evitar esto y sólo<br />

les toca recibir a unos oficiales a los que tienen que atender con comidas y<br />

bebidas. Por la noche mucha gente llega a casa de Johanna y encuentran allí<br />

refugio.<br />

Fue Goethe quien lo pasó muy mal en este saqueo de Weimar, ya que en<br />

la mitad de la noche se presentaron soldados en su casa, provocando gran<br />

desorden, y sin que el poeta supiera si de ello escaparía con vida. Johanna que lo<br />

ve en su casa después, describe así esta situación, diciendo de Goethe que él:<br />

“no había visto jamás un cuadro así de horroroso, rodeado él de papeles<br />

desparramados y rajados, él mismo estaba de pie sobre el suelo, frío y como<br />

petrificado…Él parecía como el rey Lear, sólo que el rey Lear estaba loco, y aquí<br />

era el mundo el que estaba loco” (122-123).<br />

357.Para que un acto sea ético ¿requiere que haya sido hecho deliberadamente?<br />

Complejo problema éste. Podemos pensarlo considerando la posibilidad<br />

contraria, con apoyo en el relato del Talmud, que nos recuerda la filósofa<br />

Hannah Arendt, y que nos habla de que Dios está defraudado con la raza<br />

humana que ha creado y decide eliminarla, mas al dirigir su mirada al mundo se<br />

percata de que hay 36 hombres justos y que son tales, sin saberlo ellos mismos.<br />

En buenas cuentas, se trata de la sancta ignorantia de los justos. Pues bien,<br />

Dios se retracta entonces de la destrucción que iba a emprender y el mundo se<br />

salva únicamente debido a estos hombres justos, pero ellos no saben nada de<br />

esto.<br />

Se abre con ello una dimensión de lo ético que representa el polo opuesto<br />

de la concepción de Kant que entiende lo ético en función del apego irrestricto a<br />

la norma.<br />

Por su parte, el filósofo chileno Humberto Giannini, al interpretar esto en<br />

su libro Del bien que se espera y del bien que se debe, plantea que es propio del<br />

hombre bueno y del sabio estar completamente imbuido en su hacer, y distraído<br />

respecto de sí mismo. Y para reforzar su tesis, Giannini plantea lo siguiente:<br />

"Si la sancta ignorantia de los justos levanta una sombra de sospecha<br />

sobre cualquier voluntad que se proyecte como determinación abstracta a ir<br />

realizando el bien por el mundo; levanta la sospecha de si acaso esa voluntad<br />

ofrece la condición interna suficiente para que el bien, incluso en el supuesto de

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