Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

defraudado; lo hice por mí; porque se cuán débil soy en tales momentos y cuánto me afecta cada fuerte emoción” (108). Y una vez ya en Weimar, donde Johanna se encuentra como en el Olimpo, le escribe a su hijo, diciéndole: “El trato me parece aquí muy agradable y no demasiado costoso, con un poco de esfuerzo y menos costos todavía me será más fácil todavía reunir una vez a la semana en torno a mi mesa del té a las mejores cabezas en Weimar, y quizás en Alemania, y en general poder conducir una vida muy agradable” (91). Rüdiger Safranski describe la vida en Weimar, mostrando la otra cara del Olimpo alemán: sus vías de acceso están en muy mal estado, la vida nocturna es mínima, ya que desde las 7 de la tarde en adelante está todo oscuro, salvo los días que hay ópera. Distintos viajeros, por sobre todo ingleses, encuentran aburrido a Weimar. De todos modos, la función semanal de la ópera es frecuentada por todos, entre los cuales ocupan los lugares reservados no más que unas dieciséis familias de la nobleza y destacados intelectuales. Entre ellos se encuentra el propio Goethe, que mantiene una relación con Christiane Vulpius, una jóven que había trabajado como florista para un empresario del lugar. En esta villa de sólo unos cinco mil habitantes Goethe pasa a ser objeto de comentarios y chismes, a los que no se sustrae otra actriz, de la que el jóven Schopenhauer se enamorará – Karoline Jagemann – mas ese será un amor infeliz del futuro filósofo, ya que lo dejará por un príncipe. Dice esta actriz de modo deslenguado sobre la controvertida relación de Goethe, que además era su director en la Academia de Teatro de Weimar: “Cuando llegué de Mannheim, la relación estaba públicamente establecida, y que la Vulpius vivía con Goethe, para la ciudad era algo insólito. Él era el primero y el único que se atrevía a despreciar la opinión pública, sin temor, y esto se lo estimaba tanto más ofensivo cuanto se veía en ello un mal uso de la prerrogativa que le daba la amistad con la nobleza, en algún sentido”. A poco de llegar Johanna a este mundo comienza a tener pleno éxito con sus planes, ya que pronto logra formar una atractiva e importante tertulia semanal con Goethe a la cabeza, con quien será íntima amiga. 355.Una leyenda del Talmud interpretada por Hannah Arendt. Con todo lo necesaria para la convivencia humana que es la ética y la moral ¿cómo no reconocer que inevitablemente los parámetros éticos suelen resultar incómodos y desagradables. Que estemos de pronto juzgando en términos éticos a alguien de por sí puede ser tan desagradable para el que juzga, para el sometido a ese juicio, como para eventuales testigos presenciales de ello. Humberto Gianninni trae a colación en su libro Del bien que se espera y del bien que se debe un relato de la filósofo Hanna Arendt que es esclarecedor respecto de un modo distinto de concebir lo ético. Se trata de una leyenda talmúdica que dice que Dios decide salvar el mundo (que se ha descarriado) exclusivamente en razón de 36 hombres justos. Ahora bien, ni siquiera ellos mismos saben que es exclusivamente a causa de ellos que el mundo será salvado. A esto se refiere lo que Giannini llama aquí la sancta ignorantia de los justos, con apoyo en Arendt, a través de lo cual apunta a que el bien y la justicia suelen expresarse por medio de una espontaneidad completamente ajena a un estar conciente de que se está siendo bueno o justo. Giannini comenta al respecto:

"Lo que Hannah Arendt plantea a propósito de esta narración es que la bondad, aquella que va instantáneamente a lo suyo, al concentrarse en su propia eficacia, al instalarse apasionadamente en su propio fin, se vuelve distraída respecto de sí misma; ingrávida y transparente para la conciencia del hombre bueno". 20 Esto pone hasta cierto punto en entredicho la ética kantiana que es por sobre todo una ética del deber, y así como Kant critica toda forma de moral que reconozca la eticidad de un acto, que se justifique en función del contenido que se realiza, esto es, la búsqueda de la utilidad o de la felicidad, y no en función de que una norma nos obliga a actuar, así también, podríamos decir, podemos cuestionar el que los actos éticos los realicemos sobre la base del sometimiento a una norma, y no en forma espontánea, como sería el caso de esos 36 hombres justos que, sin saberlo siquiera ellos mismos, están posibilitando la salvación del mundo. Aún así, en favor del planteamiento kantiano, se podría aducir que lo ético no puede quedar librado a una espontaneidad, pero lo cierto es que, siguiendo a Hannah Arendt, parece haber actos buenos y justos que son simplemente espontáneos, y tal vez sean ellos incluso, los que tienen que convertirse en paradigmas a emular. Giannini sigue comentando a propósito de esta condición de los hombres justos: "El alma bondadosa - y , como bien lo señala H. Arendt, también el alma del hombre sabio - posee una extraña inclinación a retraerse a las miradas, incluso a la propia, a fin de estar plenamente en lo que hace y no volverse morosa a causa del mismo mirar" (ib.). 356.Napoleón invade Weimar y uno de los afectados por ello es Goethe. Cuando Johanna Schopenhauer, la madre del filósofo del mismo nombre, se ha mudado a Weimar, donde pronto entabla amistad con Goethe, se encuentra allí en 1806 de lo más contenta, cuando comienza de pronto a arreciar la guerra, debido a la invasión napoleónica. Cerca de Weimar tienen lugar las batallas de Auersted y Jena. Según Johanna en carta a su hijo, le cuenta que Goethe decía que “ella se habría convertido en una weimarenesa con un bautizo de fuego” (118). Un mes antes, cuando ya se presume que la situación se volverá difícil, Johanna todavía está optimista, y dice en una carta del 29 de Septiembre de 1806 a Arthur: “Aquí reina el mejor ánimo, el ejército pronto avanzará, cómo será entonces, permanece todavía en la oscuridad, mas todo está bien, no obstante la guerra es inevitable; entretanto empero hay mucho entusiasmo y vida” (118). Si bien Weimar pertenece al Principado de Sajonia, igual las decisiones que tome Prusia la afectan, y esto se comprueba así justo en este caso. Hasta ahora Prusia había estado del lado de Napoleón, pero de pronto cambia su estrategia y el emperador hace un pacto con el Zar. Napoleón da el ultimátum. Como Prusia no se retracta, el Corso da la orden de avanzar con sus tropas, y entonces Prusia se ve obligada a declararle la guerra, en lo que el Príncipe Carlos Augusto de Sajonia-Weimar le sigue. Respecto de esta determinación del 20 Humberto Giannini, Del bien que se debe y del bien que se espera, Dolmen Ediciones, Stgo. 1997, p. 45.

"Lo que Hannah Arendt plantea a propósito de esta narración es que la<br />

bondad, aquella que va instantáneamente a lo suyo, al concentrarse en su propia<br />

eficacia, al instalarse apasionadamente en su propio fin, se vuelve distraída<br />

respecto de sí misma; ingrávida y transparente para la conciencia del hombre<br />

bueno". 20<br />

Esto pone hasta cierto punto en entredicho la ética kantiana que es por<br />

sobre todo una ética del deber, y así como Kant critica toda forma de moral que<br />

reconozca la eticidad de un acto, que se justifique en función del contenido que<br />

se realiza, esto es, la búsqueda de la utilidad o de la felicidad, y no en función de<br />

que una norma nos obliga a actuar, así también, podríamos decir, podemos<br />

cuestionar el que los actos éticos los realicemos sobre la base del sometimiento a<br />

una norma, y no en forma espontánea, como sería el caso de esos 36 hombres<br />

justos que, sin saberlo siquiera ellos mismos, están posibilitando la salvación del<br />

mundo.<br />

Aún así, en favor del planteamiento kantiano, se podría aducir que lo ético<br />

no puede quedar librado a una espontaneidad, pero lo cierto es que, siguiendo a<br />

Hannah Arendt, parece haber actos buenos y justos que son simplemente<br />

espontáneos, y tal vez sean ellos incluso, los que tienen que convertirse en<br />

paradigmas a emular.<br />

Giannini sigue comentando a propósito de esta condición de los hombres<br />

justos:<br />

"El alma bondadosa - y , como bien lo señala H. Arendt, también el alma<br />

del hombre sabio - posee una extraña inclinación a retraerse a las miradas,<br />

incluso a la propia, a fin de estar plenamente en lo que hace y no volverse<br />

morosa a causa del mismo mirar" (ib.).<br />

356.Napoleón invade Weimar y uno de los afectados por ello es Goethe.<br />

Cuando Johanna Schopenhauer, la madre del filósofo del mismo nombre, se ha<br />

mudado a Weimar, donde pronto entabla amistad con Goethe, se encuentra allí<br />

en 1806 de lo más contenta, cuando comienza de pronto a arreciar la guerra,<br />

debido a la invasión napoleónica. Cerca de Weimar tienen lugar las batallas de<br />

Auersted y Jena. Según Johanna en carta a su hijo, le cuenta que Goethe decía<br />

que “ella se habría convertido en una weimarenesa con un bautizo de fuego”<br />

(118). Un mes antes, cuando ya se presume que la situación se volverá difícil,<br />

Johanna todavía está optimista, y dice en una carta del 29 de Septiembre de<br />

1806 a Arthur:<br />

“Aquí reina el mejor ánimo, el ejército pronto avanzará, cómo será<br />

entonces, permanece todavía en la oscuridad, mas todo está bien, no obstante la<br />

guerra es inevitable; entretanto empero hay mucho entusiasmo y vida” (118).<br />

Si bien Weimar pertenece al Principado de Sajonia, igual las decisiones<br />

que tome Prusia la afectan, y esto se comprueba así justo en este caso. Hasta<br />

ahora Prusia había estado del lado de Napoleón, pero de pronto cambia su<br />

estrategia y el emperador hace un pacto con el Zar. Napoleón da el ultimátum.<br />

Como Prusia no se retracta, el Corso da la orden de avanzar con sus tropas, y<br />

entonces Prusia se ve obligada a declararle la guerra, en lo que el Príncipe Carlos<br />

Augusto de Sajonia-Weimar le sigue. Respecto de esta determinación del<br />

20 Humberto Giannini, Del bien que se debe y del bien que se<br />

espera, Dolmen Ediciones, Stgo. 1997, p. 45.

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